Juliana
La nota con la palabra "aprobado" en la caja del postre que preparé con bastante chile habanero, seguía sobre mi mesa de trabajo, como un recordatorio del sarcasmo descarado de Alessandro. Había esperado su reclamo con ansias, lista para enfrentarle y escupirle en la cara todo lo que llevaba acumulado. Pero no, el muy cobarde decidió seguir con su absurda ley de hielo. Esa indiferencia calculada que tanto me enojaba y me dolía.
Suspiré mientras mis ojos se desviaban hacia el sobre en mi mesa. La invitación a la boda de Mía y Leonardo. ¿De verdad Mía quería que asistiera? Qué descaro, aunque claro, seguro lo hacía más para presumirme su "felicidad". Reí entre dientes, porque no sentía nada al respecto. Leonardo ya no tenía ese poder sobre mí, ¿y como? Después de esa casi revolcada que me di con Alessandro ni rastros quedó de lo poquito que sentía por Leonardo. Pero entonces, una idea cruzó mi mente, brillante y afilada como un rayo. Si Alessandro quería ignorarme, esta noche lo iba a obligar a mirarme. A sentirme. A desearme tanto que le quemara la piel.
Dejé todo preparado para la boda, logística se encargaría de arreglarlo todo, pedí permiso para tomarme libre el día de la boda, Alessandro aprobó, imagino que para evitar que yo sufriera por la unión matrimonial de Leonardo y Mía, que lejos estaba de la realidad.
Abrí mi armario y busqué el arma perfecta: el vestido de la venganza. Rojo como el pecado, ajustado a cada curva de mi cuerpo, con una abertura en la pierna que dejaba poco a la imaginación y apliques de cristal que brillaban como estrellas en la parte de arriba, mis hombros quedarían destapados y mi escote acorazonado del corset del vestido dejaban ver el inicio de mis senos.
Me miré al espejo, evaluando mi reflejo. El escote profundo acentuaba mis clavículas, mientras el rojo resaltaba mi piel bronceada. Mi cabello caía en ondas suaves sobre mis hombros, y el maquillaje realzaba mis ojos verdes, haciéndolos más felinos.
No soy una simple mujer; soy una diosa, y esta noche lo demostraré. No era de las que le gustaba llamar la atención pero al diablo estoy enojada, me sentía usada y quería venganza, si hacer perder el control de Alessandro era prendiendo sus celos, estaba dispuesta a ver el infierno arder. Pero me las iba a pagar.
El salón estaba lleno, repleto de risas, conversaciones y miradas curiosas. Mi entrada había causado exactamente el efecto que quería: un terremoto de atenciones que dejaba a todos sin aliento. Mi vestido rojo, con su abertura estratégica en la pierna y los apliques de cristal que reflejaban la luz como pequeños destellos, había hecho que todos giraran la cabeza.
Y Alessandro no fue la excepción.
Lo vi desde la distancia, entre un grupo de invitados, su postura relajada pero sus ojos clavados en mí con una intensidad que me hacía sonreír internamente.
Tomé una copa de vino y me moví por el salón, saludando aquí y allá, respondiendo a los halagos con sonrisas coquetas pero calculadas. A estas alturas no me importaba ser el centro de atención, en realidad lo disfrutaba, y más cuando sabía que Alessandro estaba observando cada movimiento, cada sonrisa que no era para él.
Lo ignoré deliberadamente, como si ni siquiera existiera. Lo que Alessandro no sabía era que yo había escrito las reglas de esta maldita ley de hielo, y ahora estaba jugando bajo mis términos. Que sienta lo que yo sentí cuando me trató como un fantasma toda la semana.
Sin esperarlo, llegó Leonardo, hasta donde me encontraba.
—Juliana —dijo, apareciendo a mi lado con esa sonrisa que antes me habría hecho temblar, pero ahora solo me causaba una mezcla de fastidio y lástima.
—Leonardo —respondí, sin apartar la copa de mis labios. No tenía interés en esta conversación, pero el destino parecía tener otros planes.
—Te ves... increíble —continuó, dejando que sus ojos se deslizaran por mi vestido de una manera que me hizo querer rodar los ojos.
—Lo sé —respondí, sonriendo con una autosuficiencia que no pude evitar. Si él pensaba que este era su momento para intentar algo, estaba muy equivocado.
Leonardo suspiró, como si estuviera cargando con el peso del mundo sobre sus hombros.
— Juli, vida, quiero que sepas que me casé con ella por su padre. El tipo tiene contactos, inversiones. Es una alianza, nada más. Pero tú y yo... todavía podemos arreglar las cosas. En unos meses pediré el divorcio, y esta vez...
Lo interrumpí antes de que pudiera terminar esa frase ridícula. —Leonardo, por favor, basta.
Él parpadeó, sorprendido por mi tono. Pero no me detuve.
—Tienes una esposa, una familia. Concéntrate en eso. Déjame a mí fuera de tus telenovelas, ¿quieres? —Le di un sorbo a mi vino, disfrutando de la expresión de desconcierto en su rostro.
—Juliana, yo solo...
—¡No! —dije, levantando una mano para detenerlo—. Supera esto. Yo ya lo hice. Tú y yo somos historia, un capítulo cerrado. ¿De acuerdo?
Él se quedó en silencio, probablemente procesando el golpe a su ego. Y, mientras tanto, una presencia familiar apareció en mi campo de visión.
Alessandro.
Estaba cruzando el salón con pasos firmes, como si tuviera un propósito claro. Su mirada no dejó lugar a dudas: no estaba de buen humor. Llegó justo cuando Leonardo parecía encontrar las palabras para replicar, pero Alessandro lo interrumpió sin titubear.
—Juliana, necesito hablar contigo. Ahora.
¡Eureka! Te tengo Alessandro ahora es mi turno de jugar...
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Hoy es Jueves con "J" de Juliana...¡Esto estará que arde! Me gusta esta Juliana que no se deja intimidar y que siente confianza sobre ella misma. Así está en mi cabeza esta diosa hoy:Que les parece?
Es primera vez que Alessandro la ve así de despampanante. ¿Qué creen que pasará? Lo único que adelanto es que la tensión entre estos personajes se hace cada vez más fuerte 😬🔥😈.
Gracias por leerme JennyferOrganista Vianccar mil gracias por darle una oportunidad a mi historia y votar por ella 🥹❤️.
Un gran abrazo!
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Amor a la Juliana
RomanceCuando Juliana Ferrer, una chef con un talento nato y una lengua afilada, entra a trabajar en el prestigioso restaurante de Alessandro Fieri, el chef italiano conocido por su carácter indomable y una sonrisa que derrite corazones, jamás imagina la r...