prólogo: niño maldito

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En el centro del parque, unos juegos para niños daban vida al lugar. Columpios, sube y baja, y toboganes coloridos eran el centro de risas y gritos de alegría. Los niños corrían, jugaban y se divertían sin preocupaciones. En una amplia caja de arena, dos niños destacaban entre el bullicio.

Una niña de cabello marrón lacio que brillaba bajo el sol, con ojos color chocolate y una piel blanca y suave, estaba sentada junto a un niño. Él tenía el cabello blanco y un poco largo, ojos azules como el cielo y la misma piel clara que su amiga. Ambos estaban concentrados en sus propios mundos, jugando y riendo alegremente mientras intercambiaban palabras animadas.

El niño, con las manos cubiertas de arena, estaba construyendo lo que parecía ser un castillo, añadiendo pequeños detalles con mucho cuidado. La niña lo observaba con una sonrisa cálida, disfrutando de la escena. De repente, sacó algo pequeño que tenía escondido entre su ropa.

Llamó al niño con un brillo de emoción en los ojos.

— ¡Lincoln! Feliz cumpleaños, este es mi regalo. — Dijo la niña, extendiendo una pequeña cajita negra hacia él con entusiasmo.

El niño, sorprendido y emocionado, fijó su mirada en su amiga y sonrió ampliamente.

— ¿De verdad? Muchas gracias, Cookie. — respondió Lincoln, conmovido, mientras tomaba la cajita con cuidado.

— ¡Ándale, ábrelo! Estoy segura de que te gustará. — animó Cookie, moviendo sus manitas como si no pudiera contener su emoción.

Lincoln asintió y abrió la caja con curiosidad. Dentro, había un objeto redondo y plateado, adornado con una gema roja que destellaba bajo los rayos del sol. Lo sostuvo entre sus manos, examinándolo con cuidado, mientras Cookie soltaba una risita divertida.

— Eso es un anillo de compromiso. —explicó la niña, viendo cómo los ojos de Lincoln se abrían un poco más al entender la importancia del regalo.

Cookie tomó suavemente la mano de Lincoln, entrelazándola con la suya. Sus ojos se encontraron, y la niña le sonrió con ternura.

— Lincoln, cuando seamos grandes nos vamos a casar. Es una promesa. — dijo ella con firmeza, aunque su voz tenía un matiz de inocencia y dulzura.

Los ojos de Lincoln brillaron de alegría. Sin soltar su mano, fortaleció el agarre y asintió con entusiasmo.

— ¡Claro! — respondió con convicción, sosteniendo el anillo mientras miraba a su amiga.

— Después de casarnos, estaremos juntos para siempre... ¿verdad? — preguntó él, como si quisiera asegurarse de que esa promesa nunca se rompería.

Cookie respondió con una sonrisa encantadora y un pequeño asentimiento. En ese momento, el día pareció detenerse para ellos dos.

Ambos niños siguieron jugando hasta que el sol comenzó a ocultarse, riendo y disfrutando de la compañía del otro. En ese instante, nada más importaba solo ellos dos, el parque

Decidieron jugar un poco más antes de que sus padres de cookie los llamaran corrieron hacia los columpios, pero al cruzar un camino cercano al parque, la despreocupación infantil les jugó una mala pasada. Un balón que habían estado usando rodó fuera de los límites del parque. Cookie, emocionada, corrió detrás de él sin mirar. Lincoln, preocupado, la siguió de cerca.

Un sonido estridente de frenos rompió la calma. Un camión apareció en la escena, avanzando demasiado rápido para detenerse por completo. En un instante, todo se volvió un torbellino de gritos y desesperación. Los cuerpos pequeños de los niños se vieron lanzados al aire antes de caer pesadamente al otro lado de la calle.

número 0.1G: el niño maldito de los kndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora