La tenue luz que penetraba en las ventanas apenas lograba iluminar la piel de sus manos y los vellos despoblados que no cubrían la manga del suéter.
Tenía los ojos semi abiertos, mirando el traslúcido de las cortinas.No movía ni los pies ni las manos; las tenía en la misma posición en la que abrió los ojos después de despertar del sueño.
No era de mañana; ya estaba anocheciendo y desde la ventana podía ver el color rojizo de la tarde cuando está por morir.
El cuaderno en el que se había puesto a escribir estaba todavía abierto y el bolígrafo se había caído al suelo.
La boca le sabía amarga y le cosquilleaba la sien derecha.La tenue luz de la tarde se disipaba con lentitud, como si lo abandonase.
Estornudó de repente y entonces pareció volver en si. Recostó la espalda en la pared y descansó las manos sobre el regazo.Allá fuera, los vehículos hacían ruido. Quizás el grito de algún vecino, o el llanto de algún niño. Alguien encendió juegos pirotécnicos en algún lado.
Quería pensar, pero no pensaba. Quería meditar, pero no meditaba. Si había hecho algo mal, su corazón evitaba considerarlo. Si acaso había infringido la ley, su mente pareciera omitir la culpa. No había desesperación. No existía más que una intrínseca incertidumbre. Si acaso una forma de remordimiento que se desdibujaba en las paredes ensombrecidas por la noche.
Mañana es día para trabajar.
La semana comienza mañana.
Meterme en la ducha, y bañarme, es todo lo que necesito.
La cena. Ya debe estar lista la cena.
Fueron los pensamientos que llegaron a su mente, y en ellos meditó.
Se sentó a la orilla de la cama.
Se sentía tan sucio. Sentía una gran necesidad por meterse a bañar.Sentía que el cuerpo entero lo tenía sucio, sobre todo la mano derecha. No era capaz de tocar nada con la mano derecha, como si esa mano fuera capaz de contaminar, por lo tanto la tenía levantada, evitando el más mínimo rose de las cosas con ella.
Evitaba pensar en lo que había hecho, lo borraba de la mente, lo omitía de sus pensamientos, pues eso era lo que le hacía sentir tan sucio.
Se desnudó en la penumbra y se cubrió con una toalla. Caminó hacia el sanitario y encendió la luz. La luz se chorreó por el pequeño sanitario, pintando todo de un color amarillento.
Antes de meterse en la ducha, se detuvo frente al lavamanos, y descansó las manos sobre el.¡Qué había hecho!
No era capaz de tomar la culpa, por lo tanto la seguía evitando. Huía de ella. No permitiría que lo tuviera cautivo. Pero eso lo hacía sentirse tan manchado y sucio.
Se metió con desesperación bajo el agua y comenzó a lavarse el cuerpo desnudo. Con el jabón se lavó cada recoveco de su piel morena. Lo hizo con convicción, esperanzado de que eso lo limpiara por completo. Se restregó una y otra vez los brazos, los pies, su miembro. Una y otra vez la cara. Una y otra vez el abundante cabello. Pero sabía que estaba sucio por dentro, y él no era capaz de asumir su responsabilidad. La sombra del remordimiento no permitiría que lo poseyera. El frío de la culpa no dejaría que lo abrazara.
Tomó pues, el jabón, y se lo comió, hasta acabarlo todo, cerrando los ojos con fuerza.
Limpia dijo al jabón, limpia mi corazón.
Después de esto, se sintió mucho más sucio.
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Relatos Espirituales
SpiritualUna colección de relatos que busca llevar al lector a una reflexión de la vida cristiana.