Capítulo 5: El canto.

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Después de pasar la tarde con Carlos. Pasadas las diez, la hora en que llegué a casa, mis padres ya tenían la cena en el estómago. Así que me tocó comer sola.

Cuando comencé a fregar mis platos, sonó el timbre de casa. ¿Quién a estas horas? No estaba esperando a nadie, por lo tanto, dejé que mi madre fuera a abrir la puerta. Oí algunas voces.

- Hola muy buenas. ¿Está mi queridísima amiga Ariadne? -era una voz fina y muy irritante, digamos que estaba afónica también. La reconocía, era Coleman, Sandra Coleman, la muy tonta. Mi madre la dejó pasar y oí unos pasos que venían hacía la cocina. Voltee a verla, estaba ridícula. Iba despeinada y con los ojos negros, seguramente debido a que no se le quitó bien el rimel.

Antes de hablar reí bajito.

-¿Qué haces aquí? -pregunté un tanto borde y seguí lavando el vaso que aún me quedaba.

-Tu madre me dejó entrar niña -lo dijo con tono burlón sin dejar de mirar lo que yo hacía.

-¿Que quieres niña? -la eché un mal de ojo. Pero sin tanto desprecio. Me sequé las manos y me acerqué a ella.

-Subamos a tu habitación.

-¿Quién te crees que eres para mandarme a mi en mi casa?

-No es tu casa, es de tus padres -se rió exageradamente. La odiaba. ¿Por qué andaba por mi casa entonces? ¿Desde cuando se admitían furcias en esta casa?

Maldita sea. Ella era la única que quería sentirse superior a mi, sin serlo. ¿Puede haber algo más ridículo que acabar en el suelo vomitando? En su propia casa, y acabar echando a todo el mundo por su culpa. Que desastre de fiesta.

-Subamos anda -dije relajada, ya que di de lado a todo lo ocurrido.

Ella fue tras mía, al entrar se sentó en mi cama como si fuera suya. De golpe.

-Estoy cansada. Me aburro yo sola. Quiero que... -no deje que terminase de hablar, ya me estaba poniendo nerviosa.

¿Qué qué? ¿Estamos tontos? -lo dije sin pensar de verdad. Aveces lo que pensaba lo llegaba a decir en alto.

-Déjame terminar, no me interrumpas niña.

Odiaba su forma de hablar. ¿Niña? ¿Qué educación tiene esta chica? ¿Se lo dice a cualquiera? Menuda inculta. No, si no se la veía muy lista el primer día. Demasiado tontita al hablar.

-Bueno, que quiero que el próximo fin de semana hagas una fiesta en tu casa. O cuando este libre. Venga guapa -se levantó de la cama y salió por la puerta sin casi darme tiempo a responderla. Salí tras ella y me paré al llegar a las escaleras.

-No sueñes tanto reina. Que no se van a cumplir todos tus sueños. Yo no soy tu hada madrina -su mirada era fulminante. De esas que pronuncian la palabra "Te mato".

Bajé y la empujé delicadamente hacia la puerta.

-Ariadne porfa, necesito beber.

-¿Pero a ti que te ocurre?

-Hazlo por favor -sus ojos se humedecieron. No puede ser verdad. Algo la pasaba.

Mi rostro se suavizó, y asentí con la cabeza pero le dije que me lo pensaría primero.

Al oír mi respuesta, inmediatamente sonrió. ¿Enserio necesita beber?

Niña tonta.

Subí a mi cuarto a intentar dormir pero no pude. Lo de Álvaro invadía mis pensamientos. Quería conocerle. Cojí mi portátil y lo encendí. Me metí en Google y busque en Facebook. Intenté encontrarle por amigos de amigos... pero no hubo resultado. Al parecer tenía un hermano pequeño que fue a quien encontré con apellido Díaz y cotilleé sus fotos en las que aparecía Álvaro. Era un chico que a simple vista se le veía feliz. Hasta podía decir que en las fotos también. Salía sonriendo o con media sonrisa.

