Cumpliendo promesas

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Desde el principio lo sabía, después de todo era su misión. Lo que no imaginaba, era que las cosas saldrían diferentes. ¡Con lo que le encantaba el orden! Nada mejor como tener un plan para todo. Bueno, si había algo mejor que eso: que las cosas salieran exactamente como quería.

Pero él sabía, mejor que nadie, que todo siempre cambia.

Ella lo cambio.

Solo la había visto en fotos, para él solo era otra chica más. Pero en cuanto la vio por primera vez, algo se sintió diferente, eso no quiere decir que aparecieron esas estúpidas mariposas de las que todos hablan. No. Lo que sintió diferente, fue exactamente eso, que pudo sentir.

Los ojos de esa chica. Su cabello era... ¡Alto! Ni siquiera quería describirla, porque era solo de él y nadie más tendría el derecho de conocerla, mucho menos después de ...

"-¿En serio lo harías? ¿Por mí? - pregunto, con un brillo en sus ojos que no había visto antes.

-¡Pero claro! Sabes que siempre cumplo lo que prometo. - y eso era verdad, él nunca mentía.

-Pero... cuando sepas que es lo que quiero... no lo vas a hacer .- aquel brillo que había visto desapareció y lo sustituyo una mirada triste.

-¡Por supuesto que lo hare! Solo dímelo. - estaba decidido a verla feliz, haría lo que fuera. Incluso... matar.

Ella suspira mirando el suelo, luego levanta su mirada y responde:

-Quiero que me mates."

Aún recuerda como aquellas palabras lo sorprendieron, aunque, después de todo esa era su misión. La cuál él había decidido no terminarla, pero ahora lo había prometido. Él nunca rompe una promesa.

Después de un tiempo de aquella conversación, ahora era su momento, no tenía otra opción. Ya sabía que de cualquier forma sucedería. Pero debía de ser él quien lo hiciera, estaba escrito. ¡Ja! Al parecer había alguien con sentido del humor escribiendo profecías.

Se acercó a ella y la miro, de nuevo se había quedado dormida sobre sus libros ¡Vaya! ¿Cómo no? Si era una cerebrito, y aun así lo volvía loco. Era tan hermosa, la forma en la que... ¡Demonios! ¡No otra vez! Si continuaba mirándola lo volvería a aplazar, como la noche anterior.

Así que solo tomo la manta, con la que solía cobijarla cuando se quedaba dormida o pasaban tiempo juntos, y decidió hacerlo.

Se acercó a ella, la tapo con la manta y sintió como empezó a removerse debajo de él, pero siguió, ya no había vuelta atrás.

Y lo logro, ella dejo de pelear.

Había muerto.

Eso le dio a él una satisfacción que jamás había experimentado.

¿Y lo mejor de todo?

Él cumplió su promesa.

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