2. Algo extraño

30 0 4
                                    


Viernes ¡Por fin te acabaste! ─ Fue lo primero que pensé al culminar mi último turno de la semana, que por suerte terminaba a las 3 pm. Aunque a comienzos de ésta había tenido mucho trabajo, al final no hubo tanto, por lo que mi cuerpo estaba en buena forma para el día de mañana que saldría con Katia, con quien me hallaba texteando mientras caminaba al parqueadero del hospital, diciéndole que no tenía ropa para ir a rumbear por lo que tendría que comprar algo antes de llegar a casa o mañana temprano. Tan distraída me encontraba que no me di cuenta que un auto estaba retrocediendo para salir de la zona de parqueo y me atravesé, solo hasta que escuché las llantas en seco por el fuerte frenón que dio el conductor para evitar arrollarme fue que me percaté de la situación. Por la fuerte impresión me quedé quieta, no podía mover mi cuerpo, sentía como mi corazón latía a mil y gotas de sudor caían por mi rostro. Reaccioné cuando escuché la puerta del auto ser cerrada por su conductor. Wao. Vi como a medida que caminaba se acercaba hasta llegar e interponerse en frente mío.

─ ¿Estás bien? ─ Al escuchar la pregunta reaccioné. Miré al emisor de aquellas palabras. Abrí mi boca para responderle y volví a cerrarla debido a que mis palabras no salían. Estaba en schok por el susto de mi vida. ─Ven, vamos a sentarnos. ─ me dijo sin mostrar emoción alguna, y me condujo con sus manos en mis hombros a una banca que se encontraba cerca, debajo de unos árboles que brindaban sombra. Al tocarme, sentí una sensación recorrer todo mi cuerpo, era una energía que me llenaba, una sensación que ahí, dónde sus manos estaban, me quemaba.

Después de lo que fueron algunos minutos, luego de que mi corazón empezó a latir con normalidad y de estar mirando a la nada mientras aquel hombre esperaba por una reacción mía, reaccioné.

─Sí... estoy bien. Discúlpeme... no me fijé que iba retrocediendo... por estar chateando con una amiga. Lo siento... ─ Las últimas palabras salieron de mi boca como un susurro. Sentí que la fuerte opresión en mi pecho poco a poco iba desapareciendo y por primera vez me permití mirar fijamente al hombre que tenía a mi lado. Estaba sentado, a pocos centímetros de mi cuerpo, con sus brazos apoyados en sus piernas y su mirada al frente. Al poder observarlo un poco más detalladamente pude cerciorarme que era la primera vez que mis ojos lo veían. ─ Lo siento ─ Volví a repetir. Al escuchar de nuevo mis disculpas su mirada se fijó en mí y nuestros ojos conectaron. Pude ver que los suyos eran de color azul, definitivamente unos ojos hermosos.

─ Tranquila, no pasa nada. Yo también tuve algo de culpa por no fijarme en que usted se dirigía a esta zona del parqueadero. ─ trató de tranquilizarme, esta vez con un tono de voz más amable y, con lo que pareció ser un asomo de sonrisa. ─ ¿Está mejor? ¿Necesita algo? ¿Quiere que la lleve dentro y le hagan un chequeo? ─ parecía estar preocupado y no sé por qué, pero eso me hizo sonreír.

─ No, gracias. En verdad estoy bien. Muchas gracias por preocuparse. ─ No supe que más decir y al parecer él tampoco. Después de unos segundos de mirarnos fijamente y sin nada que saliera de nuestros labios decidí que era hora de seguir con mis planes. ─ Bueno, eh... me tengo que ir. Y siento el susto que ambos pasamos─ le dije tímidamente mientras me levantaba.

─ No se preocupe. Lo importante es que solo fue un susto. Y a la próxima esté más alerta mientras camina ─ me dijo en tono regañón. Cuando se colocó de pie lo miré detalladamente... este hombre imponía. Con su altura de más de metro ochenta, espalda ancha, y un abdomen sin un rastro de grasa, brazos musculosos con los bíceps marcados... se notaba que ejercitaba. Iba vestido con ropa casual: una camisa color azul cielo, con las mangas recogidas hasta la altura de sus codos, que le quedaba de infarto y resaltaba aún más el color de sus ojos, un jean ajustado... Bueno, bueno, y ¿qué tanto reparas? Deja de estar viendo lo que no debes, interrumpió mi mente. Y lo peor de todo era que al parecer el sujeto se había percatado de mi escrutinio porque me miraba con una ceja alzada. Sentí como mis mejillas, que normalmente eran de color blanco al igual que mi piel, se calentaban.

