Capítulo 2

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Esa noche mi padre llegó más tarde de lo usual a casa. Y como siempre, Betty y yo estábamos en la cocina, platicando sobre el día de ambas, teniendo un momento de esos que debería haber tenido con mi madre.

Mi padre estaba algo molesto, ya que no cenó conmigo. Eso me hacía sentir mal. A lo mejor yo estaba haciendo algo incorrecto y él se enojaba, quizás yo era la razón por la cual él era tan infeliz. No se sentía conforme conmigo.

Le demostraría que yo podía hacer el trabajo mil veces mejor que su preciado Nathan. Le daría razones para estar orgulloso de su única hija.

A la mañana siguiente conduje hasta la escuela con un ánimo de perros. No estaba segura de qué sucedía conmigo, pero había despertado más irritable que nunca.

Gracias al Cielo, Liam me recibió con un abrazo.

- Buenos días –musitó.

- ¿Qué tienen de buenos? – pregunté caminando delante de él. Mi padre no había hablado conmigo ni siquiera antes de salir. Y eso indicaba que algo andaba mal.

- Que es un nuevo día... que comienzas a trabajar, que me prestaras el coche – sonrió. Moví la cabeza mientras soltaba una risa burlona.

- Solo una de esas cosas es buena Liam– le dije mientras abría mi casillero.

Más tarde, tuve clase de ciencias. Dani era mi compañera pero el maestro nos sentó separadas para que no platicáramos. Recibí una bola de papel en la cabeza... esto era cosa de todos los días al parecer.

"Cómo te fue con lo del empleo" Era de Dani, obviamente. La miré para hacerle saber que había recibido el mensaje.

"Bien... supongo" respondí devolviendo el papel. Me llegó en menos de un minuto.

"¿Supones?" decía. Golpeé mi bolígrafo en la mesa, despacio. Para planear que escribir...

"Mi padre está de mal humor, pero de todas formas me dio el empleo. Y tengo que trabajar con un creído e irrespetuoso empleado de papá" respondí.

Dani me lanzó el papel otra vez.

"Lo de tu padre pasará... ¡¿Pero qué diablos?! ¿A qué te refieres? ¿Te faltó el respeto? ¿no sabe quién eres?"

Reí para mis adentros. Él sabía muy bien quién era yo, pero parecía no impórtale en lo absoluto. Me hizo enfurecer pensar en eso, y más en pensar que mi padre lo adoraba.

"Sabe quién soy, pero no le importa" le lancé el papel. La miré, ella tenía las cejas alzadas y se reía.

"Y... ¿es guapo?" me escribió. Revoleé los ojos.

"Tienes que estar bromeando, es mayor, tiene como veinticinco" le lancé el papel.

"¡Veinticinco no es nada! Y no hay edad para estas cosas" respondió. Tomé una gran bocanada de aire, arrugué el papel en mis manos y me levanté para tirarlo al tacho de la basura.

¿Por qué rayos todos me decían lo mismo?

Sonó la campana y salí de ahí muy apresurada. Tenía jaqueca y necesitaba un café. Yo era adicta al buen café, y gracias a una donación de mi padre, en mi escuela había una máquina de café a mitad del corredor.

Luego de unas tediosas cinco clases, salí directo a mi carro en el aparcamiento de la escuela.

- ¡¡Madie!! – la inconfundible voz de Liam, le sonreí.

- ¡No te dejaré conducir el coche! – reí abriendo la puerta del piloto.

- Oh vamos... tendré que caminar a casa si no lo haces – hizo un adorable puchero. Le lancé las llaves y me subí de copiloto. Él arrancó el carro, tomando camino por la costanera.

Dear Boss | 2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora