Capitulo 1 parte 2 [alcohol y otras cosas...]

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-¿qué mierda se supone que está pasando aquí?- y esa es livy relevándome, como siempre tarde.

La menuda joven rubia se acercó frenética y en menos de dos minutos arranco a la indefensa presa de mis doloridas manos.

-livy yo...

-no quiero oírlo- dijo revisando el rostro del pervertido- ya estoy cansada de esto- yo también livy, o crees que hago esto por placer.

- es realmente molesto que estés del lado del tipo que mira tus senos lascivamente

-el degenerado este es otro maldito cliente al que se supone debemos lamerle el culo, no es personal amigo- dijo antes de palmearle masculinamente el rostro- y tú vas y le das su merecido, acaso nunca oíste eso de que "el cliente siempre tiene la razón"- sí, aunque supongo que tú lo oíste en tus encuentros "privados" con Eduardo el jefe en la bodega.

-oh eso quiere decir que si el tipo te dice que desea que se la ch...

-¡por todos los...! aghh ¿Dónde está tu estúpida formalidad?- no sé, talvez cerca de tu dignidad.

-¿sabes?

-no, no lo se

-era retorica estúpida

- yo que se

-pues nada, y vete al...al carajo tú y tu necesidad de lamerle el culo a los pervertidos clientes de este apestoso barrio, y a tu sudoroso y puerco jefe, yo me largo- dije lanzándole el delantal por la cabeza, y dirigiéndome a los camarines de empleados para recoger mis pertenencias.

Livy me observo contrariada, si bien algunas veces perdía la compostura y golpeaba a uno que otro infeliz, nunca usaba palabrotas, ni mucho menos me haría del valor suficiente como para renunciar, pero ya que, necesito otro trabajo desde esta mañana, así que da igual. Y debo decir en mi defensa respecto al trato que le he dado a mi compañera, que mi jefe, está casado, y tiene 3 hijos de 1, 7 y 13 años.

Su esposa es adorable...pobre Mary

Me siento liberada sí, estoy pobre y a la deriva sí, pero, aun me quedan al menos dos mil empleos de mierda a los que postular, algo bueno tiene que salir de todo esto, o eso decía mi madre, y sus jodidos cigarrillos terminaron por matarla cuando yo tenía 7.

Las calles me parecieron más sensatas a esta hora, húmedas, oscuras y peligrosas, me recuerdan a mí después de la reunión. Las madres y sus bebes se resguardaron dentro de la perfección de sus vidas, los abuelos desaparecieron para refugiarse en los familiares brazos del otro, y los jóvenes, categoría en la que yo debería estar incluida, se apiñan fuera de los bares, pubs, y discotecas oliendo a rebeldía, deseo y alcohol.

Es gracioso que piense en esto ahora, pero jamás probé una bebida alcohólica, creo haber fumado un cigarrillo a los ocho, pero alcohol, ni en un bombón. Es posible que ese sea el elixir de la juventud, he escuchado que desinhibe y que da valor. Yo creo que ese es el secreto de los que bailan sudorosos con prendas que enseñan más de lo aceptable, de los que mandan al Everest a sus padres, de los que se enamoran, y de los que deciden ser artistas. Se arrojan a las expresiones banales de sus pensamientos, y a las profundas de sus sentimientos y emociones, cantando, llorando en público, o saliendo solo usando calzones de cuero si es necesario. Demuestran valor, uno que si bien me he engañado diciendo es tan mío como de cualquiera, carezco por completo. El valor de enfrentarte a posibilidades insospechadas, resultados negativos, positivos o abstractos sin tener idea de cuál es cual, y sin tener certeza de cuál será su propio actuar.

Casi inconscientemente me situé en la barra de un bar ruidoso maloliente y lleno de vida, me sentía feliz, confundida, pero feliz.

-dime guapa, ¿con que te emborrachas esta noche?

-acepto sugerencias.

La subasta©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora