Cuando Inmaculada entró en la habitación donde se encontraban los tres condenados, vio a Amelia y Rosa tratando de caminar por entre las camas con cierta gracia mientras Marina los observaba con desprecio. Tras ellas venían Daniel y el otro asistente del cual desconocían su nombre.
Los ojos de Inmaculada los recorrieron a los tres con una fría expresión, como si la evaluación fuera un total fracaso. Con torpeza, Rosa se arrodilló, esperando así predisponerla más hacia la piedad. Amelia clavó los ojos en los pies de Inmaculada, no queriendo parecer desafiante. Solo Marina se atrevía a mantenerle la mirada, retándola.
—¿Estás seguro? —preguntó Inmaculada a Daniel con desdén. —Quizás Amelia y Rosa estén predispuestas, pero Marina no parece interesada. ¿Por qué perder tiempo y dinero en ella?
Rosa y Amelia desviaron la mirada hacia su amigo. No deseaban perderlo por su cabezonería. Había sido muy desagradable con ellas durante las últimas horas, desde que Daniel abandonó la sala, pero aún no era suficiente para dejar de considerarlo amigo.
—Se adaptará, no es tonta. Quedarse contigo no la salvaría de convertirse en un trozo de carne, pero venderla a la red que has contactado es demasiado cruel. Esa red es tan merecedora de castigo como ellos. —Daniel hizo una pausa mirando con seriedad a Marina. —No, son peores. Algún día deberías aplicarle el mismo castigo. ¿Qué fue del último vendido a ellos?
Inmaculada ignoró la pregunta de Daniel, a Rosa y a Amelia, y se acercó hasta Marina. A cada paso sus tacones resonaban en la habitación como anunciando el juicio a celebrarse. Ni siquiera la respiración agitada de una Rosa asustada era capaz de romper el peso asfixiante del silencio. Cuando llegó junto a Marina, se sentó en la cama junto a ella —¿Ves a Daniel y a Luis? ¿Te acostarías con ellos?
Así que el otro asistente de Inmaculada se llamaba Luis, pensó Marina. —¿Qué obtendría a cambio? Si lo hago, ¿tendré una esperanza de no ser una prostituta el resto de mi vida?
Inmaculada soltó una sonora carcajada. Era audaz esta chica, pensó. —No, ¿sabe qué pasó con el primer grupo de violadores? —Inmaculada miró como Marina negaba con la cabeza. —Claro, no puedes saberlo. Rodé unas cuantas películas porno en las cuales eran violadas. No fueron violaciones fingidas. Su víctima murió; ellos al final también, pero primero les hice sufrir lo mismo por varias veces.
La revelación de la señora Montalbán, narrada de manera fría y sin el más mínimo sentimiento, heló la sangre de Rosa, Amelia y Marina. Los tres entendieron las implicaciones de esa afirmación. Ellos serían violados para compensar su violación.
—Con el tiempo he ido perdiendo esa diversión. Ahora lo hago más por monotonía. Verás: el club fue idea de esos dos. Yo no quería hacerme cargo de alguien como vosotros, tan solo quería daros una lección, pero las redes de prostitución son tan deleznables... —Por un rato guardo silencio.
Nadie se atrevió a hablar. Inmaculada parecía estar todavía narrando la historia y, la verdad, las tres tenían curiosidad. En cuanto a sus dos asistentes, por respeto a su señora, no iban a interrumpirla. Ellos sabían que solo estaba jugando con ellas.
—Con el segundo grupo, al cual castigué, lo vendí a una de esas redes. —Inmaculada jugó con sus manos. —Una de ellas fue quemada viva. Un cliente pagó una buena suma por ver arder a una mujer y ella había sido rebelde, por lo cual como escarmiento para las otras la vendieron y fue quemada.
Marina se movió nerviosa en la cama junto a Inmaculada; había oído historias de esas en series y películas, pero creía que los videos snuff eran siempre falsos. Rosa y Amelia también estaban sintiendo terror. En especial Amelia, quien no creía poderse salvar de ser vendida.
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Destinada a una nueva vida
RomanceRoberto y sus amigos no imaginaron que una noche cambiaría sus vidas para siempre. Tras cometer un delito execrable, son castigados a su peor pesadilla. Los tres despiertan atrapados en un nuevo cuerpo como mujeres, sometidas a los caprichos de un m...