Capítulo Doce

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Toda la habitación estaba llena de un silencio absoluto, ni siquiera se oían nuestras respiraciones o los latidos de nuestros respectivos corazones ¿La razón? No la sé, pero supuse que se debía a que a él estaba esperando alguna respuesta de mi parte, y yo por el contrario estaba pasmada ante sus palabras. Mi corazón al igual que mi respiración estaba paralizado. Fruncí los labios luego de dejar salir un pequeño suspiro, el cuál rompió el silencioso momento. Nate seguía de cuclillas frente a mi, con sus manos tomando las mías, con esos ojos jodidamente perfectos mirándome suplicante...

-¡Por lo que más ames Jandí,di algo! ¡Lo que sea! -Dijo harto de seguir esperando.

¿Qué podía decirle? Estaba asombrada, porque aunque aquellas palabras me habían hecho feliz, aún no podía asimilarlas, ni en mis más locos sueños se me había pasado por la mente la posibilidad de que Nate me invitará a ir con él.

-Nate -Dije sin saber que otra cosa poder decir.

Él resopló y no lo culpo... yo era desesperante a veces.

-Es qué... -Volví a hablar -No se que decirte me has dejado completamente anonadada... es mucha información para procesar en una mañana... No se que contestar -Admití por fin.

Él se puso de pie, sacudiendo un poco las piernas, supuse que se había cansado a causa del tiempo en el que había estado en cuclillas. Luego me estiró la mano para que me pusiera de pie también, la acepte y me levanté de la cama. Cuando estuve de pie me tomó de la cintura y me acercó a él, luego tomó mi barbilla con una de sus manos y sus ojos azules penetraron en mi pupila haciéndome estremecer. Su respiración hizo sincronía con la mía, vi cada una de sus facciones, sentí el calor de su cuerpo, sentí a su ser y me cobijé de él, porque estaba segura que aquel chico, haciéndome sentir perdida en ese preciso momento era M no Nate. M estaba de vuelta y yo quería abrazar su presencia y no soltarla nunca más, no quería perderlo nunca más. Mis piernas estaban hechas gelatina, pero traté de tranquilizarme.

-Jandí -Susurró mi nombre con una voz tan sensual que me erizó la piel -Se que todo esto suena loco y descabellado, pero así es el amor y no podemos hacer nada contra él. Te amo y creo que lo tienes claro, te amo y es por eso que quiero que vengas conmigo, porque quiero tenerte a diario conmigo para recordarme lo bien que se siente estar vivo. Te quiero a mi lado para que ambos vomitemos miel si así lo quieres... te quiero a mi lado sin una razón concreta, porque somos jóvenes e idiotas y porque te amo, y porqué ya no me imagino mi vida sin tí... ya no -Miró mis labios y contuve la respiración, luego sus ojos volvieron a mi mirada -No debes contestarme ahora... solo... piénsalo ¿Quieres? -Me sonrió con ternura.
-Claro que lo haré M...

Mierda.

Nate suspiró con un poco de tristeza que quiso esconder fingiendo una sonrisa. Me maldije a mi misma en silencio.

-Nate, lo siento -Dije apenada mientras observaba como soltaba mi cintura y se sentaba en la cama.
-No te disculpes Jandí, no pasa nada.
-Perdón -Dije con lágrimas en los ojos. ¡Mierda Jandí! No llores, no llores, no llores.... Sentía las lágrimas picando mis ojos. No Jandí, no llores.

Lo miré, él estaba observando el techo de la habitación. Al parecer lo había herido y no lo culpo, le había llamado por el otro nombre 3 veces en un día. Pensé en decir algo inteligente para disculparme, pero luego me di cuenta que lo mejor era dejarlo sólo, supuse que estaría molesto conmigo.

-Creo que lo mejor es que me vaya -Dije mientras una lágrima se escapaba de mis ojos. Comencé a caminar hacía la salida, pero Nate se levantó rápidamente de la cama y me tomó del brazo, hizo que lo mirará y limpió con su pulgar las lágrimas de mis mejillas.
-No te vayas Jandí, por favor -Me miró suplicante -Puedes llamarme Petronilo si así lo quieres mi amor.

"Mi amor" Me había dicho mi amor...
Lo miré un tanto confundida y sonreí como idiota mientras clavaba mi mirada verde en sus ojos azules.

-Jandí, no puedo prohibirte que no me llames M... ¿Sabes por qué?

Negué con la cabeza.

-Porque así me conociste, así nos enamoramos. Es como si me prohibieras que te llame Jandí... se que es un tanto diferente porque Jandí es tu verdadero nombre. Pero cariño fui un poco egoísta al pensar sólo en mi y no en tí... Pasaron muchas cosas y te he fallado demasiado así que creo que tienes derecho a llamarme Pedazo de imbécil, si eso te hace feliz.

Suspiré y lo jale de la camisa para acercarlo a mí, él me tomó de la cintura hasta que nuestras respiraciones se volvieron una misma. Podía sentir como si volará, hacia tanto que no tenía esas emociones que sólo él me hacía sentir. Nuevamente deje de tener control sobre mi, como los primeros días en que lo había conocido.
Miró mis labios y tomándome con fuerza los besó con una desesperación que daba miedo, al tiempo que un montón de sensaciones se disparaban por todo mi ser. Llevaba un vestido azul cielo ese día. Podía sentir como todo mi cuerpo quería una sola cosa: Él...
De un momento a otro los besos subieron aún más de intensidad pero no podía detenerme, ni quería detenerlo. La oscuridad de su habitación comenzó a envolvernos, hasta que sus manos comenzaron a acariciar cada parte de mí. Bajando y quitando con suavidad aquel vestido del color de sus ojos. Comencé a quitar su playera, y así cada una de las prendas hasta que no hubo barrera entre nuestra piel desnuda. Y así pasó el tiempo entre besos y caricias hasta que nos volvimos uno mismo... y al estar unidos por primera vez sentí el cielo, probé el veneno del amor y me embriagué de él... me embiragué de M.

Mi amor MDonde viven las historias. Descúbrelo ahora