Ícaro:
Eres Ícaro no porque te hayas quemado tus alas, sino porque quemaste las mías.
Eres Ícaro no porque hayas caído del cielo al agua, pero porque me viste caer al pleno asfalto y no hiciste nada.
Eres Ícaro, porque sabías lo que hacías, lo que jugabas y lo que apostabas.
Y no te importo saber que era a mí a quien rompías.