Parte 1

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La noche estaba tranquila, con el cielo estrellado extendiéndose sobre el campamento donde el equipo de Avatar se había asentado por unas horas. El aire fresco de la madrugada tocaba tu rostro, y el sonido de las hojas moviéndose con el viento era lo único que se escuchaba, a excepción de las voces lejanas de los demás.

Pero tú, de alguna manera, no podías dormir. Algo te inquietaba, algo que no podías entender. ¿Era la tensión en el aire por la misión del día siguiente? ¿O quizás algo más? Lo único que sabías era que no podías quitarte la sensación de que él estaba cerca.

Zuko.

Aunque antes había sido un enemigo, con el paso del tiempo, algo en su actitud había cambiado. Ya no era solo el príncipe de la Nación del Fuego, arrogante y lleno de ira. Ahora era diferente... aunque todavía llevaba ese aura de peligro, ese toque de misterio que tanto te atraía. Algo en sus ojos siempre te había inquietado, y te sorprendía la forma en que, incluso en los momentos de calma, parecía siempre estar luchando consigo mismo.

Te levantaste, sin hacer ruido, y caminaste hacia el fuego, donde viste la silueta de Zuko sentado en silencio. Parecía perdido en sus pensamientos, con la mirada fija en las llamas. El suave resplandor iluminaba su rostro de una manera que te hacía sentir que todo en el mundo se detenía solo para observarlo.

No sabías cómo habías llegado allí, solo sabías que no podías resistir el impulso de hablarle.

"Zuko..." dijiste en voz baja, sin saber realmente qué esperar de él.

Él levantó la mirada, como si te estuviera esperando. Su rostro, aunque aún lleno de esa dureza que tanto lo caracterizaba, mostraba una leve sorpresa al verte allí, junto a él, en la oscuridad.

"¿No puedes dormir?" preguntó, con un tono que, aunque directo, tenía algo suave en su fondo.

"Parece que no", respondiste, sin poder apartar la vista de sus ojos. Algo en ellos brillaba con una intensidad casi como si estuviera luchando contra algo, algo que tú no podías ver, pero que te dejaba curiosa.

Zuko dio un suspiro, mirando hacia el fuego. "No es fácil relajarse cuando todo lo que has conocido está en constante conflicto." Sus palabras eran frías, pero había algo vulnerable detrás de ellas, como si estuviera buscando una manera de abrirse, pero no podía.

Te acercaste un poco más, cruzando los dedos nerviosamente. "A veces solo necesitamos un poco de... paz, ¿no?"

Él te miró de nuevo, y por un momento, el mundo parecía detenerse. Zuko, el príncipe, el guerrero, el chico que había pasado por tantas pruebas, estaba realmente mirándote. No con la frialdad que solía tener, sino con una mezcla de algo más profundo.

"No sé si lo merezco", murmuró, casi como si no quisiera que lo escucharas. Pero lo escuchaste, y el peso de esas palabras te golpeó con fuerza.

"Yo creo que sí", dijiste, con una suavidad que apenas reconociste en tu propia voz. "Porque, al final, todos merecemos encontrar un lugar donde estar tranquilos. Incluso tú."

Un silencio pesado cayó entre ambos, pero esta vez no se sentía incómodo. Era más como si, por un momento, Zuko hubiera dejado caer un poco de la pared que siempre lo rodeaba.

Finalmente, Zuko rompió el silencio, su voz más baja, más íntima: "¿Sabes qué es lo que realmente me mantiene despierto? No es la misión ni el destino. Es la idea de que tal vez... tal vez nunca llegue a ser suficiente."

Tu corazón dio un vuelco. Zuko, el chico que siempre parecía estar tan seguro de su camino, estaba allí, vulnerable, mostrando algo que nadie más veía.

"Eres más que suficiente", dijiste con firmeza, acercándote un paso más hacia él.

Zuko te miró, y por un segundo, el aire pareció volverse más denso, como si los dos estuvieran atrapados en una burbuja de silencio y conexión. Él no dijo nada, pero algo en su mirada te lo agradeció.

