Capitulo 3

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Ciara se apresuró en llegar a su habitación, quería ver sus nuevas fotografías. Ese árbol era precioso, quizás alguna semilla se había colado... aunque no tenía sentido que creciera tan deprisa.

Fuese como fuese, era algo nuevo y eso la emocionaba tanto como su reciente yegua. Desde luego, no lograba entender a Orión con tanta precaución por tan sólo un árbol.

Suspiró hondamente mientras tomaba asiento en su escritorio y esperaba que su ordenador se encendiera. Fue sacando la tarjeta de memoria de la cámara, le estaba dando calor. Se incorporó para quitarse las botas de montar y chaleco, echó su trenza a un lado y fue cuando se acordó de su nuevo guardaespaldas. Frunció el ceño, casi lo había olvidado. Rozó el cuello en la zona donde la había besado y mordido, aquello había sido un mordisco en toda regla, no para dejarla señalada pero si como para... ¿probarla? Se estremeció en el acto, a sabiendas de que la sensación incluso resultó ser agradable. Sacudió la cabeza.

Volvió a sentarse tamborileando sus dedos sobre el ratón tras pulsar en el programa deseado para visionar las fotografías.

¿Le había dicho su nombre? Sí, Sebastián... Las imágenes se cargaron pero ella tenía puesta su mente en pequeñas cosas que debían salir mal para el novato. Sonrió al ocurrírsele una pequeña travesura.

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Sebastián fue conducido a lo que iba a ser su habitación por un largo tiempo. El ama de llaves seguía con esa fría mirada con su vista fija hacia adelante, sin gesto alguno que le permitiera a él adivinar qué podía estar pensando. Sonrió, aquello lo encontraba entre divertido e interesante. Estaba seguro de que la mujer escondía algo.

- Es aquí.- le dijo abriendo la puerta con llave. Acto seguido se la entregó.- Sólo yo tengo otra copia, no se preocupe.- y entró sin darle tiempo siquiera a contestar nada.

Prendió la luz para ver y se acercó a dos ventanas descorriendo las cortinas y subiendo persianas. Él mismo apagó la luz antes de que la mujer pudiera hacerlo, que se volvió perspicaz volviendo a taladrarlo con los ojos para después recomponerse enseguida y comprobar que todo estaba en su orden.

- Si necesita algo, ya sabe dónde está la cocina.

- Me guiaré por el olor. No me ha mostrado la casa, y eso me recuerda que quisiera ver a Hanna.

- La señora aún está en cama...

- Vuestro señor me permitió la visita.- la cortó con una traviesa sonrisa que hizo que la ama de llaves gesticulase un pequeño mohín de fastidio.- Así que... si usted es tan amable, señora...

- Señorita. Estoy acostumbrada a que me llamen por mi nombre. Estela.

- Muy bien, Estela. Si es usted tan amable.

- Termine de instalarse y volveré en media hora, prepararé a mi señora sobre su visita.- dicho eso, pasó por su lado y salió del cuarto imperturbable.

- Guau...- logró exclamar sin perder su sentido del humor.

Registró la habitación, no era muy amplia, pero sí confortable, de colores claros en mezclas de beige y marrón. En un lado tenía una cama doble con su correspondiente mesita de noche y armario, y cerca de una de las ventanas, un pequeño sofá de dos plazas junto a un escritorio. Se adentró y descubrió que frente a la cama había otro cuarto que resultó ser un pequeño baño.

- No está mal.- se dijo soltando la maleta.

Memoró que la habitación de la chica que protegía estaba paralela a la suya. No sabía en qué sentido, pero supuso que sería en el lado derecho donde estaba la cama, allí un cuadro casi tan alto como él cubría la pared mostrando un paisaje nocturno en la que se reflejaba la luna sobre una charca.

Quiero... hincarte el dienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora