Me asomo a la ventana. Un chico pecoso con el pelo rubio y rizado me saluda desde la suya. Le hago una mueca, y el me la devuelve. Así seguimos, un rato, alternando muecas , parando para reír.
Tiene la sonrisa más bonita que he visto nunca. Es amplia, me anima a acercarme y a contarme secretos. Secretos que necesito saber.
¿Quién eres?
¿Porqué te veo todas las noches?
Me hace una seña, y desaparece. Vuelve a los pocos segundos, con un gran cartón. Con un movimiento solemne, me lo enseña.
Solo hay dos signos, pero eso no me puede importar menos. Porque en letras grandes, justo en medio hay una respuesta. 3°C.
¿Querrá que vaya a verle?
Vaya pregunta mas estúpida. Sino, ¿porqué me habría dicho nada?
Ilusionada, salgo de casa. Como una niña, bajo los escalones de dos en dos. Impaciente, feliz. Por fin hablaré con él. Lo que llevo ansiando dos meses, desde que encontré aquella carta en mi ventana. Aquella carta que solo existe en mis sueños, pero que puedo recitar sin la necesidad de abrir los ojos.
"Querida chica del edificio 13:
Me gusta como pierdes el tiempo observando pasar la vida. Me gusta la cara de concentración que pones, como si estuvieses lejos de allí, como si tuvieses algún problema difícil de solucionar. Me gusta cuando dejas caer algún intento fallido de avión de papel, sin conseguir que vuelve mas de unos pocos centímetros.
Pero me gustaría más que me mirases a mí.
Atentamente, el chico de enfrente"
Llegó al edificio, y busco el número. Ahí esta. Timbro. Noto el corazón palpitando fuerte, como si de una bomba se tratase. Esta vez es real. Tiene que serlo...
-¿Chica del trece?
¡Es él! No puedo creerlo. Su voz suena metalizada, dentro del telefonillo. Una sonrisa boba se me dibuja en la cara. Aún así, me gusta. No la tiene aguda, pero no llega a ser grave, tampoco.
-Sé fuerte, chica del trece.
Y, de repente, me cae una almohada encima.-Alex, ¿qué haces? - no puedo odiarlo mas. ¡Estaba tan cerca!
Espero a que se burle de mi, al sarcasmo con el que me tiene acostumbrada.
Pero este no llega.
-¿Has visto el móvil?
-Acabas de despertarte imbécil, ¿cómo quieres que lo haya hecho?
-Míralo.
Me da miedo. No parece mi hermano, tan serio. Obediente, enciendo el teléfono.
Tengo quince llamadas perdidas. Cinco son de mi hermano, dos de Nat, y ocho de Leo.
Comienzo a sentir una sensación extraña.
-¿Qué ha pasado, Alex?
-Mira los mensajes.
Abro primero los de mi mejor amiga. No puedo creérmelo. Y sonrío.
-¿Te enrrollaste con Nat? -prácticamente chillo. -¡Eso es genial!
Mi hermano se pone rojo.
-Si... Pero no estoy aquí por eso, mira los míos.
Curiosa, entro en su conversación. Primero tengo un mensaje, en el que pone que Leo ganó el concurso de cervezas, y que es el mejor. Hay una foto de el, con una en la mano. Después, hay otra foto.
No puede ser.
-¿Que coño es esto?
-Estaba muy borracho.
-¿Lo estás defendiendo? -chillo.
-Lili, tranquilizate.
-¡No me puedes enseñar una foto de mi novio liándose con otra y luego pedirme que me tranquilice!
-Es un capullo, lo sé, pero no era consciente.
Estoy furiosa. No me esperaba esto. No de Leo.
-¿Te ha enviado a ti a arreglarlo?
Alex titubea. Y yo no necesitó más.
-Tienes razón en una cosa. Es un capullo. Pero tú, también.
Me levanto hecha una furia, me pongo las zapatillas, cojo las llaves y salgo de casa, ignorando a mi hermano. Necesito tomar algo de aire.
No es muy inteligente salir de casa en pijama, pero en ese momento me da igual.
Se me ocurre una idea. Hace un mes me saqué el carnet teórico de conducir. Hasta ahora, lo máximo que había cogido el coche era una vuelta, con mi padre en el asiendo de al lado, por el pueblo.
No lo pienso más y entro en el garaje. Voy a hacer algo divertido, por un día. Lo necesito.
Mi padre tiene un mercedes, que trata como a su hija predilecta. Cada semana, le comprueba las ruedas, la pintura, el motor, le saca brillo y lo limpia por dentro. Es un desastre para las llaves, así que guarda siempre, en el mueble de la cochera, una copia.
La agarro, y me siento. Noto como ronronea el motor cuando giro la llave, y me permito sonreír.
Unos instantes mas tarde, estoy fuera.
Conduzco sin rumbo, todo lo feliz que puedo estar. Es pronto aún, la carretera está prácticamente vacía. La siento mía.
Me acuerdo de Nat, y apreto un poco el acelerador. Noventa. ¿Qué clase de amiga te deja tirada el día de tu cumpleaños?
Pienso en mi hermano, y aprieto un poco mas. Cien. ¿Cómo puede elegir a Leo antes que a mí?
Leo. El contador sigue subiendo. Ciento diez. Ciento quince. Ciento veinte. Me siento libre. Menudo cabrón.
Yo pensaba que me quería, siempre estuve segura de ello. Que siempre iba a estar ahí...
Voy tan rápido que no lo veo.
Un coche claro. En dirección prohibida.
Intento frenar.
No se si lo consigo.
Veo mi cara reflejada en su cara.
Veo el contador disminuyendo.
Veo cómo no disminuye lo suficientemente rápido.
Veo su volantazo, su último intento.
Le veo desesperado.
Y, entonces, ya no veo nada.
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Todo lo que no vivimos.
RomanceNo todas las historias de amor terminan bien; algunas, ni siquiera comienzan...