Todo está oscuro, difuso. Como a cien quilómetros de distancia, escucho a alguien llorar. Las voces me resultan conocidas, pero no soy capaz de ubicarlos.
No soy capaz de ubicarme.
Me siento en paz. Serena. No tengo problemas, no tengo preocupaciones.
Hasta que comienzo a oír.
-Se estrelló con fuerza. El tipo del otro coche salió huyendo, lo que es una suerte porque la chica no tenía carnet.
-¿Una suerte? ¿Alguien le destroza la vida a mi hija y es una suerte? -chilla un hombre, indignado.
De repente, me doy cuenta. Es mi padre.
-Aún no podemos saber nada -interviene una tercera voz. -los daños físicos no son permanentes, ninguno.
-Va a salir de esta. Lili es fuerte, papa.
Esa voz... También la reconozco. Ha hablado lleno de esperanza. Creyendo en mí. Mi enfado con él se evapora.
-¡Lo que es es una irresponsable! -grita, fuera de sí, mi madre. -cojer el coche, ¿que tiene en la cabeza esta chica?
Nada. Ahora, no tenía nada. Lo siento mamá.
Mi madre grita un poco mas, y la intentan calmar. Siguen hablando, pero yo pierdo el interés. Vuelvo a sumergirme en mi preciada oscuridad y, simplemente, dejo de pensar.***
Cuando abro los ojos, estoy sola.
La habitación blanca esta en penumbra, y me recuerda al vacío que acabo de abandonar. Me duele un poco la cabeza, y, al intentar moverme, noto mi brazo derecho escayolado. No se si me lo habrán dormido o algo, porque no me duele nada.
A parte de eso, estoy perfectamente.
Intento recordar.
El coche claro saliendo en dirección prohibida. Yo intentando frenar.
Y luego, nada más.
Me acuerdo de la conversación que escuché antes. Me giro, miro mi alrededor, y veo que no hay nadie. Seguramente, habrán mandado a mi familia a casa.
Estoy en una habitación con la puerta de un lado y una cortina de otro. En ese momento, me doy cuenta de que igual no estoy tan sola como creía.
Me intento poner de pie. Con pequeños movimientos, a mi ritmo. Ahora bajo el pie, ahora me muevo un poco. Me agarro al borde de la cama y pruebo a erguirme.
Que raro. Me siento perfecta.
No le doy mayor importancia y corro la cortina.
-¿Tú? -grito.
-¿Qué haces tú aquí? -pregunta a su vez.
-Estoy alucinando -murmuro, para mi misma. Es la única solución posible, la única con algo de sentido.
-No digas tonterías -se ríe.
-No es ninguna tontería.
-Pues explicame tu teoría, vamos -me dice burlón.
Tomo aire.
-Tu no existes. Por tanto, verte significa que estoy alucinando.
-¿No existo? -le he ofendido.
De repente, me encuentro cansada. Me siento al borde de su cama, teniéndolo mas cerca que nunca. Desde aquí, podría contar las pecas de su rostro una a una.
-Llevo dos meses soñando contigo, chico sin nombre. En esos dos meses, me ha dado tiempo a mirar en todos los buzones de tu edificio, de saberme de memoria quienes son todos los que viven allí. Ayer me dijiste que vivías en el 3°C, ¿verdad? -asiente con la cabeza, mirándome fijamente con esos ojos marrones. Tienen algo que me encanta. No son sus ojos, es su manera de mirar. Como si le importase.- pues ya esta.
-¿El qué?
-Ese piso lleva un año y medio en alquiler, no vive nadie allí. -afirmo, contundente.
-Te equívocas, chica del trece. El piso esta en alquiler, sí. Alquilado por nosotros, desde hace dos meses y medio.
-¿Y porqué no están vuestros nombres en los buzones?
-¡Acabamos de llegar!
-¿Y porqué no te veo nunca?
-Me estas viendo ahora -me sonríe.
-Dame una prueba -exijo.
Me vuelve a sonreír. Apoyándose en la cama, se sienta, y se acerca hasta que su cara queda a dos centímetros de la mía. Siento su respiración. La mía se vuelve entrecortada.
-¿Qué tipo de prueba?
Le empujo.
-Ninguna en la que te haga falta estar tan cerca -espeto.
Se ríe.
-Que graciosa eres.
¿Graciosa? ¡Si el único que se ríe es él!
-Tu nombre -digo de repente.
-¿Qué?
-La prueba. No sé tu nombre.
-Mateo.
Ese nombre me trae recuerdos, recuerdos archivados que prefiero no sacar.
-Yo soy Lili.
-Tenemos un problema.
-¿Cuál? -no entiendo a este chico.
-Cuando te conociese, tenía pensado decirte que, con tu nombre, eras la persona mas guapa que conozco.
-¿Y ya no puedes decirlo? -sonrío, un poco ruborizada.
Niega, fatalista.
-Está Lily Potter.
Suelto una franca carcajada. Este chico es increíble.
-Yo no puedo decirte nada bonito con tu nombre, lo siento -me encojo de hombros, intentando reprimir una sonrisa.
Vuelve a sonreirme, con los ojos entrecerrados.
-Algún día lo harás. Voy a convertirme en tu Mateo favorito.
-Eres el único que conozco.
-Entonces, ¿ya lo soy?
Rompo a reír, y él conmigo. ¿Cuanto hacía que no reía tanto?
-No me has contado que haces aquí -recuerdo.
-Tú tampoco.
-Tuve un accidente de coche.
Incluso diciéndolo, no me lo acabo de creer.
El color desaparece de su cara.
-¿Y que haces levantada? ¿tienes edad para cojer un coche?
-Estoy bien, mira -como demostración, me levanto de la cama y doy un giro. Vuelvo a sentarme. -Y si, cumplí ayer los dieciocho.
-Pues muy bien no debes de conducir -arquea las cejas.
No tengo respuesta para eso.
-¿Y tú?
-Yo soy chico de moto -vuelve a sonreír, con cara de pillo.
-No, digo que por que estás aquí.
Se pone serio.
-Una operación.
-¿Es grave?
-Sí.
No me atrevo a hacer mas preguntas.
-Lo siento...
-Mis amígdalas también lo hacen.
-¡Eres imbécil! Pensé...
-Piensas demasiado. -me revuelve el pelo, con cariño.
De repente, me noto realmente cansada. Mateo parece leerme el pensamiento.
-Descansa. A sido un día duro.
Obediente, me meto en mi cama. Pero recuerdo algo, y me giro hacia él.
-¿Estarás cuando despierte?
Me sonríe.
-No desapareceré, tranquila.
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Todo lo que no vivimos.
RomanceNo todas las historias de amor terminan bien; algunas, ni siquiera comienzan...