CUMPLIENDO

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Dos meses pasaron volando y Brisa cada vez se sentía mejor, parecía que todos los problemas del pasado se desvanecían, como si solo fueran restos de madera, restos de desechos que comenzaban a adherirse a la tierra. Había llegado el cumpleaños de los mellizos y mientras preparaba la fiesta, Ray entretenía a los niños en el jardín trasero.

Entre gritos, invocación de poderes, misterios, fantasía y mucha imaginación, los tres jugaban en el césped, imaginándose que aquello era un campo de batalla. El pequeño Aiden era un sabio brujo de las altas colinas, mientras que DJ era el príncipe guerrero y Ray era la malvada ocuridad que intentaba vencer a su reino.

A pesar de tener veintidós años y ya ser adulto, se sentía como si su niñez nunca hubiera pasado, como si los años nunca hubieran pasado, se sentía sin preocupaciones, sin prisas. Como si todo lo que una vez pasó nunca hubiera pasado, aquello estaba siendo una de las mejores experiencias de su vida. Lo menos que esperó al conocer a aquellos niños tan soñadores e inquietos era que estaría jugando al Reino Mágico con ellos.

—No me vencerás —le dijo DJ huyendo de las manos de Ray.

No era bueno siendo el malo, por ello usaba un arma a la cual los niños no se resistían. Las cosquillas.

—Si que lo haré, morirás de risa —Intentó atraparlo pero el niño era rápido.

—Eres muy lento, eres muy lento —se burló Aiden.

Estaba desesperado, sabía que debía ser maduro, pero su competitividad y su ansia de ganar le pudo. Entonces la bombilla se le encendió.

—Si no puedo con vosotros, le haré cosquillas a vuestra madre —dijo amenazante.

El rostro de DJ se tornó serio.

—No tocarás a mami.

—¿Estás seguro de eso? —Se levantó, fingiendo ir a por Brisa y entonces aquella diversión que sentía, aquel instinto infantil, se apagó como una luz cuando le estiró el pelo agresivamente.

—¡No le vas a hacer daño a mamá! —le gritó iracundo.

A pesar de que era muy pequeño, que no era un gran daño el que le estaba haciendo, aquella actitud despertó la alarma en Ray, aquella mirada furiosa y llena de terror que le estaba transmitiendo.

—Estoy jugando, DJ, jamás le haría daño a tu madre.

—¡Si que se lo harás! —volvió a gritar estirando nuevamente su pelo.

Aiden, totalmente enfadado le tomó agresivamente el pelo a su hermano. No iba a permitir que hiciera cosas impropias.

—¡No seas tonto!¡Él es bueno para mamá!¡No es ese hombre malo!¡Suéltalo! —regañó a DJ.

—Pero ha dicho...

—Estábamos jugando, DJ —repite Ray, aguantando el dolor.—Jamás, jamás, le haría daño a tu madre, ella y vosotros sois importantes para mi, nunca pienses que haré algo así, si lo hago puedes estirarme el pelo todo lo que quieras.

El niño lo contempló aún inseguro de lo que le decía. Sus ojos estaban llenándose de lágrimas contenidas y a Ray se le estaba cayendo el mundo ante aquel sufrimiento que tenía el niño.

—Suéltalo, DJ, ya te dijo que no va a hacerle nada a mamá, como ella vea lo que haces te castigará...

Entonces el niño lo soltó y corrió a los brazos de su hermano a llorar, éste lo abrazó fuertemente y lo consoló mientras Ray intentaba recuperar su shock.

Se dio cuenta de que Brisa le contó la parte más bonita de la historia, porque ¿cómo iba a creer un niño que hacerle cosquillas a su madre iba a ser algo malo? Aún no podía creerse lo que aquella familia había pasado sola, no podía creer que una persona tan buena como ella hubiera pasado tales cosas. Pensar en ello le hizo permanente la idea de ayudarla en todo lo que pudiera.

BE HOPEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora