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El doctor entró a la habitación sintiendo de inmediato la mirada del chico.

- Buen día, Park JiMin - exclamó sonriente, cayendo en cuenta de lo oscura que estaba la habitación, así que fue hasta la ventana para abrir las persianas.

- ¿Pueden permanecer cerradas? - pidió sin mirarlo - por favor - el doctor hizo una mueca pero asintió.

- Está bien, aunque los rayos del sol le harían bien a tu estado de ánimo - dijo mientras comenzaba a revisarlo. JiMin en todo momento permaneció con la vista en sus manos dejando al doctor hacer lo que debía. - Te tengo noticias - le dijo ya que terminó, ganándose la mirada del Omega.

- ¿Ya me iré a casa?

- Sí, hoy por la tarde podrás irte  - le sonrió - pero es algo más - el chico le miró con el ceño fruncido. - Ayer una de las asistentes me comentó que un amigo tuyo vino aquí muy preocupado.

- ¿Amigo? debió confundirse yo no tengo amigos, recuerdo habérselo dicho - recriminó.

- JiMin ese chico dio tu nombre completo, dijo ser el ex jefe de.. ese tipo - carraspeó.
Ante la mención el Omega cerró fuertemente los ojos simtiendo la ya conocida opresión en su pecho, su lobo gimoteó lastimero ante el recuerdo del Alfa.

- ¿Dijo cómo se llama? - susurró a penas - tal vez sea obra de él para saber dónde estoy.

‐ No, pero dijo algo muy particular - ladeó su cabeza con una sonrisa, ganándose una mirada curiosa -, a dicho que no te preocupes más, que ahora tienes un Ángel Guardián.

JiMin frunció el ceño mirando fijo al doctor, ¿Ángel Guardián? ¿Ex jefe de.. él? Espera ¿Ex jefe? ¿Lo habían despedido?
- Doctor, ¿el tipo dijo que era el ex jefe?

- Así es, eso le dijo a la asistente.

JiMin asintió aún no convencido, no le daría mucha importancia.

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Bajó del taxi dándole el dinero al chófer para luego ingresar al edificio, con una mueca que pretendió ser sonrisa saludó a la recepcionista y luego subió al ascensor, cuando llegó a su piso fue de inmediato a su departamento e ingresó, se quito los zapatos y sin ningún ánimo fue y se dejó caer en el sofá.

Las lágrimas fluyeron de la nada al igual que sus sollozos, su aroma se volvió agrio rápidamente sofocando el ambiente pero no podía evitarlo, los recuerdos lo invadían de inmediato.

Ahora estaba completamente solo cuando hasta hace unos días vivía feliz con su Alfa en un cálido departamento. Su mundo se había desmoronado como un castillo de arena golpeado por las olas, de un segundo a otro se halló solo y desprotegido, con el corazón roto y el alma hecha pedazos.

Su mente era invadida por todos los buenos recuerdos junto a su Alfa; los abrazos por la mañana antes de que se fuera al trabajo y los besos cuando llegaba, las caricias, las lindas palabras, los mimos y muchos bonitos recuerdos más,  hasta llegar al más horrible de todos. Hasta llegar a ese en el que el Alfa, su Alfa quién todos los días decía amarlo, quién todos los días lo besaba y acariciaba, ahora besaba a alguien más, ahora acariciaba a alguien más. Lo peor era que a esa Omega la tocaba como a él jamás lo tocó, a ella la besaba como a él jamás lo besó, ¿por qué? ¿Qué hizo mal? ¿Qué le faltó? Si él le daba todo de sí al Alfa. Le dio su amor, sus primeras veces y le confió sus secretos, ¿En qué falló?

Sus sollozos ahora eran fuertes al igual que sus lágrimas, no importa cuantas veces había llorado ya, sus ojos parecían contener muchas más y su alma seguía teniendo fuerzas para liberar los fuertes sollozos.

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⏰ Última actualización: Dec 03 ⏰

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Ángel GuardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora