Y después de finalizar la plática con mi amigo, supe que debía dejar de mentirme a mí misma... porque la única persona que me destruye lenta y constantemente es mi yo.
Esconder mis sentimientos es lo último que debía hacer, y en cambio debía aceptarme.
Pensaba tantas horas y tantas veces en ella a lo largo del día, que ya lo podía considerar como parte de mi rutina.