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Mención especial para mi Regina George y mi Sid y a Chequito vv, esa maniobra de doble adelantamiento fue bien pinche magistral, valió la pena la develada 🫶

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El salón era un mar de silencio contenido. Las banderas internacionales, ondeando en un aire inexistente, parecían más símbolos funerarios que decoraciones diplomáticas. El símbolo de la ONU, proyectado detrás del estrado, dominaba la escena, tan solemne y frío como el ambiente.

Frente al micrófono, el portavoz, un Alfa de mediana edad, con líneas marcadas en el rostro y una postura rígida, ajustó su corbata. Su mirada se mantenía fija, como si intentara perforar a través de las cámaras hacia la audiencia invisible que lo observaba desde todos los rincones del mundo.

La transmisión, en vivo y sin adornos, tenía la calidad implacable de una verdad desnuda. No había música introductoria ni efectos visuales que suavizaran el impacto. Solo su voz, amplificada y resonante, cortó el aire.

—Ciudadanos del mundo—comenzó, su tono formal, contenido. No había titubeos, pero tampoco emoción. Era el tipo de voz que se usaba para leer veredictos o declarar guerras.

La sala permanecía en completo silencio. Ni siquiera los teclados de los periodistas se atrevían a romperlo.

—Hoy me dirijo a ustedes en un momento crucial de nuestra historia. Durante las últimas décadas, hemos sido testigos de una crisis demográfica sin precedentes. La tasa de natalidad entre nuestras castas Alfa y Omega ha descendido a niveles críticos. Si no actuamos ahora, enfrentaremos un colapso irreversible.

Un leve movimiento en la sala; un periodista en la primera fila ladeó la cabeza, su ceño fruncido. Otro dejó de grabar por un momento, como si necesitara procesar lo que acababa de escuchar.

El portavoz continuó, pausado pero firme.

—Es por eso que hoy anunciamos la implementación de la Ley de Procreación Obligatoria para el Bien Común—dijo, permitiendo que la frase se asentara en el aire como una sentencia.

Algunos periodistas levantaron la vista de sus notas. Los murmullos comenzaron, leves pero crecientes. Una mujer en la última fila entrecerró los ojos, como si esperara que él dijera que todo era un malentendido.

—Esta ley, que entrará en vigor dentro de seis meses—prosiguió, elevando ligeramente la voz para sobreponerse a los murmullos—, tiene como objetivo garantizar la supervivencia de nuestras sociedades. Los ciudadanos Omegas mayores de veinticinco años tendrán este período para tomar la decisión de emparejarse de manera voluntaria  y, quienes no lo hagan, se les aplicará la ley sin distinción alguna.

Un veinte de julio, el reloj comenzó a correr. Seis meses. Solo seis meses para renunciar a toda una vida. Seis meses para que los Omegas dejaran de ser vistos como personas y se convirtieran en meras incubadoras humanas.

Seis meses.

La noticia cayó como un martillo sobre la cabeza de todos. No hubo advertencia, solo un decreto de la ONU, publicado con prisa y sin importar el caos que desataría. La Ley de Procreación Obligatoria para el Bien Común no era solo una imposición, era una sentencia. Una condena que dejaba a los Omegas con una sola opción: aceptar o perderlo todo.

El silencio que siguió fue más atronador que cualquier protesta inmediata. La pausa fue breve, pero cargada. Los murmullos se detuvieron, como si el aire mismo se hubiera congelado.

El portavoz levantó la mirada hacia la audiencia. Su tono se volvió más solemne, como si quisiera apaciguar el impacto de sus palabras.

—Sé que esta medida puede parecer extrema, pero esta no es solo una ley. Es un acto de amor  y deber hacia nuestra comunidad global. Confío en que todos comprenderán la importancia de este sacrificio por el bien común.

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⏰ Última actualización: Nov 25 ⏰

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