003. El Ritual y la Transformación

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El segundo asistente de Inmaculada llegó portando otra bandeja con tres pequeños cuencos con un líquido rojo en su interior. Sobre el altar, el primero había desplegado un mantel blanco con un pentagrama negro. Siguiendo unos movimientos precisos, colocaron cinco velas rojas y cuatro quemadores de incienso en el borde de la mesa o altar.

Los tres jóvenes miraban fascinados con cara de incredulidad. ¿De verdad estaban preparando un ritual mágico para transformarlos? Habían tenido miedo de ser castrados o pasar por una operación de reasignación de sexo, pero al parecer solo iban a intentar una pantomima haciendo creer que se habían convertido en mujeres.

Del primer armario sacaron una figura de mármol de unos veinte o treinta centímetros. Representaban a un hombre y una mujer desnudos, dándose las espaldas y con las manos levantadas. La pusieron en el centro del pentagrama y encima de esta figura encajaron el primero de los cuencos.

En ese momento llegó Inmaculada, silenciosa como la última vez, comenzó a bajar los escalones haciendo resonar sus tacones al golpear cada peldaño. Los tres tragaron saliva mientras ambos guardaespaldas se colocaban de forma ritual un par de pasos por detrás del altar. Inmaculada continuó andando hasta llegar al otro armario y lo abrió sin decir ni una sola palabra.

Dentro había un terrario gigantesco que ocupaba gran parte de este. En su interior se movían diversas babosas oscuras, largas, gordas y cubiertas de una sustancia viscosa. El diámetro similar al de una pelota de golf y una longitud de hasta un palmo. Introdujo la mano y escogió una especialmente grande.

—Esta será el primero. —Anunció Inmaculada mientras se lo tendía al guardia de la derecha, quien lo introdujo en un recipiente de cristal esférico, parecido a la típica pecera de los peces de colores. Dando la impresión de ser el ingrediente principal del ritual.

Mientras, Inmaculada se deleitaba eligiendo su próxima babosa. Diego, con una sonrisa burlona, preguntó. —¿Esto es una broma, verdad? ¿Un truco barato para intentar asustarnos? —Martín intentó reír ante las palabras de su amigo, pero no era fácil ocultar su terror. —Ya basta de teatro, Inmaculada. No eres más que una loca con dinero que disfrutas aterrorizando gente.

En cambio, Roberto permaneció en silencio. Observando los movimientos de los guardias. La seriedad y concentración en la cara de esto indicaba a un buen observador que no se trataba de una broma. Estaban haciendo algo peligroso y arriesgado.

Inmaculada sonrió ante las palabras de Diego, pero no se inmutó; siguió escogiendo otras dos babosas y colocándolas en otras dos peceras en la bandeja de su asistente. Estos miraba a las criaturas moverse en los recipientes con un respeto reverencial, casi con terror.

Tras terminar de seleccionarlas, se giró y acercó a los tres amigos haciéndole una señal al guardia para seguirla. Cuando estaba delante de ellos les sonrió, esperando a que Diego parara de gritarle groserías a modo de desafío. Poco a poco la mirada de Inmaculada terminó imponiéndose a la lengua de Diego y este guardó silencio.

—No suelo tomarme estas molestias de explicar lo que va a pasar, pero dada tu lengua desafiante os lo contaré. —La voz de la señora Montalbán no trasmitía sentimientos, solo parecía trasmitir hechos. —La magia, si existe. Realizaré tres rituales, uno para cada uno de ustedes. Cuando el ritual termine, una de esas babosas se habrá vuelto roja y uno de vosotros la ingerirá. Cuando eso pase, esta preciosidad bajará por la garganta y se fusionará con quien la haya ingerido. En unos minutos vuestros cuerpos empezarán a retorcerse de dolor e iréis convirtiéndoos en mujeres.

Inmaculada no había parecido bromear y lo descrito era aterrador para los jóvenes. Aun sin creer en la magia, los tres encontraban asqueroso tragar esas enormes babosas. Inmaculada no esperó respuesta de ninguno de los tres. Simplemente, giró sobre sus talones y se dirigió a realizar el ritual.

Destinada a una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora