Capítulo 1-Resurección

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20 de Enero de 1742, Highlands de Escocia.

Duncan

Noté una punzada por la espalda, y después no sentí nada más. Bajé mi vista y vi que la espada atravesada de mi enemigo Harold de Inglaterra, un sassennach odiado por todos los escoceses, estaba formando una gran mancha que teñia de rojo mi camisa blanca.

El principio del fin pensé. Noté otro pinchazo y vi salir la espada de mi cuerpo moribundo.

- Ahí te pudras O'Hara.- Con una sonrisa volvió a la batalla.

Caí desplomado al suelo y miré por última vez al cielo. Estaba nublado, como siempre en esta época en Escocia. Cerré los ojos y dejé que la paz me llegara en medio de la batalla, la sangre y los gritos.


Beth

-Padre, ese. Es un valeroso guerrero.- Beth no podía apartar su vista del magnifico guerrero moribundo del suelo, al cual había estado observando y había deseado que lo mataran para poder tenerlo más cerca.

Tenia un aspecto amenazante y poderoso, pero una belleza digna de los dioses a los que estaba acostumbrada a ver.

-Mmm... No lo sé Bethanie, este guerrero lleva muchas bajas inocentes sobre su espalda, no creo que sea lo suficiente noble.- Odín se rascó la barbilla, estaba contrariado, había visto su arte en la lucha, pero también conocía el pasado de ese hombre.

-Podríamos subirlo y ver si es lo suficientemente valeroso y leal, ¿no crees, Padre, que deberíais darle una oportunidad a tan valiente guerrero?

- De acuerdo, Bethanie...- Esa ninfa a la que tenia tanto cariño siempre conseguía ablandarlo. Desde pequeña subia al cielo a visitar al caballo de Odín, y desde ese instante le cogió cariño. La trataba como si fuera su propia hija y no quería que sufriera, y menos por un guerrero tan despiadado como había sido este Duncan O'Hara.- Pero, con la condición de  que no te acercarás a él hasta que demuestre su humildad y yo te lo permita.

- Trato hecho.- Beth sonrió por dentro. Sí, no se acercaría a él, pero tenia otros métodos para conocerlo. Ese hombre la tenía intrigada.

- Alana.- Bramó Odín.

- ¿Si, Padre?- Alana era la encargada de traer a los guerreros lo suficientemente valientes y nobles al Vallhala, para convertirlos en guerreros del dios Aesir.

- Traeme a ese guerrero.

- Enseguida.

Vi deslizarse a Alana colgada de un rayo hacia la Tierra. Llevava una bruma alrededor suyo, para que no fuera vista por los demás guerreros en el campo de batalla.

Ahora solo quedaba esperar al apuesto guerrero y esperar a que se enamorara de ella. Porque, oh si, sería suyo. Lo había sido desde el instante en que lo vio.


Duncan

Abrí los ojos y vi ante mi una hermosa mujer de cabellos de oro, tez bronceada y ojos verde musgo que me miraba como si hubiera estado esperando este momento.

Bajé mi vista hasta sus carnosos labios rojos, y pensé en besarla. Total, seguro que era un sueño o es que ya estaba en mi propio cielo.

Sin pensar la cogí y la acerqué hasta rozar sus labios. Pero de pronto, salí disparado hacia atrás, chocando con una pared de mármol blanco.

Entonces, recordé mi herida y miré la cicatriz formada en donde antes solo había sangre. Dios mio, me había curado. ¿Donde estaba? Miré alrededor, y solo vi paredes de mármol blanco con toques de oro. Y por lo menos 4 personas observándome. Entre ellas, la hermosa mujer, y a su lado el temible hombre que me había apartado de ella. ¿Sería su hija?


Beth

Dios mio. Dios mio. Casi me había besado. Duncan O'Hara casi me había besado.

Cuando subió en brazos de Alana, solo pensé en sus brazos cogiéndole y mis celos se dispararon. Yo quería tocarlo.

Lo dejó sobre la cama de enfermería, y le curamos las heridas con ungüentos creados por las ninfas de las hierbas curativas. Cuando tenía todo curado, me paré a observarlo. Tenia una cara perfectamente angulada, con unos labios carnosos, y su pelo... ¡Oh que pelo! Mechones negros caian hasta sus hombros, daban ganas de acariciarlos, pero no podía. Odín me observaba con cautela. Si no estuviera, ya le habría acariciado hasta sus abdominales.

Tenia la piel bronzeada y sin camiseta se le veía su pecho fornido. Si mi mejor amiga Leia estuviera aquí, ya le habría puesto el mote de pecho lobo. Como echaba de menos bajar a la Tierra y verla.

Estaba absorta en mis pensamientos que no noté que comenzaba a moverse.

- Bethanie.- Dijo Odín mirando al guerrero.

¡Por fin se iba a despertar, y podría descubrir el color de sus ojos!

Sus ojos comenzaron a abrirse poco a poco y al abrirse me miró. Y cuando digo mirar digo mirar. Oh dios que ojos... Azul electrizante, lo llamaría yo.

No dejaba de mirarme, y cada vez aparecía un sentimiento en su rostro... ¿Odio?¿Deseo? No me dio tiempo a pensar más porque de repente se acercó y rozó sus perfectos labios contra los míos. Pero eso fue todo, porque Odín lo estampó contra la pared.

- ¡No vuelvas a tocarla!- Bramó Odín cuando el guerrero lo miró.

- ¿Y qué si lo hago?- Me miró y me dedicó una sonrisa torcida.

-¿Sabes con quien estas hablando guerrero? Soy Odín el Dios de los dioses así que ya puedes estar retirando esa insolencia o sufrirás.- Odín estaba rojo de furia por tal atrevimiento.

- No creo que sea mucho peor que todo lo que me ha pasado, además para mi, el único dios en mi vida soy yo. No necesito a ningún superior. Soy Duncan O'Hara el guerrero más importante de todas las Highlands.

Es imbécil. Definitivamente imbécil. Nadie un su sano juicio le dice eso a un Dios, y menos si ese dios le ha devuelto la vida.

-Por tu insolencia serás castigado: te mantendrás entre las sombras en forma de Wulver.


Duncan

Palidecí. No esperaba que de verdad estuviera en el cielo. ¿Qué había hecho? Ese era Odín, el dios más importante de la mitología de nosotros, los nórdicos, pero yo ya habia abandonado a mi fe y creencias cuando toda mi familia murió en un incendio hace 5 años, ¿donde estaban esos dioses tan queridos entonces? No pediría perdón, mi orgullo siempre se mantendría fuera quien fuese. Nunca me arrastraría por nadie. 

-¿Qué es un Wulver?

- Te convertirás en un tipo de lobo y tu función será proteger las Highlands. Además de cuidar de los más pobres y velar por su seguridad. Así que, que tengas suerte en tu eternidad.

Miré por última vez a la preciosa mujer. Beth, me llamo Beth. No sé si fue mi mente o si me hablaba mentalmente, pero así la llamaría.

Adiós preciosa.

Secreto en las HighlandsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora