Añoranza

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Melodía suave de tu boca, me acaricia los poros que se sienten volcánicos. Luz radiante como brillo de espejo que se encuentra dentro de tus pequeños ojos, ojos cansados a veces, ojos entusiasmados a veces.

Sonido tangible que sale de tu garganta, que me habla y siembra tornados dentro de mi pecho, en el desalojo de muchos sentires dentro de introvertidas viviendas en mi alma.

Tus olores inundan mi mundo de placer, soltando globos de colores en nuestro cuadrante, ese rincón coloreado de puro amor.

El bajista melancólico en el bar quizás comprenda algo de mi añoro, quizás algo de nostalgia que la conocemos al mirarnos, pues vivimos lo mismo, nuestra mujer, se ha ido.

El bar fúnebre me acompaña con un ambiente afrodisiaco de jazz, en mi mano un wiski que sabe igual que los recuerdos, algunos sorbos sombríos, otros llenos de sonrisas, aquellas con esos dientes que se muestran con la mueca de la felicidad.

La velocidad me sobrepasa y me hace levitar sin argumentos, solo el sonido producido de esta escandalosa consciencia, se siente liberador y ajeno a las sustancias dentro de las venas.

Los platillos suenan como la lluvia que nos acompañó aquella noche de diciembre, íbamos y veníamos con la jovial esperanza de sobrevivir invictos.

Los caminos son millardos, el único indiferente es el que yo mismo voy construyendo.

No interferiré más en tu presente, pero tu boca siempre desaparecerá justo cuando voy a besarte al despertar.

La verdades más absolutas, la muerte, y extrañarte.

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