Capítulo 10: "Susurros malignos"

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Ross

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Ross

Desperté al lado de Cali, sin idea de qué carajos seguía.

La había besado y escapé como toda una cobarde, pero ella no me dejó ir.
Corrió detrás de mí y volvió a besarme incluso con más energía que la primera vez.
Jamás habría esperado eso.

Dormí con ella y desperté entre sus brazos, ¿cómo se supone que debía interpretar eso?

Realmente parecíamos una pareja, actuabamos como una y no por la presión del matrimonio falso, sino porque ambas cruzamos esa línea.

Noté que ella estaba despierta cuando dejó varias caricias en uno de mis brazos y fue tan suave que me perdí en su delicadeza.
Parecía que hacía trazos imaginarios sobre mi piel, como caminos de cosquillas que erizaban todo mi cuerpo.
Cali me enseñaba sensaciones nuevas todo el tiempo y comenzaba a preguntarme si yo causaba lo mismo en ella. Si yo creaba momentos importantes en su mente, de esos momentos que son inolvidables. Como la mayoría donde estábamos juntas, al menos para mí, que quizás vivía en un mundo de muchos colores cuando estaba a su lado.

—¿Qué estoy haciendo?... —murmuró seguramente pensando que no la escuchaba.

¿Se arrepentía de lo que había pasado la noche anterior?

Un sentimiento extraño recorrió todo mi cuerpo, porque su tono en definitiva no era bueno.

Dejó un beso en mi frente y no pude evitar aferrarme a su cintura con un poco más de fuerza después de que la sensación de sus labios se desvaneció.

Se ve que no le molestó y sólo dejó su mano entre mi cabello, con esa delicadeza que yo jamás había recibido.
Era nuevo, y sin duda me revolvía el estómago con una sensación rara.

Se sentían como cosquillas, pero de un tipo que nunca tuve.

Hasta me quedé dormida de nuevo.
Jamás alguien me había acariciado de esa manera al despertar a mi lado y fue una sensación nueva que recorrió todo mi cuerpo.
Sin duda tampoco podría olvidarlo fácil.

Aunque me tropecé un poco con la realidad cuando volví a despertar, ya que ella ya no estaba en la cama.

—Carajo —murmuré sentándome un poco y suspiré al ver su lado con las sábanas casi perfectas.

Ese fue otro recordatorio de que no podía encariñarme con ella, no podía acostumbrarme a todo eso.

Después de ir al baño de su habitación y que no hubiera rastros de Cali —que no fueran todos sus productos de belleza—, decidí bajar al primer piso.

Un Anillo Para RossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora