CAPITULO 54

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Cuando la puerta de su deteriorada cabaña se abrió con lentitud abrumadora, lo menos que se esperó el propietario fue ver a aquel beta de avanzada edad ingresar a través de ella.

El corazón le latió de manera irregular en el mismo instante en el que el anciano le sonrió ampliamente. Su respiración se volvió tan agitada que su pecho se sacudió con violencia.

El alfa se puso de pie con notable dificultad en un intento por recibirlo, aún adolorido por los golpes que le propiciaron hace tan solo unos cuantos días atrás.

—Se-señor Taeil, qué sorpresa, no lo esperaba —habló entre titubeos el hombre, frotándose las manos.

—¿Qué te ocurre, Suho? —La sonrisa del beta desapareció tan pronto como comenzó a hablar, dándole paso a una seriedad absoluta—. Parece que has visto algo aterrador.

—Señor, se lo juro que lo intenté, yo traté de detenerlo, pero ese alfa se escapó. Arrancó las cadenas de la pared y me tomó desprevenido, incluso se llevó a mi hijo. —Trató de excusarse, intuyendo que la presencia del anciano se debía a ese hecho en particular.

Taeil se acarició el mentón sin dejar de mirarlo fijamente con esos ojos oscuros y llenos de malicia.

A pesar de su avanzada edad y apariencia, Suho era consciente de la fuerza de aquel beta que optaba por mostrar una imagen débil ante los demás. No comprendía cómo alguien que lucía tan endeble y viejo, podía ser capaz de contener tanto vigor. Quizá esa era la razón por la que le resultaba sencillo mezclarse entre los demás y pasar desapercibido.

—Bueno, eso explica algunas cosas, como la interrupción de ese alfa en la ceremonia de unión de la condesa —espetó el beta—. Ella no está nada contenta.

—Se lo prometo, mi señor... yo... yo hice todo lo que pude. Le juro que no fue mi culpa, yo... yo...

—Cállate —bramó Taeil, dejándolo estático—. En realidad, eso no importa ahora. ¿Se escapó? Bien, podía pasar, estábamos conscientes de ello, aunque no esperábamos que fuera tan pronto. Sin embargo, la condesa tiene algo que preguntarte.

El sonido de las lentas pisadas sobre la madera erizaron cada vello en el cuerpo de Suho. Sus manos comenzaron a sudar y sus piernas iban perdiendo fuerza. Una gélida brisa lo cubrió por completo en el momento en que aquella hermosa y peligrosa mujer entró en su campo visual. Sus ojos fríos se posaron sobre él y le provocaron un temblor que no pudo controlar.

—Buenas noches, Suho. Es todo un gusto verte. Pensé que no te encontraría aquí, te agradezco que me hayas ahorrado la molestia de tener que perseguirte. Veo que al menos piensas un poco, porque sea como sea, yo te hubiese encontrado.

—Mi... mi señora, señora, por favor... por favor... —Las rodillas de Suho se doblaron y cayó al suelo—. Se lo suplico, perdóneme la vida, por favor... no cometeré más errores, le seré fiel en todo lo que necesite, por favor, mi señora, déjeme vivir.

—Suho... no sabía que me tenías tanto miedo. —Sooyoung curvó las comisuras de sus labios—. Pensé que tendrías algo de valor al enfrentarte a mí.

—No es así, mi señora. —El alfa se escuchaba desesperado—. Se lo prometo, por mi vida, yo la respeto mucho. Jamás se me pasaría por la cabeza enfrentarla. Por favor...

—Y dime algo, si tanto es tu temor y valoras tanto tu miserable vida, ¿en qué momento se te ocurrió que era una buena idea vender a mi hijo?

Los ojos de Suho se abrieron a más no poder.

La joya del alfa ⚝ NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora