- Papá,- su voz sonó segura, tanta como su tono podía darle a pesar de sus nervios.- tenemos que hablar.
- Estamos hablando, Ciara.- le contestó con una sonrisa.- Echo de menos a tu madre en la mesa.- y miró al lado de él donde la silla estaba vacía.
Ciara también lo hizo con un suspiro.
- Esto no es fácil.- su padre volvió a ella que tomó aire.- ¿Por qué otro guardaespaldas?- Esteban rió ante la ironía de su voz.- Ya soy suficientemente mayor, lo de mamá está ya arreglado, ¿no? Y ya que tengo que soportarlo... creo que podría visitar la ciudad.
- No, no es buena idea. Y lo de tu madre... aún no se ha arreglado. No puedo decirte cuánto durará esto, Ciara. Pero debes tener paciencia, es por tu propio bien.
Hizo un mohín de fastidio ante las mismas palabras de siempre.
- Pues si es por mi propio bien, contrata a alguien que me dé clases de defensa personal. Creo que sería más provechoso.
Tomó su cuchara sorbiendo el potaje sin mirarle.
Esteban lo miró con una ceja enarcada.
- ¿Cómo no se me ha ocurrido antes?- Ciara lo miró de reojo.- Llevas razón. Hay veces que puedas tener que valértelas sola... nunca se sabe.
- ¿Estás hablando en serio?
- Y sé quién es el candidato perfecto, suerte que contraté a ese nuevo guardaespaldas.
Se levantó de la mesa.
- Tienes que estar bromeando.- apoyó ambas manos sobre la tabla.- ¿Ese novato?
- Cálmate, hija. No estoy bromeando, es la pura verdad.
Se sentó escrutándolo con la mirada.
- Le odio.
- ¿Eh? ¿Por qué? ¿Qué te ha hecho?
- Es un egocéntrico.
Esteban rió.
- ¿Sólo eso?
Ciara se cruzó de brazos.
- Vale, me salvó de aquella cosa de cuatro patas.- admitió.- Pero es un orgulloso y egoísta macho ibérico.
- Oh, ya veo por donde vas. ¿No le habrás hecho ya alguna de las tuyas?
Ciara sonrió inocentemente.
- ¿Me ves tan vengativa?
- Eh... pues sí.
La muchacha se puso colorada hasta las orejas. Tomó los cubiertos de nuevo.
- Sigo queriendo ir a la ciudad.
Esteban tomó también la cuchara para seguir con la comida.
- Lo pensaré. Es cierto que no puedo mantenerte para siempre enjaulada. Hablaré con tus guardaespaldas y comprobaré algunas cosas.
- ¿De verdad?
Esteban asintió serio sin mirarla.
Ciara sonrió.
- Pero...- observó a su padre cansada.- tendrás que obedecer todo lo que se te diga, y nada de poner en ascuas a Sebastián.
- ¡Eh!
- Nos conocemos, mi niña.- dijo sonriente.- ¿Qué tenías pensado hacerle después de tu ataque de pimienta? Que a propósito, hacía tiempo que no me reía tanto.
- ¡Papá!- exclamó de nuevo con su rostro del color carmesí.
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- Adelante, Dylan.
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Quiero... hincarte el diente
RomanceSebastian se ha prometido no condenar a nadie a una vida como la suya, él se iría al infierno con su propia pesadilla, si es que se iba alguna vez... porque su condenada promesa podía esperar hasta que esa orgullosa mujer cayera en sus redes, no le...