EN UN SANATORIO MENTAL

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Un hombre, sentado en la única silla de la sala blanquísima, se frota las manos intentando limpiar una inexistente suciedad.
Al otro lado de la pared, dos hombres lo observan a través del falso espejo.
-¿Qué pretende quitarse de las manos?
- Barro.
-¿Barro?
-Está convencido de haber construido, con barro y como si fuera Dios, un ser al cual dio vida merced a ciertas palabras guardadas en la Cábala.
Muroa, jefe del departamento de Historia Medieval de la universidad, mueve la cabeza sin comprender cómo uno de sus mejores profesores pudo haber acabado en semejante estado.
-Doctor,¿se curará?
- No es fácil responderle- el psiquiatra da la espalda al espejo antes de continuar-. Verá, la locura es una compañera del hombre desde tiempos inmemoriales, algo parecido a un virus con el cual convivimos desde siempre... Si tenemos suerte, ese virus no se activa y lavamos eso que se llama «vida normal» - utilizó un deje irónico al pronunciado-, pero, en algunos casos, cualquier, digamos, accidente despierta a ese compañero y los resultados son los que usted acaba de ver. ¿Curarse? Creo que sería más apropiado preguntarse en que grado de enfermedad estamos los cuerdos.
- Según su teoría, todos estamos locos, al menos de forma latente.
-¿Nunca a deseado hacer una locura, un acto violento e impensable...? ¿Nunca ha sentido la tentación de soltar las riendas y lanzarse a gritar?
- Bueno, supongo que si, pero...
- Si, claro, dentro de los límites, forma parte de la normalidad. Por desgracia, Abel Lindes ha sobrepasado esos límites varios kilómetros.
- Ya.
Muroa comenzó a temer que aquel psiquiatra solicitara su colaboración como parte de la curación del profesor Lindes, y sintió tal pánico que empezó a sudar. Como si hubiera leído sus pensamientos, el doctor Rendeules encendió un cigarrillo y añadió:
- No se preocupe, nosotros nos ocupamos de Abel, al menos intentaremos paliar sus sufrimientos...
-¿Sufre?
- Vive en una pesadilla terrorífica. Lo ha podido observar en un momento bueno; por lo general se cree que es perseguido por un cuervo diabólico y huye de algún demonio perfumado de jazmines... Con todo, lo peor es la certeza de haber cometido un grave delito por el cual deberá cumplir una durísima condena.
-¿Un delito?
- Tranquilo, no ha matado a nadie... Aunque él esté convencido de lo contrario.

El secreto de la judíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora