╰─➛ ᶜʰᵃᵖᵗᵉʳ o4

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—Narrador Omnisciente


Hoy es miércoles, lo que significa que es el momento de una escapada a Alemania, un viaje que todos estaban esperando con ansias.

Sin embargo, los chicos se encontraban en un estado de frustración considerable, pues habían decidido preparar sus maletas a última hora. La situación era caótica: algunos de ellos no lograban encontrar sus pertenencias, como un par de zapatos que parecían haber desaparecido, collares que habían dejado olvidados en algún rincón, almohadas para el vuelo que no aparecían por ninguna parte y auriculares que, como por arte de magia, se habían esfumado. ¿De locos, verdad? Y eso que Denaith había avisado con antelación, el lunes pasado, a través de un chat grupal que tenían entre todos. Mientras tanto, Denaith y Bill estaban más que tranquilos en la suite, disfrutando de una serie que habían decidido seguir durante el vuelo para no caer en el aburrimiento.

De repente, la puerta de la suite se abrió de golpe y Ellie entró con un portazo que resonó en toda la habitación, haciendo que Bill y Denaith pagarán un tremendo bote.

—¿Naith, has visto mis botas? ¡Joder, que no las encuentro! —exclamó Ellie, con la voz entrecortada y casi al borde de las lágrimas.

—Ah, ¿tus botas? Ve a mirar debajo de mi cama. Creo que las dejaste ahí el día del concierto. —respondió Denaith, tratando de calmarla.

Sin pensarlo dos veces, Ellie se lanzó a comprobar si lo que le decía su amiga era cierto. Apenas llegó al lugar, se puso a cuatro patas y con la cabeza pegada al suelo, intentando ver si sus botas estaban ocultas en la oscuridad.

—¡Mierda, no veo nada! ¡Está súper oscuro! —gritó, sumida en una frustración creciente.

—Usa tu cabeza, maldita. ¿Para qué tienes tu móvil? —gritó Bill desde el otro lado de la habitación, intentando contener la risa.

Ellie, en un arrebato de lucidez, sacó rápidamente el móvil de su bolsillo y encendió la linterna. Apuntó hacia debajo de la cama y, en un instante, sus ojos se encontraron con sus preciadas botas, que parecían estar esperándola.

—¡Joder, joder! ¡Las he encontrado! —exclamó ella, levantando las botas en el aire y dando pequeños saltitos de alegría.

Saliendo de la habitación, sostenía sus botas como si fuesen un bebé recién nacido. Corrió hacia el sofá, donde estaban Bill y Denaith, y rápidamente les dio un beso en la cabeza a cada uno.

—¡Gracias, gracias, mis amores! ¡Adiós! —se despidió, alargando las palabras y dejando de ser escuchada cuando cerró la puerta tras de sí, con una enorme sonrisa en los labios.

Un segundo después, Bill y Denaith estallaron en risas, pues la escena les había parecido demasiado graciosa y extraña por parte de Ellie, quien no solía ser tan cariñosa.

—Me parece que tendré que esconderle las botas desde ahora, solo para que se le pase su amargura —comentó Denaith entre risas.

[...]

Los chicos empezaban a salir del hotel, listos para embarcarse en su aventura. Las oscuras nubes comenzaban a cubrir el sol, trayendo consigo frías brisas que anunciaban la inminente llegada de la lluvia. Todo indicaba que ese día el clima no sería el más amable.

Fuera del hotel, una furgoneta de la marca Cadillac los esperaba, rodeada de un grupo de fans ansiosos por ver a sus ídolos.

Denaith, con una energía contagiosa, corrió rápidamente a dejar sus maletas a los guardias que esperaban por ellas junto al coche. Una vez hecho esto, se dirigió a sus fans con una enorme sonrisa en el rostro. Comenzó a firmar fotografías, a recibir pequeños regalos que esas personas le ofrecían, y a tomar los móviles de sus seguidores para hacerse unas fotos. Fue en ese momento cuando vio a Constanza, la chica con la que se había cruzado la noche de su concierto. Con una sonrisa tierna, se acercó a ella y la abrazó con fuerza, tomando su móvil para hacerse varias fotos juntas. Hizo lo mismo con otros fans que la rodeaban. Denaith estaba desbordante de felicidad. Tanto que las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos al recordar cómo, cuando era pequeña, soñaba con momentos así: encontrarse con sus fans, personas que la admiraban por el simple hecho de hacer música, de hacer lo que a ella le gusta, de expresarse a través de unas cuantas palabras que decían todo y a la vez nada, de cantar hasta el cansancio, de sacar todo lo que tenía dentro, todo lo que sentía que no podía expresar con otras personas porque no la entenderían. Sin embargo, allí estaba ella, rodeada de personas que la amaban, que apreciaban sus letras y que se sentían identificadas con ellas. Denaith hacía lo que a ella le apasionaba y amaba más que a sí misma, y esas personas la apoyaban y la querían. Todo esto sólo porque se sentían identificados con sus letras, porque adoraban esa voz tan angelical que Denaith poseía.

Melodías Y Sombras; Janice Grissetti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora