La doble trampa

630 22 1
                                        

La descubrió la nodriza, cuando a la mañana siguiente fue a su cuarto para despertarla. Tenía que apurarse, porque se acercaba la hora de la boda. Le sorprendió verla vestida, pero pensó que habría estado demaciado cansada para sacarse la ropa. Como no respondía, se acercó para sacudirla y creyó, con horror, que Julieta estaba muerta. El grito enloquecido de la mujer atravesó la casa. Los Capuleto corrieron y cayeron de rodillas junto al lecho. Fray Lorenzo y Paris llegaron en ese momento para buscar a la novia, según habían convenido la mañana anterior. La escena que encontraron era desoladora: el viejo Capuleto y su esposa se habían derrumbado a los pies de la cama de su hija, tomándola de una mano blanca y helada.

-¡Oh, día funesto, día lamentable, el más triste de los que he vivido! -se quejaba la nodriza-. ¡Día funesto, funesto, funesto!

-¡Oh, muera yo contigo! -gemía la madre.

-¡Oh, decepción, soledad,espanto, tortura, muerte! -exclamó Paris.

-¡Oh, desprecio, odio, horror, tormento, muerte! -clamaba Capuleto.

-¡Silencio Pido!¡vergüenza! El consuelo para el dolor no está en llanto, sino en el Cielo -pidió Fray Lorenzo-. Sequen esas lágrimas,cubran de romero ese hermoso cuerpo y llévenlo al templo con sus mejores atavíos.

-Campanas, cantos, flores, destinados a celebrar su boda, sonarán de otro modo y adornarán su cara para el rito fúnebre -dijo Capuleto.

Hasta allí, el plan del fraile funcionaba. Pero una pieza no prevista entró en movimiento. No bien la noticia del entierro cundió por la ciudad, Baltasar, el criado más fiel de los Montesco, galopó para comunicársela a Romeo, que estaba en Mantua.

-¿Noticias de Julieta? -preguntó Romeo cuando recibió al criado en la puerta de su casa, en el exilio.

-Julieta duerme en la tumba de los Capuleto. Perdóname por traerte esta horrible nueva -dijo el criado.

-¡Desafío a las estrellas! ¡Eso no puede ser cierto! -gritó Romeo. Y ordenó a su criado que preparara los caballos para partir hacia Verona. Pero antes fué a Visitar a su viejo y pobre boticario.

Pidió que le vendiera el veneno más rápido, más fuerte y más efectivo que tuviera.

-Un veneno capaz de matar mil caballos -exigió Romeo.

-Tengo ese veneno, pero la ley condena a quien lo venda -replicó al boticario.

-Toma este oro, que es el peor veneno -le respondió Romeo, y puso sobre la mesa un puñado de monedas.

En tanto, otra pieza más había fallado en el plan del fray Lorenzo. Esa mañana, supo que su mensajero no había salido de la ciudad con la carta destinada a Romeo. Las puertas de Verona se habían cerrado antes de que pudiera atravesarlas.

Fray Lorenzo perdió un tiempo precioso escribiendo desesperadamente una nueva carta.

Era la noche del segundo día. Romeo llegó a la cripta con Baltasar, una antorcha, una azada, y una palanca. Ordenó apartarase y callar al criado, y forzó la puerta. Entonces el noble Paris vino a interrumpirlo. Llegaba allí con su criado, llevando flores para Julieta.

-¿Quieres llevar tu venganza más allá de la tumba, Montesco? -le increpó Paris-. Has matado a Tibaldo, y la que iba a ser mi esposa murió de tristeza por ello. Entrégate.

Paris desvainó su espada, y también Romeo, quien pronto lo atravesó de una estocada. Romeo abrió la tumba, contempló a Julieta por última vez y la beso suavemente.

-Ni la muerte logró arrebatarte la belleza. Que este beso sirva para sellar un pacto de amor eterno -dijo Romeo y bebió de un trago el veneno mortal.

Fray Lorenzo llegaba corriendo por entre las tumbas del cementerio. Espantado, se detuvo ante la cripta.

-¡Dios! -gritó-. ¿Qué sangre es la que tiñe la entrada de piedra del sepulcro?

Y, entonces, el fraile y Baltasar, reconociendo cuerpos, sangre, espadas y veneno, comprendieron qué había pasado allí adentro.

En eso, Julieta abrió los ojos.

-¡Vamos Julieta! -dijo el fraile-. Sal ya de este lugar contranatural de putrefacción y sueños. Sígueme.

El fraile salió, pero Julieta quedó paralizada al ver a Romeo, que sostenía entre las manos la botella de veneno.

También entendió la pesadilla que se había desarrollado durante su sueño, y besó los labios aún calientes del Montesco.

Unos pasos muy recios resonaban cerca de la cripta. Eran los guardias del príncipe, que habían sido alertados por el sirviente de Paris.

-¡Lo haré rápidamente! -dijo Julieta, tomando el puñal de Romeo llevaba en la cintura-. ¡Oh dulce acero, soy tu morada -exclamó, y se hundió el puñal en el pecho.

Casi al instante, toda Verona estuvo enterada de la tragedia. Detrás de los guardias llegaron los Montesco, los Capuleto, el Príncipe.

Ante sus ojos, los cuerpos muertos contaban una historia que todos ellos habían ignorado.

Fray Lorenzo relató los hechos: el amor secreto de Romeo y Julieta, su boda, el plan fallido que los llevó a la muerte...

-Sea sacrificada mi vida, ya que soy el único culpable -concluyó el fraile.

-Ahora quiero que me escuchen los enemigos, Montesco y Capuleto -ordenó el príncipe, rompiendo un pesado silencio.

-Ya ven la maldición que cayó sobre el odio que arrastran desde hace años. Romeo y Julieta murieron por haberse amado. Yo mismo perdí a dos de mi familia, Mercucio y Paris. Todos sufrimos el castigo.

-Dame entonces tu mano, viejo Montesco, nada más puedo pedir -dijo Capuleto.

-Pero yo puedo darte más -respondió el padre de Romeo-. Voy a exigir una estatua de oro en honor a tu hija, para que, mientras Verona exista, ninguna otra imagen sea tan honrada como la de ella.

-Con igual esplendor, y junto a Julieta, yacerá Romeo. ¡Pobres víctimas de nuestro odio! -respondió Capuleto.

El Príncipe los convocó nuevamente:

-Vamos, que tenemos que hablar de estos hechos tristes. Algunos serán perdonados, otros recibirán su castigo. Nunca hubo una historia tan trágica como la de Julieta y Romeo.





Romeo y JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora