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  Todos los días,cuando vuelve de la escuela, Matías saluda a su mamá, deja la mochila por ahí, saca un pan de la panera y corre al garaje .Saluda a los jugadores de metegol, se sienta contra una pared y conversa con ellos, mientras mastica.Les cuenta cosas de la  escuela, y ellos comentan cómo les ha ido en la mañana.El Pulpo, que siempre está atento al televisor, lo pone al tanto de las últimas noticias de deportes, sobre todo de fútbol.Y si Laura se demora un poco en llamarlo a almorzar , hasta tiene tiempo de quedarse a ver un mezcladito entre GRANATES y RAYADOS,o un ejercicio táctico de esos que tanto les gusta organizar al Liso (aunque después, durante los partidos, sus compañeros se olvidan de todo y nadie le respeta las estrategias).

      Sin embargo, el otro día pasó algo rarísimo .Matías llegó a la misma hora de siempre pero en lugar de ir a verlos al garaje, apenas saludó a la mamá y se encerró en su pieza.

  -¿Vamos a ver qué le pasa? -Sugirió el Capi.

     -Yo pienso que lo mejor es que lo dejemos tranquilo  -se opuso el Loco-.  En una de esas quiere estar solo, y nuestra presencia lo incomoda. No sé, creo que merece que respetemos su intimidad.

     los demás se miraron. De inmediato, veintiún jugadores de metegol se encaminaron a la puerta del garaje. Solo el Loco quedó junto a la alfombra donde tenían pintada la cancha.

    -¿Soy el único dispuesto a respetar los tiempos de Matías?  -preguntó, pero los otros ya estaban a la altura de la puerta y no se tomaron el trabajo de responderle. 

    Cuando se quedó solo metió un pique corto para alcanzarlos.

    -Tampocola pavada

 -Murmuró -. ¡Esperen! 


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