Salí del aeropuerto y ya estaba el auto estacionado afuera, solo estaba michael mi antiguo guarda espaldas, tenia años sin verlo, desde que papá decidió enviarme a ese internado en España, tenía 11 años y recién descubría que me gustaban los chicos, tenia un amigo, mi mejor amigo Liam, siempre jugábamos en su casa, el era dos años mayor que yo, era como mi hermano hasta que un día decidió besarme, no supe por qué lo había hecho, no sabía que estaba mal, solo sabía que se sentía bien el estar con él. Estos besos se repitieron hasta que un día papá nos vió, estábamos en su habitación, ambos éramos soldados en una guerra y él era herido y yo tenía que besarlo para curarlo, justo cuando mis labios se pegaron a los suyos entró uno de los escoltas que estaban en casa de Liam junto a papá. Tres días después estaba en un avión camino al "Internado de varones de Madrid". Pasé 7 años allí "Re-educándome" mi padre me visitaba junto a mamá en las vacaciones pero nunca en esos siete años salí de España, mi hermana gemela Mía pasaba solo dos semanas al año conmigo, ya que sus compromisos con mamá, papá y la Corte Real de Inglaterra hacían que su tiempo libre fuera limitado, además de que papá no quería que pasara tiempo conmigo, su hijo "dañado". El tiempo pasó y me gradué de la secundaria, el plan era seguir estudiando en Italia donde vivía mi abuela, pero por una razón desconocida mi padre había solicitado mi vuelta a Inglaterra, pero nisiquera había ido a recibirme en el aeropuerto ¡vaya sorpresa!.
Sonreí a Michael, mi antiguo guardaespaldas al acercarme, la puerta del auto se abrió y salió Mía. Que hermosa estaba, su cabello rubio caía ondulado hasta cintura, sus ojos verdes me miraban con emoción y su perfecta sonrisa me hacía recordar lo mucho que la amaba, salió disparada a abrazarme, yo dejé caer mis maletas y la abracé, olía a perfume, sus lágrimas empapaban mi hombro e inmediatamente a mi se me escaparon algunas lágrimas mientras la apretaba mas fuerte a mi cuerpo
-pensé que nunca ibas a llegar- me dijo mientras se separaba de mi -Michael y yo llevamos aquí como una hora, estaba empezando a asustarme, pensé que habías cambiado de opinión y te ibas a ir donde la abuela sin avisarnos- Sonreí y recogí mis maletas empezando a andar hasta el auto
-No podría irme sin decirte nada a ti, además tengo unos asustos pendientes por aquí, así que tendrás que aguantarme un buen tiempo si quieres que me vaya- dije mientras Michael cerraba el maletero del auto
-Bienvenido de vuelta joven Franchesco- dijo Michael dándome un apretón de manos.
De camino a casa Mía y yo hablamos sobre la universidad ambos estudiaríamos en la Universidad de Cambridge, yo estudiaría Literatura y ella medicina. Veía por la ventana como pasábamos las calles y mi niñez vivida en ellas, era extraño volver después de tanto tiempo, era extraño saber que volvería a ser tratado de "El hijo del Conde Paolo", sabía que no era gran cosa ya que mi gemela siempre me hablaba de lo que hacía, las fiestas, las cenas, los juegos de polo, los viajes, la prensa a su alrededor y sonaba bastante fácil pero yo no crecí rodeado de ese mundo y ahora que tenía que hacerlo me asustaba un poco, pero aún así me emocionaba cambiar de panorama, ver gente nueva, volver a la Mansión Bertollini, pero lo que más ansia, miedo y expectación me causaba era volver a ver a Liam, era estúpido, ya lo sabía, habían pasado 7 años pero yo aún sentía un no sé que por él, no sabía como reaccionaría al verlo, sobretodo porque nunca en esos 7 años me escribió o llamó, no intentó contactarme y eso de cierta forma me lastimó, que era mi mejor amigo.
Llegamos a la Mansión Bertolinni y los tres bajamos del auto, Michael se llevo mis maletas y Mía me arrastró dentro de la casa, entramos y todo era como lo recordaba, detrás de la puerta se encontraban las escaleras, hacía la derecha una sala de estar con enormes ventanales con vista al jardin, al lado izquierdo el comedor, la casa era inmensa (era una mansión después de todo), cruzamos la sala y nos metimos detrás de una puerta secreta al lado de una estantería y entramos al despacho de nuestro padre, éste se encontraba sentado en su escritorio de madera oscura viendo un reguero de documentos encima de él, al nosotros entrar levantó la vista y sonrió