Capitulo 3: Un duelo amistoso

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Tras la charla con el aldeano, Ryan se acerca a Steve, mirándolo con curiosidad.

—Oye Steve, ¿cómo es que sabes que este mundo es un juego llamado Minecraft? ¿Y por qué crees que fui traído aquí?

Steve suspira, apoyándose en la pared de la casa. —Bueno, es una historia larga. Verás, cuando llegué aquí por primera vez, no tenía ni idea de dónde estaba o qué era esto. Pero con el tiempo, fui descubriendo cosas. Cosas que no encajaban en un mundo normal.

—Como qué —pregunta Ryan, intrigado.

—Como la forma en que se generan los bloques, los biomas, los monstruos. Todo es muy cuadrado, muy geométrico. Como si estuviera hecho a propósito.

Ryan lo mira, tratando de entender. —¿Y qué tiene eso de especial?

—Porque he jugado Minecraft antes —continúa Steve, mirando hacia el horizonte.— Era mi juego favorito. Y cuando llegué aquí, me di cuenta de que era idéntico. Los sonidos, los monstruos, las mecánicas. Todo.

Ryan frunce el ceño, tratando de procesar esta información. —Entonces, ¿dices que este mundo es una versión real de Minecraft? ¿El juego?

—Exactamente —asiente Steve, volviendo a mirar a Ryan.— Y creo que a los que aparecemos aquí, como tú y yo, nos trae... algo. Alguien o algo nos trae aquí por una razón.

—¿Y cuál sería esa razón? —pregunta Ryan, con un tono de desesperación en su voz.

—No lo sé —responde Steve, sacudiendo la cabeza.— Pero creo que tenemos que averiguarlo. Mientras tanto, lo más importante es sobrevivir.

Ryan asiente, mirando hacia el cielo claro de la mañana. La idea de que esto sea un juego, una versión real de Minecraft, es difícil de aceptar. Pero las palabras de Steve tienen sentido. Todo en este mundo es extraño, demasiado perfecto para ser real.

—¿Y cómo sobrevivimos? —pregunta Ryan, volviendo a mirar a Steve.— ¿Qué hacemos ahora?

—Primero, necesitamos recursos —dice Steve, caminando hacia la puerta de la casa.— Madera, piedra, comida. Luego, podemos construir una base segura y empezar a explorar.

Ryan lo sigue, saliendo al exterior. El pueblo ya está despierto, y los aldeanos se mueven por las calles, realizando sus tareas diarias. Los sonidos de hachas cortando madera y animales pastando llenan el aire.

Steve se dirige hacia una casa más pequeña en el borde del pueblo, sacando una pala y un hacha de su bolso. —Vamos a buscar minerales —dice, sonriendo a Ryan.— Es una buena forma de empezar.

Ryan toma su propio hacha, la que encontró en el arroyo, y sigue a Steve hacia un pequeño cerro cercano. El suelo está cubierto de hierba y flores silvestres, y los árboles se elevan majestuosos hacia el cielo.

Mientras caminan, Ryan no puede evitar pensar en su vida anterior, en su casa, en su trabajo. Todo parece tan lejano ahora, como si perteneciera a otra persona. Ahora, su único objetivo es sobrevivir en este mundo extraño y peligroso.

De repente, un sonido estruendoso hace que Ryan y Steve se congelen en sus pasos. En el borde del resplandor de las antorchas, pueden ver los ojos brillantes de un Creeper, un monstruo verde con un cuerpo explosivo.

—¡Cuidado! —grita Steve, levantando su hacha.— ¡No te acerques!

El Creeper emitirá un chillido desagradable, acercándose lentamente a ellos. Ryan siente su corazón latiendo con fuerza en su pecho, sudor frío corriendo por su espalda.

—¿Y ahora qué hacemos? —pregunta Ryan, apretando su hacha con fuerza.

—Tenemos que matarlo antes de que explote —responde Steve, moviéndose en círculo alrededor del monstruo.— Pero ten cuidado, sus explosiones pueden destruir bloques y dañarte gravemente.

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