Capítulo. 1: Una vida injusta

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Ninjago la ciudad de la nueva tecnología. La más actualizada de todo el país; pero, ¿qué se esconde debajo de ella? ¿Qué hay en el inframundo?

El Inframundo, un lugar de oscuridad para todos los que no están muertos ni vivos; el limbo. Las criaturas que viven ahí nunca han visto el sol y siempre deben seguir órdenes de su rey esqueleto.

-¡Karly! -el rey gritó y al instante apareció una chica de cabello rubio cenizo largo y lacio atado en una coleta alta.

Se asomaban detrás de algunos de sus mechones unos ojos color miel y su tez blanca como la nieve. Vestía con un vestido azul oscuro con encaje negro en el cuello y en los bordes de la manga.

-¿S-sí, señor? -musitó la chica con un hilo de voz temblorosa.

-Necesito que hagas alguna pócima o un hechizo para que este dolor de cabeza se me quite de una vez por todas. Ya no lo soporto. -el rey esqueleto se quejaba con voz autoritaria y una mirada vacía como su alma.

-Tengo una pócima en mis aposentos. Pido permiso para ir por ella. -la chica pidió y se inclinó en señal de respeto.

-Permiso concedido. -el rey le respondió aún fastidiado.

La chica apresuró y salió de la gran habitación dirigiéndose a sus aposentos.

~Perspectiva de Karly~

Salí del gran salón mientras me colocaba mi capa negra. Aquí hace tanto frío. Desearía poder salir de aquí de una vez por todas, pero mi condena es estar sirviendo a este rey.

Cuando firmas ese contrato, no hay manera de salir; y es aún peor si tienes algún poder que al rey le convenga. Entré a mi habitación y ahí estaba la pócima sobre mi buró. La tomé y escuché alguien abría la puerta. Abrí los ojos como platos y la vi. Ahí estaba Ingrid, mi compañera en esta cruel condena.

-Hola. -me saludó fría.

-Hey. -contesté con amabilidad.

Sé que ella sufre más que yo. Siempre se aprovechan de ella solo por ser una licántropo, es decir, una mujer lobo. Muy seguido la hacen enojar para que se transforme cuando ella en realidad es amable y tranquila, como yo.

-¿Qué sucede? -la miré con curiosidad y ella solo se limitó a sentarse en la cama junto a mí. -¿Ingrid? -volví a preguntar.

-Casi mato a uno de los sirvientes. -declaró al fin.

Miré hacia sus ojos: esos ojos verdes con lágrimas comenzando a brotar.

-¿Por qué? -pregunté y la tomé del brazo con delicadeza.

-Quiso pasarse, quería tocarme. -dijo con dolor en cada una de sus palabras.

Oh, no...

-Tranquila, estoy contigo. -la abracé con amor, un amor de amigas.

Ella correspondió el abrazo y empezó a llorar.

-Vamos. Eres mejor que cualquiera de ellos. -le susurré para que se calmara.

-Quiero salir. -ella me dijo al oído y yo me sorprendí.

Entonces no soy la única que tiene esa idea.

-Algún día saldremos, Ingrid. -comenté mientras acariciaba su cabello. -Ahora, tengo que dejar unas cosas. -me levanté tomando la poción con fuerza.

-Suerte. -murmuró mi compañera.

-Te veo al rato. -salí de la habitación sin más.

~Perspectiva de Ingrid~

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