Alcancé mi móvil, tenía unos cuantos mensajes sin leer. Muchos de ellos eran de Sandra, por eso mismo se presentó a mi casa. No los miré hasta ahora. Soy una despistada. No soy de estar pegada al móvil.

Me tumbé boca arriba en la cama, y me puse la música alta. Tengo un equipo que nadie se lo puede ni imaginar, unos altavoces increíbles. A todo el mundo le gustaría tenerlos. Tienen mi altura y un metro de ancho como mucho. Y me encantan. Cuando me siento agobiada, pongo mi música favorita y mi relajo, ese es mi buen plan.

-Jolivet -golpearon al otro lado de la puerta, era mi madre -Voy a entrar.

Mi madre tenía la manía de llamarme por mi apellido. Y mira que no me agradaba. Pero tenía su punto de seriedad.

-¿Qué tal en Odra? -se le creó una media sonrisa y se sentó manteniendo la mirada en mi.

Valla con el nombrecito que le pusieron al instituto. Odra. Suena tan religioso, tipo instituto de monjas.

-Bien mamá bien -rodeé los ojos para que notará que siempre venía a preguntarte por cosas que ya tenían una simple respuesta. Y me hizo bajar la música para esto.

Salió sin decir nada, parece que le molestó.

Eran casi las doce de la noche, me asomé a la ventana, y salí al tejado, comprobando que mi madre ya había bajado a la planta de abajo, no le gustaba que subiera, ya que era peligroso.

Hacía fresco, pero me encontraba bien, no tenía frío. Miré al cielo contemplando las estrellas. Me parecían hermosas. Cada una de ellas eran parte de alguna constelación. Me fascinaban todos los dibujos que podían formar.

Mientras las contemplaba, empecé a escuchar como alguien cantaba. Era la voz de una chica. No la distinguía, no era lo suficientemente alta como para saberlo.

"Caí otra vez, pero pude levantarme. Sintiendo un vacío en mi. Que todo tiene su consecuencia y no lo puedes evitar. Quisiera no tener la forma tonta de enamorarme, porque..."

Escuché como cerraban una ventana. Mi oído no daba más de sí. Ya no escuchaba su voz. Parecía totalmente rota, por amor. ¿Nadie de su familia la escuchaba? Increíble.

Bajé a mi cuarto y revisé mi celular. Tenía un mensaje de Anderson entre todos los de Sandra. La llamé.

-Jolivet cariño, tengo que contarte algo -su acento me conmovía. Tiene una voz muy peculiar y hablaba siempre con mucha energía.

Empezó a hablar de sus primeros días de instituto. Al parecer iba ahora a uno de sólo chicas. No se admitían chicos. Ella estaba en contra de todo eso, a mi sinceramente, le dije que me hubiera dado igual. Menos problemas. Pero por esa zona, en Almería, tenía una playa muy bonita, y ella solía ir allí a pasar las tardes con las amigas. Y un día de esos, un grupo de chicos se les acercó. Pero a que no os imagináis que pasó...

-Tía, y es que, no te lo vas a creer, empezaron a pedirnos dinero, droga. Estábamos asustadas. Nadie dijo nada, no parábamos de mirarnos. No teníamos ni idea de que iba a pasar después de no darles nada. Todos ellos estaban fuertes, llenos de tatuajes. Creí a ver visto a uno de tus primos. Pero no me reconoció, así que no estoy segura.

No respondí rápido. Me quedé un poco pensando. ¿Podría ser la mafia de Oscar? Algo así.

-Ander, prométeme que nos veremos pronto. Porque yo intentaré ir.

-Te estaré esperando -escuché un bostezo al otro lado de la línea -estoy cansada, necesito dormir, buenas noches -emitió unos ruidos de besos.

-Buenas noches -colgué, me acomodé en la cama y cerré los ojos.


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