Min Yoongi es declarado por su familia como el omega perfectamente imperfecto, a sus cortos 24 años. Se preguntarán, ¿por qué? Porque no ha tenido ningún tipo de pareja estable hasta el momento, y ha rechazado a más de alguno en el trayecto.
Su cerr...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El primer aviso de la mañana fue un peso cálido y pequeño sobre su pecho. Un brazo corto, una pierna colgando de su cintura, y también una carita enterrada entre su camiseta arrugada. Era Jihoon.
Yoongi abrió los ojos con lentitud, atrapado entre el sopor de la fiebre y el nudo en la garganta que no sabía si era físico o emocional. Lo había dejado en la habitación de Chaeyeon la noche anterior... ¿cómo había vuelto? ¿Se habría colado a escondidas como hacía hace solo dos años, cuando las pesadillas lo despertaban y solo podía dormir si su nariz tocaba la piel de su papá?
Suavemente, con cuidado de no despertarlo, retiró el brazo de su hijo y se deslizó fuera de la cama.
Sentía el cuerpo extraño, como si llevara encima una manta mojada. Dolor de cabeza, garganta seca, articulaciones débiles. Sí, seguía con gripe, o al menos eso se dijo mientras se arrastraba hacia el baño, apoyándose en el marco de la puerta cuando la vista se le nubló.
Encendió la luz. Sus ojos tardaron en adaptarse. Se lavó los dientes en silencio, intentando mantener el equilibrio. Lavó con cuidado su rostro, mientras cerraba la llave del agua, encendió el celular y desbloqueó la pantalla con los dedos húmedos. Había mensajes sin leer. Todos de Taehyung.
"Dulces sueños a Jihoon. Mañana quería llevarlo al museo, si te parece. Me gustaría compartir algo que él disfrute. Me dices si están bien, ¿sí?"
El nudo en la garganta creció. Taehyung estaba intentándolo. Lo sabía. Cada mensaje era un recordatorio incómodo de eso.
Pero esa mañana... esa mañana Yoongi no tenía fuerzas ni para responder.
Se secó la cara con lentitud.
Iba a salir del baño cuando un mareo lo obligó a apoyarse en el lavamanos. Luego, vino un escalofrío seco. Finalmente, el olor. Su propio aroma habitual y discreto, se había vuelto más denso. Más dulce. Un toque cálido y...
No...
«No hoy...», pensó. Pero era tarde.
Se miró al espejo. Tenía los ojos enrojecidos, la piel pálida y la frente húmeda. El sudor frío no era solo fiebre. Su celo había comenzado. Con una puntualidad cruel. Y él estaba solo, enfermo, con su hijo dormido en la cama... y un museo pendiente que no podrían visitar ese día.
¿Qué se supone que iba a hacer?
No podría acompañarlos en ese estado. Pero tampoco quería que Jihoon se quedara con él todo el día en ese estado. No podría cuidar de él. No cuando ni siquiera podía mantenerse en pie por si mismo.
