capitulo 40

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Finalmente Taemin acepto, pero se negó a ir en mi auto así que tuvimos que ir en el suyo. Llegamos a una heladería que los niños eligieron ya que tenía una enorme área de juegos.
Tenían cerca de veinte sabores, los cuales Taemin tuvo que mencionar al menos tres veces para que Sug y Ween pudieran decidir, en especial Ween quien aún no sabía leer del todo bien.
— ¡Fresa!— dijo Ween quien estaba en brazos de su hermano
— ¡Vainilla!— se unió Sug
—Me hicieron repetir los sabores ¡tres veces! Para elegir lo mismo de siempre— les reclamo en juego y ambos rieron al igual que la cajera quien con una enorme y por supuesto estúpida sonrisa no dejaba de mirar a Taemin.
—Chocolate— dije de mala gana
Como era de esperarse no me dejo pagar y no precisamente por caballerosidad, si no por su actitud de 'No necesito nada de ti'
—Yo los había invitado— le dije molesta sentándome en uno de los cómodos y llamativos sillones del colorido lugar. No me respondió nada, solo recargo sus codos en sus rodillas y cubrió su rostro. — ¿Porque me habías dicho que te 'comenzaba' a agradar si no era cierto? — tome la cuchara para tomar un poco de helado y llevarlo a mi boca.
—Yo no mentí— dijo volteando hacia mí —Me agradaba la ______ (tn) de ese día.
— ¿La _______ (tn) de ese día?— pregunte entre risas
—Si— se recargo en el sillón y recargo su brazo en el respaldo de este quedando su brazo casi a la misma distancia que mi hombro. —Despreocupada, sin maquillaje, sin todos esos accesorios de sobra— rio
—Es lo mismo Taemin — le dije riendo —Con vestido, en pantalón, en short, con maquillaje o no, soy la misma.
—Claro que no— dijo serio —Nunca eres la misma. — Aseguro —Eres una en el campus, eres otra en tu casa, eres otra conmigo, eres otra con Yesung, eres otra con Victoria, eres otra con mis hermanos— tenía razón. — ¿Y sabes que es lo malo?
— ¿Qué?— conteste intimidada
—Que nadie sabe cuál es la verdadera— un silencio nos inundó, solamente entre nosotros ya que todo alrededor nuestro seguía su común ritmo, personas platicaban, niños corrían de un lado a otro.
—Entonces ya tenemos algo en común...— dirige mi mirada hacia él, quien solo volteo y me miro esperando una explicación. —También en el campus eres otro, en tu casa otro, conmigo otro... incluso ayer eras otro— regrese mi mirada al helado que comenzaba a derretirse
—No es...
—No digas nada— lo interrumpí, no le estaba pidiendo explicaciones. — ¿Quieres?— le dije rompiendo el silencio nuevamente solo entre nosotros.
—Odio el chocolate—dijo negando con la cabeza
— ¡Eres un mentiroso!— le dije riendo —Casi acababas tu solo con un pastel de chocolate y ahora lo odias— se unió a mis risas, no podía negar que no era otro.
—Solo comí un poco— dijo frunciendo el ceño
— ¿Un poco? Si claro— dije sarcásticamente, tome un poco de helado con la cuchara una vez más y la acerque a él —Vamos solo un poco— me puse de rodillas sobre el sillón para acercarme solo un poco más
—No— se negó nuevamente
—Se derretirá y caerá en tu ropa— canturreé
—Que no— dijo riendo al mismo tiempo que me abrazaba por la cintura haciéndome quedar nuevamente sentada solo que nuestra distancia se había convertido a prácticamente nada. Levante nuevamente la blanca cucharilla y la acerque a él quien finalmente abrió la boca. Sonreí victoriosa y esta vez yo tome su mejilla con mi mano libre, no necesite guiarlo y mucho menos acercarme, el solo se dirijo hacia mis labios.
Subió su mano hacia mi cuello, evitando que me separara pero era algo que ni de broma haría.
—Tu mano esta fría— dijo riendo entre besos, era lógico después de haber sostenido el vaso con nieve por más de quince minutos. Le sonreí y volví a unir nuestros labios, solo que tome su mano que estaba en mi cuello y la baje para entrelazar nuestros dedos y que la temperatura de esta se regulara. Una vez más se alejó de mis labios y su mirada se enfocó en nuestras manos entrelazadas, levanto una de sus naturalmente bien definidas cejas.
—Ya no está fría— fue lo único que logre decir y negó con la cabeza riendo. Por un desconocido motivo gire mi rostro y me encontré con nadie más y nadie menos que Minho y Hara quienes nos miraban más que sorprendidos. Hara reacciono y sacudió un poco su cabeza y volteo a ver a Minho quien seguía con los ojos como platos. Había ganado la apuesta.

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