Capítulo 4

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“A cada paso que daba en la misión, sentía el peligro de la relación entre sus manos, como un arma cargada que podía disparar y desatar un caos inimaginable en el instante más inesperado”

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A cada paso que daba en la misión, sentía el peligro de la relación entre sus manos, como un arma cargada que podía disparar y desatar un caos inimaginable en el instante más inesperado”.

[...]

Abrí los ojos lentamente, sintiendo la pesada pesadez de la oscuridad aun abrazándome. La luz de la mañana se filtraba débilmente a través de las gruesas cortinas, un tenue rayo de sol se asomaba en la habitación, rompiendo la quietud. El aire en la suite era fresco, pero algo en mi pecho se tensó al instante. Inhalé profundo, pero no fue suficiente para calmar la sensación de opresión que comenzaba a formarse.

Al moverme ligeramente, el peso sobre mí me detuvo. Mi mirada, todavía nublada por el sueño, se dirigió a la figura que yacía sobre mí.

Koa.

Estaba acostado sobre mi torso, su cabeza descansando contra mi pecho, sus manos rodeando mi cintura con una posesividad que me hacía hervir por dentro. Su pierna derecha descansaba pesadamente sobre las mías, atrayéndome más hacia él.

Un malestar inmediato se instaló en mi rostro, una mezcla de disgusto y sorpresa.

¿Cómo había llegado hasta aquí?

Traté de alzarme, pero me di cuenta de que su cuerpo era una cárcel pesada, tan grande y musculoso como el mío, y el peso de su figura se sentía como una prisión implacable. Respiré aliviado al darme cuenta de que estaba vestido, a diferencia de él, que yacía completamente desnudo sobre mí.

Mi rostro se arrugó más con el desdén. Traté de concentrarme, buscar algo, cualquier cosa, que me permitiera recordar lo que había sucedido la noche anterior. Pero la última imagen en mi mente era la de quedarme dormido, agotado. No había indicios de algo que justifique esta situación.

Cuando finalmente logré moverme, mi mano rozó su espalda. Al tocar su piel, noté algo extraño: letras pequeñas, delicadamente tatuadas sobre su espalda. Mi vista se detuvo en las palabras escritas en inglés, un texto que me heló la sangre al reconocerlo. Eran mis propias palabras, la conversación que había tenido con el demonio la noche en que hice el trato.

¿Era él quien había hablado conmigo?

Pero, no, no podía ser posible. Su voz aquella noche era diferente, profunda y cargada de una intensidad que ahora me parecía una mentira al compararla con su tono tan... Molesto.

La mirada en mi rostro cambió al llegar a la parte baja de su espalda, donde, en letras pequeñas y claramente visibles, se encontraba mi firma.

Un escalofrío recorrió mi columna.

El demonio había hecho esto, había marcado nuestra conexión. Había mencionado que estábamos enlazados física y emocionalmente. Miré a Koa de reojo, todavía incapaz de comprender lo que esto significaba. La parte física era evidente, pero no sentía nada emocional.

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