14/02/2016

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- Cuando dices que me quieres... ¿Lo dices de verdad?- le pregunté dudosa mientras me rodeaba con sus brazos a media noche, siendo la televisión lo único que iluminaba su cuarto.

*Era una noche fría, me encontraba esperándola cerca de las 8 de la noche a una par de cuadras de su casa. Esperé cinco, tal vez diez minutos. Mi única compañía era Nervios. Cuando al fin vi su silueta al otro lado de la calle. Se veía tan hermosa, sin una gota de maquillaje, vestía un suéter negro con cierre metálico y jeans oscuros. Me sonrió y la saludé, por supuesto, de esos besos educados en la mejilla.
Y caminamos mientras tosía de vez en cuando entre nuestra conversación. Al llegar, entré, saludé a su mamá y nos dirigimos a su cuarto*.

- Sí.
- También te quiero - ¿por qué dije eso? Recordé nuestra plática de hace unos días, y le solté: - y por cierto, a mí me gusta tu espalda... Y tu cabello...- alcé la mirada para verla de cerca, sus ojos se perdían en la televisión - y... ¿Cuál marca dices que tienes?
- Ahora no la podrás ver, está oscuro. Es como una bolita...
- Quiero verla - ella señaló con su dedo índice un punto en su cara, cerca de sus labios - También me gusta - admití. No sabía si debía hacerlo, pero me incliné y le di un beso justo en el área que señaló. En ese momento me miró, tal vez un poco sorprendida. Tenía algo diferente en su mirada, no supe qué era. Así es ella, difícil de descifrar, un acertijo; y una vez que sabes lo que esconde, es inescrutable.
- Se me olvidaba que tienes un concepto de belleza extraño - hizo una pequeña pausa - Es decir, te gusta Pepe, la rana- dijo divertida.
-Claro que me gusta, ¡es hermoso! - dije mientras me acomodaba nuevamente en su pecho.

Pensé en tantas cosas, que mi mente se aburrió de mí misma. Eso más las caricias que ella le hacía a mi brazo y hombro izquierdo. Demonios. La gran arma mortal. Tuve la opción de cambiar de posición tantas veces pero lo único que hice fue mover la cabeza para escuchar mejor los latidos de su corazón, y entonces me dormí un par de minutos. Cuando desperté ella no se movía, se quedó en seco y cuando finalmente volteé mi mirada hacia ella, me dijo "supuse que te dormiste", con una sonrisa en su boca.

Su boca. Esa, la que escupe palabras tan simples y me hace suspirar.

La película siguió, su atención no estaba en mí, pero por momentos la miraba descaradamente y ella parecía estar en un sueño profundo... Pero no, sólo era la oscuridad que la hacía ver así. Le dije más de diez veces que aún no era hora para hacerlo.

- ¿Ya te aburrió la película?
- En realidad no la estoy viendo - respondí. Estaba tan ocupada explicándole a Nervios que dejaran de estorbar y me dejara besarla que llegué hasta el punto de no prestar mucha atención a la televisión.
-La puedo quitar si quieres.
-No, está bien, déjala - sí, quítala de una vez.

Sin embargo, ella se levantó y la quitó, apagó las luces y cerró la puerta, seguido de un "clic", ¿acaso le puso seguro?

Se subió a la cama, se acostó a mi lado y puso el cobertor por encima de nosotras. Si antes estaba oscuro, ahora lo estaba más.

-Soy una cobarde.
-¿Por qué lo dices?
-¿Acaso no es obvio?- dije aún con los ojos cerrados. De repente sentí cómo ella se aproximó lentamente y me dio un beso. ¡Un beso en la nariz, vaya maldición! - Estuvo cerca - ella rió y yo sonreí.
-No te voy a besar - dijo sin quitar sus ojos de los míos.
- ¿Por qué no?
- No es porque tenga miedo.
- ¿Y entonces? - dije abriendo los ojos. Ella me veía tan atenta y yo estaba tan confundida.
-No quiero contagiarte, leí que las personas delgadas se enferman peor.
- Ohh, tu gripe, jajaja. Bueno, no suelo enfermarme seguido, pero cuando eso pasa, sí sufro- muy buena respuesta, ahora menos querrá besarte. Qué idiota eres.
-Precisamente por eso no quiero besarte.

Cartas a la chica del cabello rojo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora