Capítulo 1"Adiós Holly Hill"

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-Helena- me dijo alguien mientras me tocaba el hombro para llamar mi atención.

Sonreí al muchacho con el que estaba bailando y di un largo trago de mi bebida antes de girarme. Mi cara se desfiguró al momento y el vaso se escurrió entre mis manos cayendo al suelo salpicando mis zapatos y los suyos. Pero ese era el menor de mis problemas. Ante mi estaba mi peor pesadilla en estos momentos, y por su mirada podía decir que lo próximo que oiría de sus labios no sería nada bueno.

-Mama- tartamudee- ¿Qué haces aquí?

Ella alzó una de sus perfectas cejas mientras se cruzaba de brazos. Mi madre era el terror personificado, aunque no lo pareciera en absoluto. Su menudo cuerpo, adquiría un tamaño impresionante cuando me miraba de esa forma y sus profundos ojos azules llenos de ternura, se tornaban negros como el carbón y fríos como el hielo.

-Le pedí a Ray que me trajera- dijo. Ray era el novio de mama desde hacía cinco años, era un buen tipo, que la quería mucho y la hacía feliz, así que tenía mi aprobación. -Tenía un presentimiento, así que le hice volver.

-Pero, ¿y vuestro fin de semana romántico?

-Helena-apretó los labios, mala señal- saca a toda esta gente de mi casa tenemos que hablar seriamente.

Se me heló la sangre pero rápidamente asentí y me subí a la mesa del comedor, donde había decenas de adolescentes sudorosos bailando al ritmo de la música que hacía vibrar la casa. Había parejas que estaban teniendo sexo prácticamente contra la pared y otras más pudorosas se cubrían tras las plantas y las cortinas. Asqueroso, pensé, tendré que recordar hacer una limpieza intensiva en esos lugares, no quería tener fluidos de ese tipo en el sofá donde me echaba la siesta.

Notaba varios pares de ojos encima de mi mientras hacía señas a Kim para que quitase la música, por suerte mi mejor amiga lo hizo.

Poco a poco reclame la atención de todos los asistentes y los murmullos de fastidio y palabras malsonantes se hicieron oír, pero la gente empezó a salir de la casa tirando los vasos de refresco al suelo. Malditos bastardos, os lo hare limpiar con la lengua.

-Te juro que recogeré todo- dije girándome sobre la mesa de madera vieja para enfrentarme a ella. Sin embargo en el momento en que la vi, supe que no íbamos a hablar únicamente sobre la fiesta que había hecho mientras ella no estaba. Esto era mucho más grave.

Mi madre estaba de pie delante de mí en el recibidor para nada original del sur de Estados Unidos de casa, con una extraña sonrisa mezcla de enfado y pena. Llevaba una falda de tubo hasta las rodillas que se ajustaba a sus curvas y a pesar de estar a más de treinta grados, llevaba unas medias tupidas y una camisa de manga larga.

-De eso no me cabe duda Helena, cuando termines de recoger todo esto- miró a su alrededor- avísame, quiero hablar contigo. Y espero por tu bien que no se haya roto nada.

Recogió su maleta negra que no había visto hasta ese momento y sin decir más subió por la escalera hasta su habitación.

Coloque los pringosos vasos de plástico en varias bolsas de basura. Rápidamente fregué con cuidado todo el piso y subí a ver a mi madre que me esperaba sentaba en su cama con la mirada fija en la puerta.

-Mama, lo siento por lo de la fiesta yo solo- me cortó.

-Sé lo de tus fiestas- me miro- lo de TODAS tus fiestas. Pero no quiero hablarte de eso.

Palmeó el hueco al lado suyo en su cama y me senté. Sonrió débilmente.

-Es hora de hacer la maleta cariño- anunció mi madre, forzando una sonrisa bulliciosa-¡Te vas a vivir con tu padre!

Así es. Ahí estaba la bomba. Entré en caída libre. Mis órganos internos se volvieron sin peso y comenzaron a flotar en mi interior de mi cuerpo. Me aferré a la colcha de la cama con tanta fuerza que los nudillos se me pusieron blancos, solo para evitar vomitar.

-¿Qué?- balbucee. Mi voz sonaba muy distante.

- Hace un tiempo que no lo ves ¿no?- dijo mi madre muy casualmente - además tu misma me lo dijiste una vez.

¿Qué se lo dije? ¿Yo? ¿Le habían dado un masaje esta tarde que afectó al funcionamiento de su cerebro?¿Cómo puede alguien pensar que sacar a una chica de diecisiete años de sus amigos estaba bien?

Mis padres habían estado divorciados prácticamente desde que nací. Había crecido en el mismo pueblo que mis dos padres y los veía todos los días, pero desde que papa se había mudado a Nueva York no lo había visto mas que dos semanas todos los veranos. De eso hacía ya siete años.

Pero no quería dejar Holly Hill. Este año era mi año iba a conseguir que Dylan McGuire me pidiera salir, iba a ser nombrada reina del baile de fin de curso, iba a presentarme como presidenta del consejo estudiantil. No podía quitarme todo eso. Además acababa de sacarme el carnet de conducir. Se suponía que este iba a ser mi año. ¿Por qué me pasaba esto?

-¿Helena? ¿No vas a decir nada?- preguntó mi madre.

Si voy a decir algo, pensé poniéndome en pie. Le di la espalda a mi madre y me quedé mirando la puerta abrazándome y agarrándome de los lados del vestido en mis puños. Esto estaba mal. Muy mal. Era cierto, nunca había sido la hija perfecta, pero no creía que deshacerse de mi de ese modo fuera lo más acertado.

Mientras miraba los surcos de la madera dibujados sobre la puerta, me sentí como si una fuerza externa estuviera trabajando sobre mi, y aun negándome sabía que no había nada que pudiera hacer para cambiarlo.

-¿La decisión ya está tomada?- contuve el aliento.

Me tomó cada partícula de coraje que había en mi cuerpo para darme la vuelta y enfrentarme a ella.

No se movió y yo estaba teniendo una experiencia extracoropral. Como el año pasado cuando me había desmallado al sufrir una conmoción por un balonazo en educación física. Como si fuera consciente de lo que pasaba a mi alrededor, pero en realidad no estaba allí.

-Si cariño.

-Pero no quiero ir, quiero quedarme aquí contigo, con Kim, incluso con Ray. Si es por las fiestas no haré mas te lo juro, me portaré bien seré buena hija, la mejor hija que puedas desear.-lloriquee.

Mi madre alzó la mano para acariciarme el brazo pero yo la aparte de un movimiento. Al momento me arrepentí.

-Ya eres una buena hija Helena, no quiero que cambies, y sé que vas a echar de menos a Kim, pero ahí harás nuevos amigos y quiero que conozcas todo antes de elegir nada.

-Pero yo no quiero nuevos amigos, ¡quiero los míos!- no podía creer que estuviera teniendo esta conversación.-¡Quiero vivir aquí!

Mi madre respiró hondo. Sus fosas nasales flameaban mientras ella dejaba escapar el aire. Me miro de nuevo clavándome sus profundos ojos azules en los mios de colores, comunicándome en silencio lo que yo ya sabía pero no quería aceptar.

-Te vas pasado mañana el vuelo sale a las siete. Lo siento cielo, es lo mejor. Créeme.

Salí corriendo de la habitación que repentinamente se había vuelto tan pequeña que me costaba respirar. Pensamientos inconexos cruzaban mi mente y desaparecían sin darme tiempo a analizarlos, solo uno se quedó.

De repente, huir para unirse al circo parecía una opción viable.

Ángel o DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora