𝚁𝚘𝚢𝚊𝚕𝚝𝚢 [XianWang]

VII

¿Por qué dolía?

Desde el principio, Wei WuXian sabía que Lan Zhan era una persona difícil de conquistar. Se había mentalizado para momentos como este, pero, aun así, su lobo interior aullaba de tristeza. Lágrimas calientes corrían por sus mejillas rojas de esfuerzo. Llevaba entrenando con su espada bajo el sol de la mañana durante un buen rato; hoy no tenía que ir al Ministerio de Guerra y había terminado sus tareas a tiempo.

Había adelantado todo para poder tener una de las citas que conforman el cortejo para el omega. ¿La respuesta? Nunca llegó. Lan Zhan no tuvo tiempo para atenderlo cuando quiso invitarlo formalmente.

Llegó puntual al palacio del segundo príncipe y esperó durante largos minutos a que lo atendieran. Una sirvienta fue todo lo que recibió; ella le explicó que el príncipe estaba ocupado y que no lo atendería hoy.

Fue expulsado del palacio porque era mal visto quedarse más tiempo del necesario, especialmente si ya había sido rechazado. Digno sería decir que pasó una vez y dejó de insistir; no, pasó tres veces y en todas fue devuelto con el rabo entre las piernas a su casa. Era el hazmerreír en el palacio del heredero. La habladuría de los sirvientes se extendió rápido entre la capital. Todavía no se había hecho público su estatus como prometido real, así que era una vergüenza que un alfa fuera rechazado tantas veces por un omega que, según todos, estaba fuera de su alcance.

Lo hacía parecer un insistente de mierda.

Esperaba que en cualquier momento fuera citado por el Emperador para recriminarle su personalidad terca. Si su sobrino dijo que no una vez, ¿qué le hacía pensar al alfa que le diría que sí las demás veces?

Su orgullo estaba por los suelos. A su lobo le importaba menos su ego como alfa; lo que lo mataba era la indiferencia del omega que había escogido. Se pasaba todo el día llorando y aullando, y a Wei WuXian le dolía continuamente el pecho por lo mismo. ¿Cómo le explicaba a su lobo que ni él entendía por qué ese rechazo tan frío de parte de ese ser de luz?

Wei Ying se daba una idea: había hecho algo mal en la pequeña plática que tuvo ese día con el príncipe. Tuvo que haber dicho algo que lo disgustó tanto como para no tolerar verlo otra vez. Tonto de él que no se dio cuenta.

Suele hablar mucho cuando está en confianza y no mide sus palabras; tal vez Lan Zhan se sintió ofendido de alguna forma.

Asestó otro golpe al maniquí de madera. Su largo cabello ocultaba la irritación en sus ojos de los sirvientes chismosos que deambulaban por el jardín con excusas vagas, preguntando si necesitaba algo o si deseaba beber en particular. Era una ilusión creer que ignoraban la razón de su actitud tosca.

—Joven Nie, nosotros lo anunciamos, nuestro amo-

—¡Yo puedo anunciarme solo!

Wei WuXian reconocería esa voz a kilómetros. Con prisa, limpió el agua de su rostro y recompuso su postura. Carraspeó un par de veces para que el nudo en su garganta se esfumara.

—¡A-Xian!

La bolita de túnicas verdes que era el omega corrió en busca de su mejor amigo. El alfa dejó a un lado su espada, abriendo los brazos para el inminente choque del cuerpo contrario.

Tal como lo dijo, HuaiSang se estrelló contra él en un fuerte golpe que, por unos momentos, le sacó el aire de sus pulmones. ¿Dónde cabía tanta fuerza en ese pequeño cuerpo?

Miró con pena al sirviente que corría detrás de su mejor amigo, agitado y sonrojado por el esfuerzo. —A-Jing, puedes retirarte, yo me encargo del omega revoltoso.

Un jadeo indignado se escuchó desde donde estaba escondido el rostro lleno de sudor del menor. El sirviente –que no era más que un niño de 14 años- reverenció y dejó solo a los dos amigos. Wei WuXian sostuvo mejor el cuerpo, acomodando sus manos en la cintura contraria; una alarma se encendió en su mente, con premura tomó el rostro de HuaiSang y lo revisó de lado a lado, apachurrando las suaves mejillas, examinando de arriba abajo toda la piel que sus ojos alcanzaban a ver.