Y, por un instante, todo parecía más claro. El fuego de su alma, tan ardiente, tan intenso, ya no se sentía como una amenaza, sino como algo que podía ser compartido, algo que podía ser entendido.

El aire entre los dos estaba cargado de algo que no podías definir. Zuko seguía mirándote, su expresión tensa, pero sus ojos parecían más abiertos, como si estuviera permitiendo que una parte de él que había mantenido oculta por tanto tiempo finalmente saliera a la luz.

Te acercaste un paso más. El fuego frente a él iluminaba su rostro, y por un momento, parecía más vulnerable que nunca. La intensidad de la mirada que te dedicó te hizo sentir algo en el estómago, como si un peso pesado se hubiera soltado entre ambos.

"Te has vuelto... importante para mí", dijo Zuko, y su voz no sonaba como la del príncipe orgulloso ni como la del guerrero. Sonaba como la de un hombre de corazón dividido, como si hubiera dado un paso hacia lo desconocido, hacia algo que nunca había permitido sentir antes.

Tu corazón dio un vuelco. Zuko, el chico que había sido un enemigo, ahora estaba allí, abriéndose a ti, y de alguna manera, eso lo hacía aún más atractivo. Más real.

"No tienes que decir eso", dijiste, buscando calmar la tensión que se había apoderado de ambos. Pero Zuko te detuvo con un gesto.

"Sí, lo tengo que decir", insistió, un poco más fuerte. "Porque, en este momento, siento que no puedo seguir ignorando lo que siento. Y aunque no lo entienda, no quiero que me veas solo como el chico de la Nación del Fuego que intento cazar al Avatar por todo el mundo. Quiero que me veas por lo que soy, por lo que realmente soy."

Tus manos temblaron un poco, pero hiciste un esfuerzo por mantener la calma. Zuko era como un fuego salvaje, algo que podía consumirlo todo si no se controlaba. Pero ahí, bajo el cielo estrellado, sentías que había algo más que solo su guerra interna.

"Zuko..." dijiste en un susurro, y no sabías cómo poner en palabras lo que sentías. Todo parecía tan abrumador. "No tienes que ser perfecto. Solo tienes que ser... tú. La verdad es que yo también tengo miedo, pero creo que juntos podríamos... encontrar algo. Algo más allá de todo lo que nos persigue."

Zuko te miró por un largo rato, como si estuviera sopesando cada palabra, cada sentimiento que acababas de compartir. Finalmente, se levantó lentamente, acercándose un paso hacia ti. El calor de su presencia te envolvió, y por un momento, todo lo demás desapareció. Solo quedaban los dos, bajo el mismo cielo estrellado.

Sin decir una palabra, Zuko levantó su mano, con esa misma mirada intensa que te había cautivado tantas veces. Su toque fue suave, inesperado, como si no estuviera seguro de cómo acercarse, pero aún así lo hacía. El roce de sus dedos sobre tu mejilla hizo que el aire se volviera aún más espeso, más electrificado.

"Me haces querer ser mejor", murmuró, tan cerca que tu respiración se entrelazó con la suya.

Tus ojos se encontraron de nuevo, y en ese momento, todo parecía claro. No importaba lo que el futuro les deparara, ni las batallas que aún tendrían que librar. Lo que importaba en ese instante era que, por primera vez, Zuko se abría a ti completamente. Y tú no tenías miedo de estar a su lado.

"El futuro puede esperar", dijiste, sintiendo cómo tu cuerpo respondía a la cercanía de él. "Hoy solo somos nosotros."

Con un suspiro, Zuko no necesitó más palabras. Se acercó lentamente, hasta que tus labios se encontraron en un beso suave, pero lleno de todo lo que nunca se habían atrevido a decir. Un beso que no era solo el final de una batalla, sino el principio de algo más, algo profundo, algo más allá del fuego y la guerra.

Y, bajo el mismo cielo estrellado, entre el calor de la noche y el frío de las estrellas, ambos sabían que ya no había marcha atrás.

Bajo el mismo cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora