Me gustaba cuando me sentía protegida a su lado. Es que por gustar me gustaban hasta sus orejas que eran realmente extrañas, de su cabello liso que no me dejaba tocar, de su voz en formato de susurro cuando hablábamos por teléfono. De como me hacía correr cada vez que llegaba tarde por su culpa. De sus besos, aunque siempre quisiera más. Ahora ya es solo un recuerdo, pero es un recuerdo que prometí no olvidar. Duele ver como alguien que un día fue tu vida, deja de formar parte de ella, pero duele más ser la persona que decide que así sea. Él era la pieza perfecta de mi rompecabezas, pero después de un tiempo me dio la impresión de que pertenecíamos a dos juegos diferentes. Pero cuanto lo echo de menos y cuanto daría por volver a tenerlo a mi lado, por romper sus esquemas y convencerlo de que quizás a mi lado no se está tan mal.