Tres.

29 2 0
                                    

«Esto resultaría más fácil si supiera tu nombre, pero si estás leyendo esto es porque Quentín hizo un buen trabajo cuando le dije "piso tres: es nuevo y obstinado, pero buena persona... Aunque quizás eso último no lo notes".

El caso es, que no pude cumplir hoy mi reto, y era importante para ti. Y puede que no creas, pero me gusta cumplir con lo que digo.

Pasa que tuve algo como un accidente.

Como que me atropellaron.

Y ahora estoy en el hospital.

Pero soy muy fuerte (o me gusta creerlo), y la cosa estuvo rara, no me pasó mucho. Quiero decir, siempre puede ser peor, ¿o no?

Ahora, lo que se suponía que era lo único que escribiría (pero tenía que explicar... y me emocioné), es esto: Te pido una disculpa. Y será mejor que la aceptes, porque Quentin y el enfermero están regañándome mientras que, al parecer, compiten por saber cuál de ambos me puede ver peor. Está reñido, está demasiado reñido.

Me salgo del tema, discúlpame de nuevo.

P.D. En cuanto pueda, vuelvo al parque. Lo juro. Pondré todo de mi parte por no ser atropellada (o cualquier otra cosa que surja) la próxima vez.

Un beso.

La niña, Catrina».

Entró de nuevo sujetando con una mano la cobija que le colgaba en un costado y la nota en la otra mano. Con el ceño fruncido, adormilado y expresión confusa, se acomodó a gatas en la cama para lanzar el papel a quién sabe cuál lugar del piso, puso la almohada sobre su cabeza para soltar un estruendoso «¡Aaahh que se convirtió solamente en un insignificante ruido ahogado. Cuando hubo acabado, como si de un ser al que se le acabó la batería, adquirió un poquito de paz y se quedó dormido casi al instante mientras las letras escritas por aquella pequeña y accidentada chica le venían a la memoria en la misma forma y color.

.

«Tic tac.

¿Elías?

Tic tac.

¡Escúchame, Elías!

No.

Por favor suplicó, no hay mucho tiempo. Por favor.

Tic tac.

No.

¡Tengo mucho frío!

¡Déjame en paz!»

Despierta.

Siempre despertaba con mucho calor, no importaba cuán frío estuviera fuera. El calor le hizo sentir más que incómodo luego del sueño, como que no tenía el derecho de atreverse, además, de estar lo suficientemente cálido. Lanzó el edredón lejos de sí y no conforme, se quitó también la sudadera.

Sí, eso le ayudaría a entrar en frío. Por más tonto que sonara.

En algún sitio Elías leyó que sólo sueñas unos minutos antes de despertar. Bueno, pues esos minutos bastaban para deprimirle o fastidiarle un muy buen rato. O como ahora, dejarle todo inquieto y un poquito aterrado por el resto de la semana (si tenía suerte de olvidarlo después).

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 13, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Café Amargo. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora