Quackity x tú || 𝐎𝐃𝐈𝐎 𝐀𝐌𝐀𝐑𝐓𝐄

003. 𝐌𝐔𝐓𝐔𝐀𝐋 𝐇𝐀𝐓𝐑𝐄𝐃

-THREE-

【        mutual hatred.      】

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Sé que es muy temprano para decirlo, pero me cae mal.

Lo de las primeras impresiones también influye en mí, y su primera impresión no me dio nada bueno que desear. Peor aún al saber que tenía que trabajar para él, pero el dinero a cambio era un consuelo.

Hoy, que era mi primer día legítimo de trabajo, decidí que iba a hacer mi mayor esfuerzo aunque el chico quisiera que renunciara.

Por lo tanto, en lugar de tenis me puse zapatos, y en lugar de mi falda parchada compré una nueva en una muy buena tienda.

Toqué a la puerta esperando que me abrieran. No pasó mucho tiempo cuando el chico me abrió. Su aspecto era fatal: sus ropas holgadas, cabello despeinado y ojeras prominentes.

—Buenos días —a pesar de que me caía mal, sonreí con energía entusiasta—. ¿Listo para hacer un buen equipo de trabajo?

En cuanto dije eso, sus ojos me miraron con una expresión confusa; parecía asqueado por mi intento de positividad.

—Son las cinco de la mañana, ¿qué haces aquí? —su voz se escuchaba ronca, sinónimo del estado somnoliento en el que estaba.

Quizás su expresión de "disgusto" era por la hora.

—Vine a trabajar —contesté, aún sonriendo.

No pedí permiso y pasé a un lado de él para adentrarme en su casa. Son las cinco de la mañana y uso falda; no es un clima muy agradable para estar tanto tiempo afuera.

Alex cerró la puerta de su casa en cuanto entré, frotándose los ojos por el cansancio. Me miró nuevamente, fastidiado, y luego soltó un bostezo.

Sus ojos tranquilamente se tomaron el tiempo de barrerme, desplazándose a mi falda y sonriendo con diversión. Seguramente se dio cuenta de que he comprado una nueva falda por su comentario del día anterior.

—¡Muy bien! ¿Qué puedo hacer por ti, Alex?

Saqué mi libreta y mi pluma. Me paré frente a él y le regalé una sonrisa, a la vez que abrí mis ojos esperando una respuesta para anotarla en mi lista de pendientes.

—No me digas Alex —pidió con su tono habitual de desagrado.

Rodé los ojos internamente, pero mi sonrisa permaneció.

—Ayer me dijiste que era tu nombre, supuse que así querrías que te llamara —respondí.

—Por cortesía te lo di —se excusó, encogiéndose de hombros—. Llámame Quackity, porque nuestra relación es únicamente laboral.

—Muy bien, Quackity —enfaticé su nombre con exageración, aunque la verdad me parecía ridículo—. ¿Qué puedo hacer hoy por ti? ¿Quieres que revise tu agenda? ¿Alguna cita que quieres que atienda? ¿Correos o—

—En segunda, no vuelvas a venir a las cinco de la madrugada a mi casa —me interrumpió, volviendo a soltar un bostezo—. Odio despertarme temprano, no me despiertes a esa hora.

Escribí eso en mi cuaderno:

"Quackity no le gusta despertarse temprano."