El Dormido

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El que tiene oídos para oír, oiga...
Y el que tiene boca para comer, coma.


Lleva dos días sin comer ni una mordida de nada. Tiene hambre, pero se pone a dormir con tal de no sentirla, como lo haría un chucho callejero.
Siempre se había alimentado muy bien, por eso estaba en forma y vigoroso.
Pero ¿por qué habrá dejado de comer?
No lo sé.

De repente un día decidió quedarse dormido en vez de comer.
Se le dio desayuno y no comió. Se le dio almuerzo y tampoco comió. Se le dio cena y lo rechazó sin dar explicación alguna.
Y todavía sigue sin intenciones de comer.

Tal vez se aburrió de la comida. O tal vez le hizo mal el estómago. O tal vez ya no le da hambre.
No lo sé.
Lo que hasta ahora sé, es que prefiere dormir en vez de comer.

Ya le dije que si no come se va a morir de hambre. Ya lo estoy comenzando a ver con la cara demacrada. Se la pasa ocioso encerrado en su cuarto, ya no sale, y cuando sale, sale malhumorado, como si le hubieran hecho algo.

Ya le dije que si sigue así se va a terminar muriendo, pero no me hace caso.

Yo sé que se muere de hambre, pero se resiste a comer nada. Pareciera que ignorara que se está muriendo.

Como a los cinco días de que entrara en sus ayunas, le llevé un pan en un platito, y un vaso de agua. Él estaba sentado en el sofá, cerca de su escritorio, y se lo dejé en el escritorio, y él se lo quedó mirando y yo me lo quedé mirando a él, pero el pobrecito nunca estiró la mano para comer.

Llegaba esperanzado al siguiente día pero el pan y el agua siempre estaba como se lo había dejado...

Siete días tardó en morirse después de que le dejé el pan y el agua sobre el escritorio.

Yo vi cómo se murió. No comenzó muriéndose por fuera, como muchos creerían, sino por dentro.

Lo pude ver en sus ojos, que ya no brillaban ni daban señal de vida. Lo que me hacía entender que ya se estaba muriendo por dentro.
Después de eso dejó de hablar, ya no decía ninguna palabra, excepto una frase "tengo hambre" decía. Y se quedaba mirando la comida, como si quisiera tomarla, como si le fuera prohibido tomarla. Como si la deseara con toda el alma.

Tampoco parecía pensar bien las cosas que hacía, porque cuando quería estirar la mano, terminaba estirando la pata. O si se quería rascar la cabeza, se rascaba la panza. Lo supe porque cuando hacía algo como eso me terminaba haciendo gestos como diciéndome que estaba confundido, entonces yo lo ayudaba.

Después de eso se quedó ciego. Me di cuenta porque cuando quería hacerme las señas, miraba para otro lado en ves de verme a mí.
Pero donde sí sabía dónde mirar era hacia donde estaba la comida.
Tal vez era el olor. O tal vez era que aunque ya no hubiera nada allí igual seguiría queriéndolo.
Y mientras lo miraba con los ojos ciegos decía "tengo hambre".

Y ya por último descubrí que ya no podía ni caminar ni mover los brazos. Se quedó tieso. Y ya nunca más quitó los ojos del pan y del agua que estaba sobre el escritorio.

Y ya en el séptimo día se murió.

Pero cuando estaba por morirse, pude alcanzar a escuchar que dijo "tengo hambre".

Se murió con los ojos clavados en la comida y con el cuerpo en una posición de querer acostarse para poder darle si quiera una mordida.

Lo quise enterrar, pero pasó que cuando lo quise levantar del sofá no pude.
Llamé a unos vecinos para que me ayudaran, pero ni entre siete hombres pudimos moverlo de ahí.
"dejalo ahí" me dijo uno de ellos.
Y fue así como lo dejé ahí. En la misma posición y con el pan y el agua sobre el escritorio.

Después de eso mi casa se convirtió como en un museo. Venían conocidos y desconocidos a ver el cuerpo muerto sobre el sofá. Siempre venían acompañados de alguien. Lo llevaban al cuarto, y lo señalaban diciendo "mirá, eso le pasó por quedarse dormido en ves de comer" y entonces el otro se ponía a recapacitar y decía "ya no voy a dejar de comer".

Y ahí sigue. Sentado en el sofá hasta el día de hoy.
Y yo mismo, a veces, cuando de repente se me quitan las ganas de comer, voy y lo miro y digo "tengo que seguir comiendo" "si no me quiero morir tengo que seguir comiendo".

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