CAPÍTULO 2: UN CUERPO SEXY, UN INVENTO ¿QUE FUNCIONA? Y UNAS PALABRAS DE AMOR

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Publicado en FanFiction el 8/9/2013. HTTYD no es de mi propiedad. Pertenece a Dreamworks y/o Cressida Cowell.

¡Leed y disfrutad!


Era una tranquila tarde de verano en Mema. Hipo trabajaba tranquilamente en la fragua haciendo unos últimos retoques a su nuevo invento, mientras Desdentado se echaba la siesta en la sombra de un árbol cercano al arsenal.

—"Bien, esto por aquí y este engranaje tengo que ajustarlo un poco más..." —pensaba Hipo haciendo lo último.

Astrid entró por la puerta sigilosamente, oculta entre las sombras. Con una cesta en la mano, observaba un tanto sorprendida a Hipo. Él estaba de espaldas, y el calor de la fragua le había obligado a quitarse la camiseta, estando solo con unos pantalones cortos que le llegaban un poco más arriba de las rodillas. Su cuerpo estaba cubierto por un contorno de formados músculos que no eran exagerados pero le hacían una hermosa figura masculina y joven; y un tanto vikinga, aunque para Astrid era todo sexy. Y más en ese momento, que casi nunca había tenido la oportunidad de ver el cuerpo de Hipo, salvo en los entrenamientos, aunque antes era un pobre cuerpo flaco y débil, todo lo contrario a lo que era ahora.

En todo ese tiempo, el mundo se había parado, hasta que...

—Tierra llamando a Astrid —dijo Hipo en tono burlón.

Astrid con un leve parpadeo volvió en sí. El castaño estaba frente a ella, frotándose las manos con un paño intentando quitarse el aceite y mirándola con una pequeña carcajada.

— ¿Se puede saber de qué te estás riendo, Haddock? —dijo Astrid con mirada asesina.

—"Ya la he fastidiado" —pensó el chico.

Hipo dejó de reír y solo podía ver a Astrid con terror, esperando a que lo matara o algo parecido. Unos minutos incómodos duró esa escena, pero Astrid por un momento desvió la mirada hacia el antebrazo izquierdo de Hipo y vio algo que no le gustó.

La chica se acercó, dejando la cesta en una mesa que había a unos metros de ella.

— ¿Qué te ha pasado en el brazo? —dijo ella con preocupación. Hipo aún con el miedo en el cuerpo, miró con timidez lo que le había ocurrido.

—Al... algo parecido a... a lo tuyo... —dijo con un leve tartamudeo—. Hemos visto algo tan hermoso que nos hemos despistado por un momento y uno de los dos lo ha tenido que pagar —dijo con un pequeño sonrojo en la cara—. Por cierto, me gusta mucho tu colgante.

Astrid miró su collar: era la caracola que le había regalado Hipo, en invierno, colgando de una fina cadena de oro haciendo que la boquilla de la caracola mirara hacia arriba.

—"Qué mono está cuando sonríe..." —pensó la rubia.

Ella tampoco tardó en sonrojarse también, pero por cambiar de tema y que no la viera con una leve sonrisa, volvió a ver detenidamente el brazo del castaño.

—Mmm... Menuda quemadura, está bastante mal —dijo ella buscando en una pequeña estantería, algo con lo que sanarla.

Hipo se sentó en una silla que había a su lado y extendió el brazo con un pequeño quejido de dolor. Astrid volvió con unas vendas y un poco de aceite de centeno. Se sentó en una silla delante de Hipo y empezó a curarle la quemadura.

Astrid reunió valor y volvió al tema que dejaron a medias unos minutos antes.

—Supongo que somos un poco idiotas —dijo ella lavando la herida.

— ¡Ay! —se quejó Hipo.

—Lo siento, sé que escuece —su voz parecía arrepentida.

—Tranquila, no importa —dijo el castaño con un pequeño quejido—. Además, ha sido culpa mía.

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