El Gran Salón estaba lleno, más de lo que había visto jamás. El eco de las campanas resonaba aún en mis oídos, recordándome que este no era un día cualquiera. Todo el Imperio de Aërelis estaba expectante. Mi coronación como rey, un evento que debería ser una celebración, se había convertido en un juicio público. Sentía las miradas de los nobles, los generales y el pueblo. ¿Esperaban ver a un líder o a un niño que había tenido la suerte de sobrevivir?La corona de marfil y zafiros brillaba en manos del Gran Maestre. Era más pesada de lo que aparentaba, y no solo por su oro y piedras preciosas, sino por el peso de las expectativas, las dudas y los murmullos que llenaban la sala. Podía oír los susurros a pesar de los intentos por silenciarlos.
"Es demasiado joven." "No está preparado." "¿Cómo puede ser nuestro rey después de todo lo que ha pasado?"
Tragué saliva. Mi pecho se sentía como si estuviera aprisionado en una jaula. Di un paso al frente y me arrodillé, bajando la cabeza mientras el Gran Maestre comenzaba a recitar las palabras ceremoniales. Sus frases eran antiguas, llenas de poder y significado, pero apenas las escuchaba. Todo lo que podía sentir era el peso de la corona al ser colocada sobre mi cabeza.
—Con esta corona, te nombro Rey de Aërelis, protector del pueblo y soberano de estas tierras. Que tu reinado sea próspero y justo.
El silencio que siguió fue tan denso como una tormenta en el horizonte. Levanté la vista y me puse de pie, esperando que al verme erguido, con la corona sobre mi cabeza, la multitud se sintiera reconfortada. Pero no fue así. Un hombre del pueblo, un comerciante, se levantó de su asiento, sus ojos llenos de furia y desafío.
—¡No aceptamos a este rey!
gritó, su voz resonando por todo el salón.
El bullicio estalló como un río desbordado. Las objeciones se alzaban desde cada rincón, las acusaciones mezcladas con los rumores y el miedo. "Demasiado joven", "inexperto", "no es digno". Mi corazón latía con fuerza, pero no dejé que el miedo se reflejara en mi rostro. Di un paso adelante, alzando la mano para pedir silencio, pero las voces no cesaban. Me quedé ahí, enfrentando a todos, sabiendo que cualquier palabra que dijera solo empeoraría la situación.
Y entonces, apareció ella.
*Zhephyra Moonshadow*
La primera vez que la vi entrar al salón, fue como si la luz misma se volviera más tenue a su alrededor, como si la sombra de una tormenta la siguiera. Vestía un largo vestido negro que realzaba su figura, sus ojos grises recorrieron la multitud como si los estuviera juzgando uno por uno. Hubo un momento de absoluto silencio, como si incluso las paredes del salón contuvieran el aliento. La belleza de Zhephyra era algo irreal, casi sobrenatural. Una ninfa de las leyendas antiguas, encarnada en una mujer de carne y hueso.
Ella se detuvo a mi lado, sin apartar la mirada de la multitud, y habló con una voz que resonó como un trueno.
—Este es un día de celebración, no de disputas. El príncipe Cyran es ahora vuestro rey, elegido por derecho de sangre y por la voluntad del Consejo Real.
Me quedé observándola, casi en estado de asombro. No solo por su audacia, sino por la forma en que había tomado el control de la situación sin dudar un segundo. Alguien del público, el mismo comerciante que había comenzado la protesta, replicó con un tono desafiante.
—¿Y quién eres tú para decirnos esto? Nunca hemos visto a una emperatriz de la Guardia Real. ¿De dónde vienes? ¿Quién te ha otorgado ese título?
Mi primer instinto fue intervenir, pero Zhephyra me detuvo con un leve movimiento de su mano. Dio un paso adelante, encarando al hombre con una calma inquietante. Podía ver el miedo reflejado en sus ojos, y no lo culpaba. Había algo en ella, algo que no podía ser ignorado.
—Soy Zhephyra Moonshadow
respondió, su voz como el filo de una espada
—. Emperatriz de la Alta Guardia Real y protectora de este trono. Mi título no se otorga por deseo ni por favor, sino por habilidad y mérito. Si alguien tiene algo que objetar, que se acerque y lo discuta conmigo… personalmente.
La amenaza implícita en sus palabras llenó la sala de un silencio absoluto. Podía sentir la tensión cediendo, el respeto reemplazando al miedo. Los murmullos se apagaron, y la multitud comenzó a retroceder, cediendo ante la presencia imponente de Zhephyra.
Fue entonces cuando entendí lo que significaba tener a una aliada como ella a mi lado. No era solo una emperatriz de la Guardia Real, no era solo una guerrera; era el escudo que necesitaba en este momento de incertidumbre. Di un paso al frente, colocándome junto a ella. Sentí su mirada dirigirse hacia mí, como una pregunta silenciosa. Respondí tomando su mano y alzándola ante el pueblo.
—El trono de Aërelis no se mantendrá solo por la sangre que corre en mis venas
declaré, mirando a la multitud, mis palabras llenas de una seguridad que hasta entonces no había sentido
—. Se mantendrá por la fuerza de aquellos que me acompañan, como Zhephyra Moonshadow, una guerrera cuya lealtad y valentía son incuestionables.
Los aplausos no fueron inmediatos, pero comenzaron a surgir lentamente, como un eco que se propagaba. Primero los nobles, luego los soldados, y finalmente el pueblo. No todos estaban convencidos, lo sabía. No todos aceptarían mi liderazgo. Pero en ese momento, sentí que habíamos ganado la primera batalla.
Miré a Zhephyra, sus ojos grises encontrándose con los míos. Había algo ahí, un entendimiento tácito, una alianza forjada en el fuego de la incertidumbre. Por primera vez desde la muerte de mis padres, sentí que tal vez, solo tal vez, había esperanza para este imperio.
La guerra política acababa de comenzar, pero no estaba solo.
Y eso lo cambiaba todo.
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Monogamia
Action-No,no es cierto...no puedes hacerme esto!? -verdad zhephyra?.. -Dejate de bromas,no es divert- -NO ES NINGUNA BROMA!" -SOLO ME UTILIZASTE PARA CONSEGUIR EL TRONO NO ES ASI??!