─ Hmmm me tengo que ir, de hecho iba hacía mi coche ─ con mi pulgar señalé detrás mío─ necesito realizar unas vueltas y creo que se me hace tarde ─ le decía con palabras rápidas mientras iba retrocediendo. Podía ver que mi reacción al sujeto le causaba gracia, pues su postura relajada y esa media sonrisa lo reflejaban. Hasta que casi choco de espaldas con un auto, que se encontraba parqueado y por el cual casi caigo, no me volteé para caminar como era debido. Uhhh. Solté el aire contenido al sentarme en mi auto. Me quedé por un momento pensando en todo lo que había sucedido hace un instante, todo fue tan raro... esos ojos tan azules, tan lindos... sacudí mi cabeza para espantar esos pensamientos. Haber, ¿Qué te pasa chica? Solo fue... fue... fue algo raro y ya, más nada. Borra cualquiera otra cosa que se te esté ocurriendo. Prendí mi auto y salí del parqueadero rumbo a un centro comercial.

Tenía más de una hora caminando viendo ropa. Faldas, jeans, blusas, shorts, vestidos y nada me convencía. O era muy atrevido, algo que no usaba, o no me gustaba. Al estar sin saber que elegir le mandé un mensaje a Katia para que viniera y me ayudara a escoger algo decente pero apropiado para la ocasión. Estaba desesperada ya, tenía más de cuarenta y cinco minutos esperándola y nada que apare...

─ ¡Hey! ─ Sentí que gritaron en mi oído ─ ¿Tenías mucho esperándome? ─ Katia, algún día de estos, te voy a matar.

─ Sí, algo. ¿Dónde estabas metida que te demoraste? ─ Le pregunté, porque su casa no estaba a más de cinco minutos del centro comercial, y cuándo la llamé me dijo que ya iba a salir.

─ Lo que pasa es que Juanpa me llamó para que fuera un momento a la base y presentarme a sus amigos, con quienes vamos a salir mañana.

─ Hmmm ya. Bueno. Necesito que me ayudes a escoger algo, que no sea muy sugerente, que tape todo, pero a la vez sirva para la ocasión.

─ Jajaja oye, tienes un cuerpo de envidia como para que lo estés ocultando. Alguito hay que mostrar ─ dijo guiñándome un ojo mientras se dirigía al almacén ubicado frente a nosotras.

Gracias a mi genética tenía un cuerpo con curvas, para mi opinión personal eran muchas y me hacían ver voluptuosa, por lo cual no me gustaba usar ropa corta y ajustada a mi cuerpo para no llamar mucho la atención y evitar demasiadas miradas. Sí, a las mujeres nos gusta ser el centro de atención, pero hay ocasiones en que no tanto, y yo era de las que prefería no serlo la mayoría de las veces.

Después que Katia no me permitiera opinar sobre la ropa que ella había escogido, no tuve más remedio que callar y aceptar que eso era lo que me colocaría en el día de mañana para salir, aunque no estuviese de acuerdo. Si hubiese sabido que me iba a salir con esas no la llamo y no hubiese ido a ningún lado.

Cuando llegué a mi apartamento, me quedé viendo, dudosa, las bolsas que acababa de dejar sobre mi cama, las cuales contenían lo que había comprado, pensando si sería buena idea ir o si era mejor inventarme alguna enfermedad u otra cosa como excusa para no aparecerme por aquel lugar. Decidí que lo pensaría mejor y para el día de mañana tomaría una decisión. Mientras tanto, tomaría una larga ducha.

Con mis ojos cerrados y acostada en la tina, sentía mi cuerpo relajarse mientras se hallaba sumergido en ese líquido tan preciado y por el cual hay vida, sentía como me refrescaba, y cómo cada célula de mi piel se hidrataba, mientras a mi mente llegaban unos ojos azules, encantadores, que me miraban fijamente y me hacían sentir diferente... aquello fue algo extraño... Abrí mis ojos de repente, ¿Qué diablos me pasaba? Jamás volvería a ver aquellos ojos y ¡ni siquiera sabía su nombre! Terminé de ducharme, me vestí y me senté a comer la pechuga de pollo asado que había comprado después de comprar la ropa.

Mi día terminó cuando a las 10 pm, después de verme El diario de Noah, una de mis películas favoritas, y llorar con su final, me quedé dormida.

NADA ES PARA SIEMPREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora