I - Vacaciones

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—Te presentaré a mi madre y a mi hermana. —Hago una pausa, aún debo encontrar las palabras correctas—. Espero que no te moleste; pero, mi madre aún no sabe de nuestro compromiso.

En mi cabeza un montón de escenarios, todos ellos dominados por la furia de mi prometida. Nada más lejos de la realidad.

—Yo tampoco les comuniqué a mis padres el compromiso. —Susurra, acercándose a mi oído.

No sé si sentirme ofendido, o aliviado; ella no habló a su familia acerca de mí. Supongo que estamos a mano.

—Es una oportunidad perfecta para aflojar un poco mi dieta. No todos los días puedo juguetear con mi peso. —Emily cambia totalmente el tema, tratando de encaminar la charla hacia una nueva dirección.

Ahí está otra vez, esa extraña fijación que mi prometida tiene con su peso; la razón por la que todos los chicos de la universidad se alejan de ella. Para ser honesto, no tiene nada de raro que una chica tan hermosa como ella se preocupe por su talla... Pero, ella lo hace de una manera un tanto diferente. Mientras una joven cualquiera de la universidad intenta cuidar su alimentación, o adelgazar; Emily por otro lado, tiene ese raro fetiche.

—Vamos a ver cuánto puedo acumular aquí. —Mi prometida palmea su panza, y unos segundos después hace una indicación con sus manos, una exagerada curva que enfatiza hasta donde quiere que llegue su barriga.

Sí, ella tiene la extraña fantasía de engordar. No estoy en mi derecho de criticar, no es mi trabajo decidir que pone de humor a las personas, y si ella se calienta pensando en ganar peso... No es asunto mío, solo me aprovecho de eso en aquellas noches en el dormitorio de la universidad.

Ella reclina su cabeza sobre mi hombro, entrelazando sus dedos con los míos. La vista fija en el camino, mientras el taxi avanza de manera rápida, más de lo que me gustaría; alargar este agradable momento parece una buena idea. Hasta que mi teléfono comienza a sonar.

—Trata de llegar lo más pronto posible, tu hermana espera desde hace una hora. —Las palabras de mi madre hielan la sangre. Se había escapado, otra vez, evadiendo sus responsabilidades; lo que es peor, dejar a esa peste a mi cuidado... No es la idea de vacaciones que tenía en mente.

No había visto a mi hermana en un par de años, pero aún recordaba esa fastidiosa criatura. Cierro los ojos y las memorias fluyen, recuerdos de mi hermana corriendo por los pasillos con las tijeras entre sus dedos; y yo, sujetando mi rostro con las manos, mientras mi frente gotea sangre.

—¿Por qué esa cara? —Emily se da cuenta de mi expresión.

—Nuestras vacaciones se arruinaron. —Bajo el rostro con desánimo.

—¿Qué pasó?

—Mi madre se marchó de emergencia, al parecer tenía algo más importante en que ocupar su tiempo, y nos dejó a mi hermana para cuidarla. —Llevo mis manos al rostro de manera pesimista.

—¿Qué tan malo puede ser?

Emily no sabía lo que estaba preguntando, las travesuras de mi hermana eran legendarias; aunque, no podría llamar travesuras a algunas de las cosas que ella hacía. Actos llenos de malicia, mientras se ocultaba detrás de esa sonrisa. Ah... esa sonrisa. Sacudo mi cabeza de un lado a otro, un vano intento de alejar los malos recuerdos. Llegamos a nuestro destino sin darme cuenta; una pintoresca casa en la playa, propiedad de mi abuelo.

—Prepárate para ser atacada por una bestia salvaje, "incontrolable". —Enfatizo esa última palabra justo antes de abrir la puerta.

Y ahí está ella, sentada en el sofá, con su teléfono en la mano. Es increíble la falta total de responsabilidad de mi madre, era exactamente como hizo conmigo, intentando jamás preocuparse por mí. Ahora era el turno de mi hermana de sentir la ausencia de amor maternal. Mis ojos escudriñan la habitación, y respiro aliviado al ver todo en orden.

—Me sorprende que la habitación no esté ardiendo en llamas. —Digo en tono burlón.

—No seas así. Mírala. ¡Es tan linda! —Emily entra en la habitación con una velocidad sobrehumana. O eso parece ante mis ojos; bueno, quizá exagero.

Mi prometida se acerca hasta ella, pellizcando las mejillas de mi hermana, como si se tratara de una abuela con su nieta.

—Deja eso... Ya no soy una niñita. —Dice mi hermana al expresar su disgusto.

—Oye es cierto. —Emily suelta las mejillas que pellizca y me mira, un rostro que expresa duda—. Dijiste que tenía 8 años.

—¿Qué, no tienes 8? —Pregunto a mi hermana, incrementando su disgusto.

—Tengo 11. —Ella responde con cierto enojo en la voz.

—Creo que ha pasado un largo tiempo desde la última vez que te vi. —Río avergonzado.

—¿Como te llamas? —Mi prometida interrumpe justo a tiempo; a decir verdad, ya no sabía que decir.

—Alessia. —Responde mi hermana, apartando la empalagosa presencia de Emily con sus manos.

—Que bonito nombre. -Ella trata una vez más de tocar las mejillas de Alessia.

Dejo caer la maleta al suelo, sin preocuparme del contenido. Me siento sobre otro sofá, justo frente a mi hermana. Es cuando me doy cuenta de algo; por extraño que parezca, no había notado antes: El joven sentado solo a unos centímetros de Alessia.

—¿Quién eres? —No sé porque me da escalofrió solo por preguntar.

—Claus. —Es todo lo que el joven dice. Y sin titubeo, vuelve su vista a las páginas del libro que tiene en sus manos.

—Es mi novio. —Alessia rodea el brazo de Claus, causando una visible incomodidad en él.

—No te me pegues así. Y no soy tu novio. —Las frías palabras de ese joven contrastan con la cínica sonrisa de mi hermana.

La incomodidad expresada en los ojos de Claus, me hace saber que él no concuerda con la afirmación de noviazgo que Alessia sostiene.

—¿No... No... Novio? —Tartamudeo esa palabra.

—Solo soy su niñero, no por mi voluntad. —Es lo que recibo de Claus como respuesta.

No puedo sacarme de la cabeza la idea de mi hermana atormentando a ese pobre joven, hasta obligarlo a venir a estas vacaciones.

—¿Ella te forzó a venir? —Pregunto, recibiendo la fría mirada de Claus, sus ojos se cruzan con los míos, y sin diálogo alguno, responde mi pregunta.

—Perdí una apuesta. —Lo único que ese joven dice al romper el silencio.

Esa lacónica forma de hablar me recuerda a alguien, pero mi memoria falla en este momento. Sacudo mi cabeza de un lado a otro para aclarar mi mente.

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Un burdo intento de darle más profundidad a los personajes.

Una narración creada adaptando partes de mis historias descontinuadas.

Porque hasta los monstruos tuvieron infancia.

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Gracias por leer mis desvaríos.

El placer de engordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora