Fate: El Joker del Cielo

Capítulo 1(Reescritor)

I. Amanecer resplandeciente

" Estaba soñando. En las noches de luna llena, me convertía en un niño pequeño y me encontraba abrazado por un calor nostálgico. Pero cuando me despertaba del sueño, solo quedaba una vaga sensación de nostalgia. Eso también se desvanece pronto. Con una sola lágrima como el rocío de la mañana."

– Muira Kentaro

"La victoria es tuya."

Mientras mi cuerpo temblaba de cansancio y dolor, cada respiración era agonizante al inhalar el olor acre de madera quemada y olores metálicos de todo tipo, el hedor de la muerte y la descomposición permanecía en el aire. Mis músculos, heridos y protestando por la constricción de la batalla, luchaban por encontrar el equilibrio sobre el adoquín resbaladizo y manchado de sangre.

El cielo nocturno era un lienzo de hilos dorados, cada uno de ellos intrincadamente tejido y latiendo con un poder sobrenatural. Cada hilo conducía a un arma diferente, cada una preparada y lista para derribarme con una precisión mortal, con la luna débilmente iluminada dando testimonio de mi impotencia.

"Muere con esa satisfacción, farsante."

La derrota se cernía sobre mí, una presencia familiar pero no deseada.

Hice todo lo que pude, superé mis límites de crecimiento, pero no fue suficiente. Mientras estaba en ese campo de batalla, no pude evitar preguntarme si valía la pena; la respuesta llegó tan inmediatamente como la pregunta.

Sí, hemos salvado incontables vidas y evitado una tragedia, pero ¿a qué precio? Los sacrificios de esta guerra pesaron mucho en mi corazón y ensombrecieron cualquier sensación de logro.

¿Fue realmente una victoria cuando se perdió mucho?

La antigua y futura reina, Artoria Pendragon, desapareció de este mundo después de luchar sin descanso contra su única fuente de esperanza. Sacrificó su sueño idealista para salvarme a mí y al mundo. Ahora ha regresado y ha jurado servir una vez más.

Sentí una punzada de preocupación al sentir que el prana de Tōsaka se desvanecía, pero sabía que ella era inteligente y lo suficientemente fuerte para sobrevivir: me aseguraría de ello.

Como un león herido, me levanté para enfrentar a mi último enemigo, con el cuerpo golpeado y magullado, pero mi resolución ardiendo brillante como el horno dentro de esa forja.

El aire que nos rodeaba estaba impregnado de un intenso olor a magia y poder que casi nos sofocaba. Y debajo de todo ello se percibía un leve aroma a incienso quemado, un recordatorio de las innumerables oraciones y ofrendas hechas a este legendario rey.

Los escritos más antiguos del mundo hablaban de un rey codicioso que amasó riquezas en su búsqueda de la inmortalidad. Un rey benévolo que luchó contra los dioses por el bien de la humanidad. Un tirano que creía que el mundo era su jardín. Todas y cada una de esas características encajaban con el hombre que tenía delante.

No pude negar su magnificencia sobrenatural.

Gilgamesh estaba de pie frente a mí, sus penetrantes ojos escarlata delataban un complejo de emociones. Era como si me estuviera concediendo una última mirada al amanecer antes de que se acabara mi tiempo.

Pero eso no iba a ser así.

Un insondable nudo de caos surgió de debajo de la extremidad cercenada del rey, alterando la solemnidad del momento y desatando un torrente de energía retorcida. El confinamiento esférico se rompió cuando el caos se expandió, devorando todo a su paso como una bestia hambrienta. En un abrir y cerrar de ojos, envolvió al hombre por completo, dejando solo escombros dispersos a su paso.