Charlie estaba delante de la enorme puerta giratoria del edificio de Adams industries preparada para entrar. Eran las nueve menos diez, tenía tiempo. Estaba congelada, había escogido muy mal día para ponerse falda. Se frotó las manos la una contra la otra e inspiró hondo. Podía con ello.
Entró en el vestíbulo blanco y se dirigió al mostrador del fondo, sus tacones azul eléctrico resonaban contra el suelo, y ella se sentía confiada al oírlo. Llegó hasta el mostrador y una chica rubia vestida con una traje negro le sonrió. Se llamaba Anna Hendrack, o al menos eso ponía en su placa.
― ¿Puedo ayudarla?—le preguntó con una voz amable.
― Sí, tengo una reunión con Keith Adams a las nueve—vale, eso era lo fácil.
― Permítame mirarlo ¿Su nombre por favor?—inspiró mirando a la chica.
― Charlotte Peters.
― No hace falta que mires nada Anna, he quedado con ella—mierda, el inoportuno rey de los oportunos ¿cómo hacían para encontrarse siempre así?
― Buenos días señor Adams—Anna sonreía mientras le hacía una leve inclinación de cabeza.
― Buenos días Anna—Charlie se dio la vuelta y miró a Keith. Lo dicho, más guapo que el día anterior.—¿Me acompaña por favor señorita Peters?
― Por supuesto—¿cómo lo hacía? ¿cómo daba el pego del perfecto caballero en un momento y al siguiente era un canalla buscando seducirla? y luego ella se quejaba de la bipolaridad.
Keith avanzó hacia los ascensores con su perfecto traje negro y su maletín de cuero en la mano. Llevaba una camisa blanca y corbata roja, le quedaba divinamente.
Charlie se había quedado un poco más retrasada que él, Kit olía condenadamente bien a desodorante y after shave, una combinación que siempre le había puesto mucho y en el mal sentido, así que era mejor mantenerse alejada. Sujetó nerviosa el bolso con ambas manos mientras lo retorcía.
La puerta del ascensor se abrió y ella entró detrás de Kit junto con más gente. Se paró en la puerta y se dio la vuelta, sabía que Kit estaba a sus espaldas y eso la estaba poniendo muy nerviosa. Se alisó la falda negra de tubo, se subió bien el cuello de la camisa azul eléctrica y se colocó la americana negra. Que actuación más patética para calmar los nervios.
A ver, mariposas en el estómago revoloteando, presión en el pecho, aumento de los latidos, boca seca y piernas de gelatina, era el efecto Kit.
Sí era un muy buen nombre, llamaría a todo eso el efecto Kit.
El ascensor aún no había llegado a su destino, y de repente, Charlie notó el suave aliento de Kit contra su nuca, se estremeció de pies a cabeza de una manera impensable.
― Estás tremendamente sexy hoy—fue un suave susurró en su oído, casi tanto que ni ella misma consiguió oírlo.
Se quedó callada, no pensaba contestarle a eso y menos en semejante estado. Si es que había que ser tonta, y ella se llevaba la palma entre las tontas.
― ¿Has pensado en mí oferta?—una voz muy suave y melodiosa que se colaba en sus oídos y la confundía.
― No—susurró.—No necesito hacerlo.
― Creo que tendrás que cambiar de opinión—le sintió alejarse de ella en cuanto una ráfaga de aire frio se coló por su espalda, el calor que Kit irradiaba era muy fuerte.
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Los Secretos de Charlotte
RomanceObra registrada en el Registro de la Propiedad Intelectual y SaveCreative A Charlie no le gusta considerarse una mujer enigmática. Trabaja de contable para una empresa de publicidad y vive en Brooklyn con su novio Ray, un científico que casi nunca e...