Rose hizo noche en el calabozo, sin noticias del exterior, de lo que sucedía o cambiaba, sin saber si había algún nuevo detenido o si alguna novedad se había cruzado en el camino de los que investigasen el caso.
Cuando por la mañana se abrió la puerta de la celda y dos agente de policía aparecieron al otro lado un rayo de esperanza cruzó los ojos de la joven. Puede que hubieran detenido a alguien, que fuesen a liberarla y a pedirle disculpas por el terrible malentendido, pero nada de eso pasó.
La esposaron para sacarla de la celda y llevarla al juzgado más cercano, sin permitirle cubrirse para tratar de mantener el poco anonimato que pudiera quedarle, presentandole a su abogado de oficio. Cuando los dejaron a solas, sus palabras le desolaron.
—Me han asignado el caso por la mañana, sin acceso a pruebas, testigos o declaraciones hasta hace nada... No veo buen futuro para este juicio, podrías tener todas las pruebas a tu favor y aún así perderíamos.
»La gente ha visto o ha creído ver algo, y quieren justicia. No quieren que solo porque eres una chiquilla joven se sea más blanda contigo, piden justicia por el pobre hombre que ha muerto, y no les importa quien caiga si parece culpable.
»Las elecciones están a la vuelta de la esquina, que el juicio se resuelva rápido es lo que les interesa.
El letrado siguió contando, pero ya no le escuchaba. Nadie la creía, y quien lo hiciera no iba a admitirlo. Solo su familia estaba de su parte, y si es que lo estaba, porque la respuesta de su madre al descolgar el teléfono le había echado la culpa por todos lados. La creían culpable de todo, el robo y del asesinato.
El juicio se le hizo eterno, se sentía pequeña en el banco que le había tocado sentarse. Estaba por debajo de cualqueira de la estancia, o al menos así lo sentía; cuando se giraba a mirar al público sentía miradas acusadoras, por lo que dejaba de mirar en busca de alguien que le apoyase.
Las pruebas salían una a una. La pistola que le habían puesto en la mano para que quedaran sus huellas era la prueba núcleo de todos los argumentos de la acusación, las ganzúas encontradas en su bolsillo tampoco ayudaban, y eso hacía que todas las otras pruebas circunstanciales tuvieran más peso.
Argumentaban el robo en su situación económica tan tensa, las becas no se habían repartido todavía y el dinero que Rose tenía en la cuenta se iba acabando. Asumieron que había disparado por ser nueva en el mundillo, que eso la hacía de gatillo fácil, y que al asustarse cuando el dependiente presionó la alarma silenciosa fue su reacción natural. El argumento final fue la propia gasolinera, no era en la que repostaba habitualmente, por lo que no la reconocerían; de haber ido a la gasolinera habitual, habrían sabido quien era y la habrían detenido aunque hubiese logrado escapar.
Cuando por fin fue el turno de la defensa todo dio igual. Los argumentos que daba su abogado en favor de su inocencia eran tirados uno a uno con poco o ningún fundamento, se movían por el enfado que sentía la gente del lugar. Cada vez que intentaba desmontar algún argumento que fuese en contra de su inocencia cargaban con las huellas dactilares en el arma, con las ganzúas del bolsillo, con su pobre cuenta bancaria.
Aunque todo eso no hubiera sucedido, el juez estaba dispuesto a dar un veredicto de culpabilidad.
—Tras las declaraciones, testimonios y pruebas facilitadas por la acusación y la defensa, estoy listo para dar un veredicto —Rose estaba al borde del llanto, sabía los posibles castigos, y no sabía si le daba más miedo pudrirse en la cárcel o no lograr reinsertarse al salir de ella —. Se declara a la acusada, Rosamund Morstan, culpable de los delitos de robo con violencia y asesinato en primer grado. Se impondrá la pena de Prisión Permanente Revisable, a cumplir en la prision de East Sutton, en Sutton Valence, Kent. —Al mismo tiempo que aquel mazo golpeó la mesa Rose se rompió, era inocente, pero la encerrarían como a una delincuente.
Unos agentes la levantaron casi por la fuerza, llevandola como un alma en pena al coche patrulla. Los flashes de todos los periodistas la cegaban, las cámaras de televisión trataban de salir al paso y detenerlos para poder hacerle preguntas, pero los agentes les apartaban para llegar hasta el coche.
Cuando la subieron al coche patrulla, los agentes se montaron rápido en sus asientos, saliendo rápido del lugar para escapar del movimiento mediático, con los llantos de Rose en la parte de atrás, hablando entre ellos sobre ella como si no estuviera.
—Tan jovencita y con ese cuerpecito... seguro que eres un caramelito allí dentro.
—No le mientas, no va a aguantar viva ni un día, quién asesina como lo ha hecho ella, encima siendo engañada por otra persona para comerse el muerto ella solita...
—Tampoco te pases, si hay alguna pedófila por allí, solo será la segunda mierda más grande del lugar.
—Pero si hay alguna pedófila se la apropiará, ¿No ves que tiene cara de niña? —Ambos agentes explotaron en risas en ese instante, ignorando que Rose estaba destrozada, ignorando que la universitaria era incapaz de hacer alguna otra cosa que llorar en silencio en el asiento trasero de aquel mugroso coche.
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De otra manera
AcciónRose, una joven atrapada en una cruel injusticia, es arrestada por un delito del que, irónicamente, es la víctima. Para la policía todo encaja perfectamente, ella es la cómplice que se quedó atrás al llegar la patrulla. La sentencia es rápida y el v...