Desapariciones

2: "El visitante".

Esta es la anécdota contada por León Dinico, su edad actual es 21 años y el día del incidente fue el 6 de de 2008, año en que León contaba con 19 años.
Anécdota:

Me encontraba lejos de mi casa cuando sucedió, iba manejando en mi auto, el cual mi padre me había regalado meses antes de morir.
Todavía me faltaban como diez kilómetros para llegar al pueblo, ya que había estado en la gran ciudad unos días de visita a un amigo. Era la una de la madrugada por lo que tenía un gran cansancio y mucho sueño, por lo que estacioné el auto en una gasolinera que se encontraba cerca y me decidí en dormir y antes de entrar en sueño profundo escuché un ruido, alguien estaba abriendo la puerta trasera de mi auto. Me quedé quieto y simule estar dormido esperando que quien sea que haya entrado se acerqué a mi para que yo lo le lanze un golpe, pero eso no sucedió.
La persona que había entrado se había quedado sentada, quieta en el asiento, como esperando que yo despertará.
Pasé como media hora así hasta que la persona se acercó lentamente hacia mi y me tocó la espalda, en ese momento una sencacion de tranquilidad me invadió, la persona dijo: "Se que estas despierto, León."
Abrí los ojos y me volteé, lo vi, no era una persona como había creído, era un ser humanoide, como de un metro treinta, tenía unos ojos totalmente azules y de él irradiaba una luz naranja.
No tuve tiempo para alguna reacción, pues caí desmayado de frente al asiento.

Desperté con un fuerte dolor de cabeza, estaba recostado en lo que parecía ser una cama metálica, en un cuarto con una gran ventana, en la cual podía ver la gasolinera con mi auto estacionado. También se podia ver la carretera que se perdía en la oscuridad y la densa niebla que había aparecido, seguramente, poco después de haberme estacionado en la gasolinera.
Me levanté de la cama y el dolor desapareció al momento en que toque el piso con mis pies, noté que mis zapatos habían desaparecido, por lo que estaba descalzo y podía sentir el piso frío del lugar, todo estaba construido de metal y sobre las paredes se podían ver símbolos extraños en relieve.
Cuando volví la vista a la ventana, me estaba alejando cada vez más de la gasolinera, por lo que golpeé la ventana con mis puños, ya que no había algún objeto en el condenado cuarto. El vidrio era irrompible, por lo que busqué alguna puerta o algo por donde salir y al no encontrar salida alguna, me di por vencido y me recosté de nuevo en la cama metálica.
Paso mucho tiempo, pues la luz del sol se había cada vez más presente en el cuarto. Una pared se abrió hacia arriba, como algunas puertas de Garaje y entraron cuatro hombres, todos iguales al que había visto en mi auto, pero ninguno irradiaba luz como el que había visto en la gasolinera.
Uno de ellos se acercó a mi y me ordenó que los acompañara, así lo hice, pues temia que tuvieran armas o algo con lo que hacerme daño, salimos del cuarto y vi la nave, era grande ya que poseía varias puertas, que supongo daban a otros cuartos. En el centro había otra cama, esta no era metálica sino acolchada, uno de ellos me dijo que me acostara pero no hice caso, corrí hacia una de esas habitaciones, dentro de ella había varios pasillos que dirigían a diferentes lugares, volví la vista y noté que ellos me estaban siguiendo mientras gritaban palabras en otro idioma, recuerdo que una de ellas era: ¡Grogte jem!.
Corrí hacia uno de los pasillos y mientras corría dentro de el vi que había más pasillos dentro de ese y me percaté que la nave era un laberinto alienígena o algo por el estilo. Después de correr un buen tiempo me cansé, me puse nervioso, pues no sabia donde me encontraba y entonces vi las paredes, en ellas había símbolos extraños y también había dibujos de naves y círculos, los cuales supongo eran planetas.
De repente escuché algo, un ruido y parecia provenir del otro lado de la pared donde estaba recargado. Me las ingenié para llegar al otro lado de la pared y lo logré, del otro lado había una puerta, esta se abría con sólo el tacto, entré y vi lo que parecía ser una bobodega, pues había una multitud de cajas, todas de un material parecido al unicel, pero al tocarlas eran pegajosas y viscosas. Abrí una de ellas y vi el contenido, en ellas había lo que parecían ser canicas, pero de un tamaño de balones de baseball.
Saqué una de ellas y la contemplé, dentro de ella había un líquido rojo con varias bolitas blancas dentro.
La coloqué en el suelo y una alarma sonó, provocando un terror en mi.
Escuché pasos acercándose rápidamente hacia mi, y me oculte entre las cajas, en unos minutos ellos habían llegado, me encontraron rápidamente y me pidieron amablemente que los acompañara.
Mientras caminabamos por los pasillos de ese misterioso laberinto me atreví a preguntar sobre las canicas y las cajas, nadie respondió, todos parecían estar viendo solamente el camino.
Regresamos al centro, ellos me volvieron a pedir que me recostara en la cama y esta vez lo hice, pues intentar escapar era inutil, ya debíamos de estar a miles de kilómetros de la gasolinera y mi auto.
Al recostarme unos de ellos se acercó y me dijo: "No te preocupes, León, no dolera' y acto seguido me inyectó un líquido, mi vista se nubló y me desmayé.

Desperté en el suelo, automáticamente supe donde me encontraba, en la extraña casa donde aparecía la gente desaparecida y que nadie se atrevía a comprar. Me levanté y salí de ella, tenía un ligero dolor en la muñeca, pero no le di importancia. Al salir noté que era de día, tal vez mediodía, no lo sabia.
No tenía dinero para comprar nada, por lo que sólo entré a una tienda y vi la fecha en un periódico, habían pasado nueve años desde que me había detenido en esa gasolinera.
Al no saber que más hacer me dirigí a la estación de policía y relaté la ya dicha anécdota.

Esa fue la anécdota,cuando terminó de contar la anécdota le pusimos al tanto de los acontecimientos más relevantes de los años que no estuvo y a los pocos días descubrió que poseía el poder de manipular objetos con el pensamiento.
León tuvo una vida plena hasta que murió a los noventa años.
Fin del reporte.