1. Revelación De Casta

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Desde que tenía memoria, Max siempre había vivido donde vivía

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Desde que tenía memoria, Max siempre había vivido donde vivía. Una casa de una planta de estilo clásico pintada de un azul grisáceo y detalles en blanco, como las columnas y barandilla blanca que había en la pequeña terraza frontal. Tenía un agradable patio trasero y apenas dos metros de patio frontal. El trasero era más que suficiente para Max, ya que ahí pasaba sus horas libres jugando con sus coches de juguete e imaginando un montón de aventuras. Siempre había vivido ahí, no recordaba otro lugar que no fuera ese patio de césped siempre bien cortado con un árbol de dimensiones pequeñas que su padre siempre talaba para que no se volviera enorme junto con los rosales de su madre. Su mamá tenía una enorme fascinación por las rosas, en especial blancas, las rojas no eran del todo sus favoritas.

Habitaba ese patio trasero casi a toda hora si le era posible, incluso ayudaba a su padre a recoger los desechos de aquel árbol que no dejaban que creciera grande. Ayudaba incluso cuando su madre le quitaba los pétalos muertos a sus rosas o incluso cuando plantaba un rosal nuevo. Se había pinchado el dedo con una espina cuando había ayudado a su madre a colocar un rosal nuevo, acontecimiento que provocó que al pequeño Max ya no le gustaran tanto las rosas de su madre.

Estuvo solo por mucho tiempo en ese patio trasero. Sus recuerdos de infancia, esos que puede recordar apenas y bien, se remontaban a una época donde contaba con cinco años de edad, apenas un cachorrito que aún tomaba el biberón por las noches, sólo que ya no era solo leche, sino sabroso batido de chocolate. Sus memorias de cinco años se centran siempre en él jugando con juguetes después del jardín de niños en su patio. Se remontaban a él siempre tratando de ver por los pequeños espacios que quedaban entre las vallas para poder observar qué era lo que su vecino hacía.

Nunca había podido jugar con su vecino porque era mayor que él. Un chiquillo alto que jugaba bruscamente con sus dos hermanos mayores en el patio trasero. A Max le llamaba la atención esos juegos, incluso aquellos donde el hermano mayor de aquel chiquillo lo tumbaba por las piernas. Le parecía curioso cómo era que jugaban con máscaras chistosas y de colores brillantes. Y después reía por lo bajó para que no lo descubrieran cuando veía a la madre de ambos chicos gritando en un idioma que no conocía, pero a juzgar por las expresiones decaidas de los chicos, Max suponía que los regañaba por sus juegos tan bruscos.

Sergio Pérez era aquel chiquillo con el que deseaba jugar, pero él ya tenía diez años y Max tan sólo tenía cinco años. Era mayor que él en muchos aspectos y uno de ellos incluía que Sergio ya no tomaba leche achocolatada de un biberón y que en cuatro años tendría su revelación de casta. Y cuando eso pasara, Max seguiría siendo un cachorro.

Pero su anhelo, aquella necesidad de compartir una tarde de juegos con Sergio, fue concedido gracias a su querida madre. La Omega había invitado a sus vecinos a comer, tener una agradable tarde de hamburguesas o barbacoa, cualquier comida agradable un sábado por la tarde mientras los chicos se divertían en juegos.

Max recuerda ese primer contacto directo con demasiado cariño. Sergio siendo alto y él tan sólo un chiquillo de mejillas rojas y de tamaño  pequeño. Los hermanos mayores de Checo eran aún más altos que él y lo trataron como a un bebé. Paola Pérez ya contaba con diecisiete años y se había revelado como una Alfa a los catorce. Toño Pérez tenía catorce y no hacía más que un par de semanas se había revelado como Alfa. Para Max, los hermanos de Checo eran imponentes, pero seguían teniendo la actitud de un cachorro. Se habían puesto ropa ligera aquella tarde y jugaron a mojarse con la manguera en el patio de los Verstappen. Los hermanos Pérez eran muy unidos y ese mismo cariño entre hermanos, hizo que Max se sintiera de inmediato uno de ellos sin importar que fuera un cachorrito.

Omegacember [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora